Capítulo 14.

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14

MOONFALL



El lugar se llama Moonfall, es una villa, una comunidad escondida entre medio de las profundidades del bosque y protegida por esos enormes muros y su propia gente —dice que pronto comprenderé más sobre eso—. Jera me guía por el lugar mientras lo atravesamos en dirección hacia quién sabe dónde. Me ha explicado que de dónde hemos salido recién es una especie de enfermería, me cuenta que las casas que se encuentran aquí tienen sus propios dueños, familias enteras viven aquí, pero también reciben gente de afuero... o lo hacían —no me queda claro esa parte—, me muestra un hostal de tres pisos que es dónde se hospedad los foragidos que llegan. Hay una especie de comedor común al aire libre con mesas largas de picnics. Es un amplio lugar, quizás un poco más pequeño que Beckinsale, pero igual de movido.

Llegamos a una casona casi igual de grande que el hostal. Al entrar, lo primero que veo es un par de cuadros colgados en una pared blanca y una columna pequeña de lo que parece ser mármol, algo así como un altar, y encima, un gran libro, que se ve realmente viejo, abierto de par en par. Me acerco a verlo, no puedo entender lo que dice, no parece un alfabeto normal, más bien, son símbolos.

—Son runas —dice Jera—. Muy antiguas. Muy pocos son capaces de leerlas. —Me señala con la cabeza las escaleras a un costado—. Vamos, por aquí.

En el segundo piso hay un largo pasillo con unas cuatro puertas y cuadros entremedio de éstas. Avanzamos por allí y poco puedo fijarme en los cuadros, algunos se ven viejísimos, pinturas con diferentes técnicas que retratan a personas. Quiero preguntar quiénes son, sin embargo, algo me dice que no será necesario

Subimos al tercer piso. Hay otro pasillo frente a nosotros, más cuadros en las paredes, pero sin puertas esta vez, sólo una doble al final y dos bustos a los costados de ella. Los cuadros colgados son más retratos, sin embargo, estos se ven un poco menos viejos, me llama la atención que en todos se repite siempre lo mismo: un hombre y una mujer, son todos diferentes personas, pero siempre una pareja. Caminamos hacia la puerta doble y puedo ver bien las figuras de los bustos, son dos cabezas de lobos con las fauces abiertas, uno tiene el dibujo de un extraño sol grabado sobre la frente y el otro parece el de una luna.

Me quedo pegada mirando el del sol.

Esa figura...

—¿Estás segura de esto?

Jera me saca de mis divagaciones. Giro mi cabeza para mirarlo. La pregunta me toma un poco por sorpresa, pero entiendo por qué la hace. Ni siquiera yo sé si quiero averiguar sobre todo esto. Está claro que, lo que sea en lo que él esté involucrado, cambiará por completo mi visión de las cosas, de la vida en sí. Comprender que hay gente que puede transformarse en animales no es algo que puedas obviar, no hay forma que ese tipo de conocimiento no te cambie de alguna forma. Pero ya estoy en el medio de todo esto. Ahora es cuando me regaño a mí misma, porque de haberme ido en el auto y no haberme metido en el bosque, nada de esto habría pasado.

Debo hacerme responsable de mis decisiones y de lo que eso conlleva.

Finalmente, emito un largo suspiro y asiento.

—Lo estoy.

Jera abre la puerta. Nos encontramos con una biblioteca y un salón en medio de ella compuesto por una mesa medianamente larga y cuatro asientos, el resto del lugar está ocupado por grandes estanterías y puedo ver unas escaleras que llevan a un segundo piso del que se alzan más libreros. El lugar es viejo y rústico, pero todo me llama la atención, en especial, los libros.

I. The Calling ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora