Parte 82

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Rafa llegó pronto, a eso de las ocho.


—¿Lista para nuestra noche? —Preguntó, mientras entraba como un torbellino en la cocina y me revolvía el pelo.


Me quejé y me cepillé los mechones con las manos. Él me observaba con una preciosa sonrisa en los labios.


—Estás de buen humor. —Observé.

—Mucho. —Asintió, y sacó una bolsita de la cazadora. Me la tendió.

—¿Qué es eso? —Cogí el plástico y observé los hierbajos secos que había dentro.

—¿Qué va a ser? Marihuana. —Dijo, como si nada. La dejé rápidamente sobre la mesa, como si fuese ilegal sólo tenerla en la mano.

—¿Estás loco? —Le grité—. ¿Cómo se te ocurre traer esto a casa?

—Te quejarás. —Sacudió lentamente la cabeza—. Te he traído la mejor hierba de toda la ciudad. Va a ser tu primera fumada, y mi última.


Junté las cejas.


—¿Y qué pasa con esos análisis que te hacen?

—Para los próximos ya habré eliminado todo rastro de la sangre, confía en mí. —Se agachó para rascar la cabeza al perro.

—Pero yo pensaba que simplemente algún día me darías una calada de eso que fumas. —Repuse. Había visto que no sólo llevaba cigarros normales en el paquete de Marlboro, sino también otros diferentes.

—Eso es tabaco de liar. —Rodó los ojos—. No me pego la vida fumando porros, ¿sabes? Es más, hace siglos que no lo hago. —Dijo, muy serio—. Voy a hacer una excepción porque se trata de ti, y de nuestra apuesta.

—No me pasará nada malo, ¿no? —Pregunté, asustada.

—Por supuesto que no. —Sus palabras fueron contundentes.


Cenamos los libritos de lomo que yo había preparado sin mucha gracia. Cuando terminamos subí a ducharme y él se quedó recogiendo la cocina. Me quité la humedad del pelo y me puse un pantalón ancho de pijama a cuadros morados y lilas.


Esa noche hacía calor, o era yo la que estaba acalorada, así que en lugar de ponerme la parte de arriba a juego elegí una camiseta negra de tirantes. Bajé en calcetines al salón, y lo encontré sentado en el sofá, incorporado sobre la mesita donde había dispuesto tabaco, papelinas y filtros.


Me senté a su lado y lo observé formar un ángulo recto con dos papeles.


—¿Para qué es eso?

—Para hacer una L.

—¿Una qué?

—No importa. Tú relájate hasta que esté listo.


Sí claro, como si fuese tan fácil.


—¿Has fumado antes? —Preguntó, ladeando la cabeza para mirarme, mientras deslizaba la lengua suavemente por el borde de una de las papelinas.


Negué con la cabeza. Enrolló el porro con dedos hábiles.


—¿Ni siquiera una calada a un piti? —Me miró divertido.

—Nada.

—Entonces también eres virgen en esto... —Comentó, con mirada maliciosa, mientras encendía el cigarro y daba una profunda calada. Después se incorporó en el sofá, con el porro en la mano. Fui a cogérselo, decidida a empezar de una vez por todas, pero lo puso fuera de mi alcance. —No, no. —Canturreó—. Es tu primera vez y yo te voy a guiar—. Puse los ojos en blanco. Hablaba con dobleces. Se acercó más a mí, y acarició mi labio inferior con su pulgar, enviándome una sacudida a lo largo de todo el cuerpo que no sólo noté yo—. No tienes que estar nerviosa, es una tontería. —Murmuró con voz tranquila, con los ojos fijos en mis labios. Después acercó la boquilla a mi boca, hasta que me rozó suavemente—. Ahora aspira y traga el humo lentamente.


Hice lo que me dijo, aunque tanto la situación como su proximidad me tenían en un estado de completa alteración. Sentí el humo entrar en mi boca, y el sabor de lo que supuse era la marihuana. Retiró el porro y solté el aire.


—Vaya, pensaba que tosería. —Dije, sorprendida, recordando a todos esos actores que prácticamente se ahogaban con la primera calada.

—Eso es porque no te has tragado el humo. El trato era que te lo fumarías, no que fingirías hacerlo. —Me tendió el cigarro y lo cogí con dedos temblorosos—. Hazlo de nuevo.


Repetí el proceso, en esta ocasión concentrándome en aspirar el humo. Enseguida noté el raspón del aire viciado bajando por mi garganta. Tosí levemente, expulsándolo de mis pulmones.


—Eso está mejor. —Sonrió, y se recostó en el sofá—. Otra calada.

Lo hice una vez más, y pronto me sentí mareada.


Me quitó el cigarro y tiró de mi hombro hacia atrás, para que me recostase a su lado.


—Espera a que vaya haciendo efecto. —Dijo, y su boca estaba tan cerca de mi sien que su aliento me hizo cosquillas—. La sensación mejora.


>>>Esto aún no ha terminado... jj :) ¿Qué os ha parecido hasta ahora? Besitos y gracias por los comentarios!!<<<

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