Capítulo 60.

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AL HUMO DE LAS VELAS



No sé dónde se ha metido Jera. Al salir de la biblioteca he tratado de encontrarlo, pero no logro ubicarlo. Se ha molestado bastante por culpa de Aidan, así que quiero ver cómo está, pero quizás necesita espacio también.

Miro hacia el cielo. Está nublado y la temperatura ha bajado bastante, no me sorprende si pronto se pone a nevar. Quizás tengamos una navidad nevada. Aunque..., claro, no estaré para verla.

¿Y por qué estás triste ahora, niña?

La voz de Toluk me sobresalta. El lobo está echado sobre la tierra a la sombra de un árbol.

—Porque el tiempo avanza más rápido de lo que creía —respondo.

Me siento a su lado en la tierra.

Ah, los humanos le dan demasiada importancia al pasar del tiempo. ¿Cuál es el sentido de registrar los días? Así claro que te deprimes.

—Los humanos tenemos costumbres extrañas...

Claramente.

—Bueno, ¿y cuántos años tienes tú, Toluk? Siempre andas quejándote de que estás viejo.

Mi tiempo no corre de la misma forma que el tuyo, chiquilla.

—Ah, es cierto. ¿Es algo así como los años perros? —bromeo.

El lobo me muestra los dientes.

Te dije que no me trataras como a un perro, niña insolente.

Me hace reír. Este lobo tiene un muy corto temperamento y me encanta fastidiarlo.

—¿Ya estás molestando a ese pobre lobo?

Jera se acerca a mí. Parece sentirse mejor o, al menos, no luce enfadado como antes. Se deja caer a mi lado en el suelo y me pasa un brazo por encima de los hombros.

—¿Estás bien? —farfullo—. Aidan no debió decir algo así.

—Estoy bien —responde—. Más me molesta que crea que todo esto sea solo por El Ojo de la Vala que por ayudar a Astrid. Pero no saco nada con pelear con él.

—Astrid se ha quedado para hablar con él. Es la única que podrá convencerlo de algo.

Él asiente distraídamente. Apoyo la cabeza en su hombro.

—Astrid es la única que tiene ese poder —concuerda, luego suspira profundamente—. Arreglaremos ese asunto después. ¿Has visto a tu familia?

—No. No me quiero ni asomar por la casa —confieso—. No sé si soporte escuchar a mi madre y a Meghan llorar.

El chico me besa la coronilla de la cabeza.

—Mason sabrá qué hacer. Hay que darles tiempo... —musita.

—Lo sé. Sólo espero poder intercambiar, siquiera, un adiós con ellos, si es que planeamos viajar antes de tiempo —replico.

—Aún falta para eso.

Me quedo allí un rato, dejo que el calor de Jera absorba mis preocupaciones y ansiedad. Jera tiene una gran habilidad para calmarme y sólo hace falta que esté a mi lado para lograrlo. Es como si no necesitase decirle que es lo que me atormenta, él ya lo sabe y sabe qué decir o hacer para apaciguar mi intranquilidad. Estando ahí, parece que estamos en una pequeña burbuja, donde las responsabilidades, las reencarnaciones y sus sacrificios, y los dramas familiares no pueden penetrar.

I. The Calling ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora