Parte 10

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Cuando el timbre sonó, mi amigo se escabulló raudo con la excusa de tener que ir al baño. Bajé con mis amigas hasta la calle, pero una vez allí me quedé a esperarlo. Por mucho que hubiese disimulado, no me había pasado desapercibida la intensa conversación vía Whatsapp que había mantenido en clase.

—¿Estás esperándome? —Inquirió Rafa con sorna, sujetando un cigarro apagado suavemente entre los labios perfectos. Había decidido detenerse a fumar justo a mi lado. Arrojó una mochila negra al suelo, junto al muro, y buscó en los bolsillos delanteros del vaquero un mechero. Alzó una mano para resguardarse del cierzo mientras lo encendía con la otra.

—Ya quisieras. —Miré por encima de su hombro, temiendo que Diego saliese en mi momento de distracción.

—¿Y quién tiene semejante honor? —Aspiró una calada y soltó lentamente el humo, mirándome interrogante. Lo ignoré, y esbozó una sonrisa de suficiencia—. No me lo digas, el Justin Bieber.

Había un desprecio en el tono de su voz que no me gustó. Iba a decirle alguna barbaridad cuando vi salir al aludido, y me apresuré a seguirlo, dejando a Rafa con la palabra en la boca.

—¡Ey! —Le tiré de la manga de la cazadora y empecé a caminar a su lado.

—Ey. —Dijo él con desgana.

—No te alegras de verme. —Constaté.

—Acabo de pasar seis horas contigo. —Dijo—. ¿Qué esperabas, exactamente?

—Um, no sé. Que me contases qué te pasa.

—¿A mí? —Me pareció que la pregunta le incomodaba—. No me pasa nada.

—¿Con quién chateabas?

—¿Cuándo?

—En clase.

—Ah... Con mi hermano.

—¿Con Sebastián? —Me extrañé.

—No, con Pedro. —Murmuró, y eso sí que me pareció raro. Sus hermanos eran bastante mayores, y no tenía mucha relación con ellos. Los dos habían sido alumnos Cum Laude en la universidad, y llevaban sus propias vidas—. ¿Entonces vas a ir a lo de Pamela? —Preguntó, intentando cambiar de tema.

—No lo sé, supongo. —Le di una patada a una cajetilla de Marlboro vacía que había en el suelo—. ¿Y tú?

—También, supongo.

Llegamos a su edificio antes de que me diese tiempo a sacar ninguna conclusión sobre su comportamiento, y para cuando me quise dar cuenta ya había desaparecido tras la puerta de hierro forjado. Me quedé mirando los oscuros barrotes unos instantes, ensimismada.

—No deberías babear tanto por un tío. —Dijo la voz grave a la que estaba empezando a coger manía.

—¿Estás siguiéndome? —Fulminé a Rafael con la mirada.

—Necesariamente, si vamos en la misma dirección y tú has salido antes que yo, arrastrándote tras el gótico. —Se recolocó en el hombro la mochila que no llevaba el día anterior y me miró, esperando a que fuese con él. Puso los ojos en blanco cuando no me moví. Finalmente decidí dejarme de tonterías y empecé a caminar.

—No tienes ni idea de cuál es mi relación con Diego, así que no opines sobre ella.

—Tampoco quiero saber. —Repuso, y andamos en silencio hasta llegar al portal. Saqué mis llaves, pero él se adelantó y abrió la puerta. Pasó primero y en lugar de sujetarla como habría hecho cualquier persona normal, dejó que casi me diese en las narices.

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