Parte 18

154 16 0
                                    


Subí al piso de arriba pisando cada escalón con furia, y me encerré en mi cuarto dando un portazo que nada tenía que envidiar al que había dado antes nuestro inquilino.

Me tiré en la cama y aporreé un cojín. En ese momento deseé tener mi propio saco de boxeo.

Pasó un rato, pero mi padre no subió. Sabía por experiencia que era mejor esperar para hablar a que hubiese pasado el chaparrón.

Cuando me hube calmado encendí el móvil. Tenía dos llamadas de un número desconocido, y dos Whatsapps.

El primero era de Martina, a las dos de la mañana.

"Nos vamos a casa, que Naiara está cansada.

¿Dónde os habéis metido Diego y tú?"

Suspiré. Diego no estaba con ellas. A saber qué le estaría rondando por la cabeza.

Me sorprendió ver que el siguiente Whatsapp era de él, ni más ni menos que a las cinco de la mañana.

"Perdona mis borderías de antes, no me aguanto ni yo mismo.

Todo tiene que ver con Julián, y prefiero no hablar del tema.

Espero que lo comprendas, o que al menos lo respetes.

Por cierto, Moreno te estaba buscando. Me pidió tu móvil y como parecía preocupado se lo di. Espero que no te enfades."

Mi estómago dio un ligero vuelco. Así que las llamadas perdidas del número desconocido debían ser suyas. Tal vez era cierto que sólo quería asegurarse de que estaba en casa. De no ser porque Bruno había salido de la habitación en ese momento, yo ni siquiera me hubiese enterado.

Mi padre empezó a comer a la una. Intentó convencerme de que esperase a que llegase Rafael para comer con él, pero no le hice ni caso. Tampoco le funcionaron sus intentos de sacar conversación sobre temas estúpidos para mejorar mi humor.

Se marchó a eso de las dos y yo me tiré en el sofá, dispuesta a ver una maratón de episodios de la segunda temporada de Cómo conocí a vuestra madre.

Bruno detectó a Rafa antes de que metiese la llave en la cerradura. Lo esperó en el recibidor y le dio una cálida bienvenida, saltando a su alrededor y poniéndose sobre las patas traseras. No sé si no me vio o fingió no verme, pero subió las escaleras sin decir ni hola.

Me levanté, dispuesta a tener una conversación sensata con él. Por algún extraño motivo todo mi enfado se había focalizado repentinamente en mis padres, aligerando el que sentía hacia el chico.

Desde el piso de arriba llegó el sonido del agua de la ducha. Nuestra conversación tendría que esperar. Regresé al sofá y puse otro episodio.

FRÁGILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora