Parte 17

169 17 2
                                    

Me obligué a mí misma a no pensar en lo sucedido. Tomé una ducha y después desayuné. Mi padre se levantó pasadas las diez. Se arrastró hasta la mesa de la cocina con su pijama azul.

—Buenos días, cielo.

—Hola, papá. ¿Te sirvo café? —Asintió y fui a coger la cafetera llena. Yo no tomaba café, pero Rafa debía de haberlo preparado antes de su estallido de rabia.

—Lucía... —Empezó mi padre, y el corazón me dio un vuelco, temiendo que hubiese escuchado nuestra discusión y fuese a echarme la bronca—. ¿Qué tal la fiesta?

—La fiesta... —Pensé unos instantes—. Bien.

—¿Llegasteis muy tarde? —Me miró por encima de las gafas mientras se echaba azúcar.

—Pasada la una. —Le respondí con mi hora de llegada. No tenía ni idea de a qué hora había vuelto Rafael, pero él supuso que me refería a ambos.

—¿Qué planes tienes para hoy?

—Ninguno. —Dije con pesar—. Supongo que me dedicaré a estudiar.

—Rafael sale de trabajar a las tres. Podrías ir a dar una vuelta con él. —Propuso, más entusiasmado de lo que cabría esperar.

—No, gracias. —Rechacé su oferta sin miramientos—. Y hablando de no tener planes... ¿qué te sucede últimamente? Pensaba que habías empezado un proyecto que te iba a tener totalmente absorbido.

Mi padre se revolvió en la silla, incómodo.

—Y así es. —Reconoció, y después se quedó callado. Cuando vio la expresión con la que lo miraba, continuó—. De hecho se me está acumulando el trabajo.

—¿Entonces por qué pasas tanto tiempo en casa?

—Quería asegurarme de que Rafael y tú os apañabais bien antes de marcharme. —Dijo con voz pausada, a la espera de mi respuesta.

Debí de abrir los ojos como platos.

—¿Cómo que antes de marcharte? —Casi me atraganto con la leche, y empecé a toser escandalosamente. Bruno volvió a ladrar—. ¿Quieres decir que te vas?

—Bueno, sí. Tengo que continuar con mi trabajo...

—¿Fuera de Zaragoza? —Mi voz sonó demasiado aguda. Él asintió con la cabeza—. Pero ¿cuándo? —Inquirí, asustada.

—El lunes. —Dijo con cuidado.

—¡¿Este lunes?! —Mi corazón empezó a martillear en mi pecho—. ¿Por cuánto tiempo? ¡Pero si mamá todavía no ha regresado! ¡¿Y pensáis dejarme sola con este desconocido?! —Me puse de pie, y empecé a caminar por la cocina, desesperada.

—Cielo, cálmate.

—¡¿Cómo demonios quieres que me calme?! —Le grité—. ¡Vais a dejarme sola con un delincuente!

Por un instante valoré la opción de contarle que había entrado en plena noche en mi habitación, pero lo pensé mejor. No tenía muy claro qué había pasado exactamente, y por algún extraño motivo me había parecido sincero al decir que sólo quería comprobar que había llegado bien, lo cual era, si cabe, lo más desconcertante de todo. Era una acusación demasiado grave para lanzarla sin más.

—Lucía, deja de comportarte como una niña. —Mi padre alzó la voz—. Rafael no es ningún delincuente, y te recuerdo que anoche fuisteis juntos a una fiesta, sé consecuente.

FRÁGILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora