Parte 24

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Cuando llegué a la mesa me encontré con una ponchera nueva, llena hasta los topes de un líquido anaranjado.

Martina se sentó en la banqueta que había libre a mi lado, y me sonrió.

—Moreno me ha dicho que lo has invitado tú a venir. —Me miró con esos ojos inocentes suyos—. Pensaba que lo había traído Pamela. Estoy súper feliz de que os empecéis a llevar bien.

—¿Por qué has invitado a Pamela? —Aproveché para preguntarle.

—Me envió una petición de amistad a Facebook y me preguntó si íbamos a hacer algo esta noche. —Se encogió de hombros, medio disculpándose—. La pobre no tenía plan y me dio pena.

Miré a Lala, que nos observaba cuchichear de reojo.

—No me creo que esa bruja no tenga plan. —Repuse—. Y en el caso de que no tuviese creo que nosotros no seríamos su plan B, como mucho su plan Z.

Martina rio.

—Qué ocurrencias tienes. —Me dio un beso en la mejilla y se puso en pie—. Lucas y yo vamos a sacar dinero. Nos hemos quedado sin efectivo y esta ponchera la ha pagado tu amigo. —Señaló a Rafa con la cabeza—. Así que ahora volvemos.

—Bien —dije, con cierto pesar—, pero dile a Nai que entre pronto, anda.

—Tranqui, se lo digo ahora mismo. —Me guiñó un ojo—. Y después iremos a La Casa del Loco, ¿de acuerdo?

Asentí, y los observé marchar. Rafa había entablado conversación con la otra Lucía, que reía constantemente de las tonterías que este le decía.

Las cejas de Pamela cuando volvió del baño y vio el panorama formaron una afilada línea.

—¡Bueno, chicos! —Exclamó, reclamando la atención de los pocos presentes, con el único objetivo de que ellos dos dejasen de hablar—. Ahora que los niños se han marchado, —puso una mueca picarona—, los mayores vamos a jugar a juegos de verdad.

Nos cegó con una sonrisa exagerada y nos urgió a que nos sentásemos juntos, ocupando los taburetes vacíos de los que se habían ido.

—¿Qué propones? —Le preguntó Lala, que parecía ser la única que compartía su emoción.

—Yo Nunca. —Dijo, y pronunció las dos palabras con lentitud exagerada.

Vaya mierda. Yo no quería jugar al Yo Nunca. Además las preguntas tarde o temprano siempre derivaban en el mismo tema, y jugar con los amigos... bueno, pero con esta tropa, no.

—Yo paso. —Dije, echándome ligeramente para atrás.

—¿Es que tienes algo que no quieras que sepamos, Lucía? —Inquirió Rafa, apoyando los codos en la mesa e inclinándose en mi dirección. Dibujó una sonrisa de suficiencia que me crispó los nervios.

Aguanté sus penetrantes ojos oscuros durante unos instantes, haciendo un esfuerzo por no bajar la vista hacia el mínimo movimiento que acababan de hacer sus labios. Entonces Pamela nos obligó a llenarnos los vasos.

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