Un rato después los chupitos habían cumplido su función y estábamos en pleno apogeo, de nuevo en la plataforma, bailando como locos. Diego estaba pletórico, y me hizo reír hasta que se me saltaron las lágrimas. Viéndolo así de bien parecía difícil creer que podía tener algún problema, o que Julián había reaparecido en su vida.
—¡Martina, Pies Quietos! —Le grité a mi amiga, que se quedó petrificada tal y como mandaba el juego. Nos tronchamos de la risa, al verla tan quieta entre tanta gente moviéndose sin parar.
—¿Qué le pasa? —Rafa acababa de aparecer, casi una hora después.
—Es Pies Quietos, si se mueve en el siguiente minuto nos tiene que pagar una ronda. —Le explicó Diego.
Nos miró como si fuésemos unos críos. Me dio igual. Prefería jugar al inocente Pies Quietos que al Yo Nunca.
—¿Dónde has dejado a tu chica?
—Mi chica de esta noche. —Puntualizó.
—¿Nunca te han dicho que eres todo un caballero? —Le dije, y bajé de la plataforma. De algún modo mi entusiasmo había descendido con su llegada. Eso, o el alcohol me había hecho más efecto del que yo pensaba.
Rafa me siguió, pero mis amigos continuaron en la tarima. Me senté en uno de los taburetes que había en la barra y observé a Diego, que acababa de quedarse petrificado. Martina y Lucas no le quitaban un ojo de encima mientras reían, esperando a que cometiese un desliz.
—En serio, ¿dónde está? —Le pregunté cuando se puso a mi lado.
—Se ha marchado a casa, estaba agotada. —Rió de su propia gracia.
—Eres imbécil, Rafa.
—Moreno. —Me corrigió, con la mandíbula apretada. Lo ignoré.
—Creo que me voy a ir a casa ya, Rafael. —Me puse de pie y regresé a la tarima un instante, sólo para avisar a mis amigos de que me marchaba. Él se quedó en la barra, pero podía sentir sus ojos fijos en mis movimientos.
Vino detrás de mí cuando me encaminé a la puerta, y salimos juntos al abarrotado exterior. Todavía había gente esperando para entrar.
Tropecé con el escalón de la salida, y rápidamente me sujetó del codo, evitando que me idese de bruces contra el suelo. Malditas botas de tacón. Me solté inmediatamente de su agarre.
Caminamos en silencio, y en cuanto salimos de la Calle Mayor cesó el jaleo.
—¿Sabes? Estabas tan pegado a esa chica que era difícil distinguir dónde acababa uno y dónde empezaba el otro. —Le dije, y mi voz sonó rara en la tranquilidad de la noche. Había bebido demasiado.
—¿Molesta? —Inquirió, divertido.
—Más bien asqueada. —Reconocí—. Además tenías a Pamela babeando por ti.
—Será que las dejo con ganas de más. —Dijo con prepotencia.
—¿Así que las dejas a medias? —Me burlé.
Rió pese a sí mismo y se pasó la mano por la nuca.
—Buena respuesta.
—Con el ritmo que llevas vas a pillar alguna enfermedad venérea. —Le dije—. Eso si no la tienes ya, quiero decir.
—¿Por lo de esta noche? Soy un chico sexualmente activo, necesitaba quitarme la tensión. —Repuso tranquilamente, metiéndose las manos en los bolsillos del vaquero.
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FRÁGIL
Romance-Dime una cosa... -Sus ojos estaban más oscuros que nunca, casi crueles-. ¿Te lo hizo mejor que yo? -Demandó con urgencia-. ¿Te tocó como te toco yo? -Insistió. Estaba completamente alterado mientras se acercaba todavía más. Di un paso atrás y mi es...