Parte 78

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Fuimos a clase de Filosofía. Pablo ya estaba sentado en una de las primeras filas. Se levantó cuando me vio entrar.


—¿Alguna novedad? —Preguntó.

—Todavía nada. —Contesté, y Diego se dirigió al fondo de la clase.

—Me gustaría invitarte a cenar para celebrar tu aprobado. —Propuso, con la duda reflejada en sus ojos miel—. Si te parece bien, claro.


Estaba incómodo, y yo también.


—No estoy tan segura de que vaya a ser un aprobado. —Musité, apretando mi libreta sobre el pecho.

—En ese caso, una cena para animarte tras tu improbable suspenso. —Me sonrió amablemente—. ¿Qué me dices?


Vacilé un instante. Al final asentí con la cabeza.


—Vale. Cuando sepa la nota.

—Perfecto. —Sus ojos brillaron.


Fui a reunirme con mi amigo, y tan pronto como me senté apareció Rafael. Se sentó en la silla que había vacía a mi derecha y lanzó una libreta negra sobre la mesa. Estaba de muy buen humor, relajado. De hecho, era la primera vez que ocupaba un asiento a mi lado.


—¿Cómo va eso? —Saludó a mi amigo, que estaba a la izquierda.

—Tirando.

—Llámame si necesitas saquear otro piso. —Bromeó, y Diego le sonrió.


La profesora entró seguida de mis amigas, que se sentaron unas filas más adelante, y la clase comenzó.


Me sorprendió comprobar que Rafa tomaba apuntes como un profesional, mucho mejor que yo. Mi cuaderno era un absoluto desastre, lleno de ideas desorganizadas e inconexas. Él hacía esquemas sencillos y concisos.


Cogí el lápiz y escribí en el margen de su libreta. "Me tienes que dejar estos apuntes, empollón." Rió por lo bajo, y escribió a continuación de mi nota "Tendrás que ganártelos, nena". Sacudí la cabeza. No cambiaría nunca.


Cuando dieron las dos y media se fue al taller. Esa mañana le había visto prepararse un bocata y echárselo a la mochila, así que supuse que comería eso.


Diego me invitó a comer a su nuevo apartamento, y acepté encantada. Pasamos por el Mercadona de camino, y compramos libritos de lomo rellenos de queso, carpaccio y ensalada césar.

Al llegar la encimera me pareció minúscula, incluso más de lo que la recordaba. Preparamos la comida entre los dos y comimos en el sofá del salón-cocina.

Me vino bien pasar un rato largo con él sin interrupciones.

Cuando ulilicé el baño ví que había dos cepillos de dientes. Por lo visto Julián pasaba allí mucho tiempo.


A mitad de tarde le llamaron al móvil con número oculto. Era de Zara de Independencia, para hacerle una entrevista esa misma tarde. Se puso cardiaco, y decidí acompañarlo para tranquilizarlo en la medida de lo posible.

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