I. The Calling ©

Capítulo 56.

56

EL DISFRUTE DE UNA CORTA VIDA

Junto a tazas humeantes del chocolate caliente que mi madre prepara, nos hemos instalado en el comedor de la cabaña de Astrid a leer los libros que he traído desde casa. Le hablo un poco a As sobre la historia que mi abuela solía contarme de pequeña, coincidiendo conmigo en que se parece a la historia de Fenrir y que quizás, incluso, esto esté relacionado con mi habilidad para comunicarme con los lobos. La tarea de revisar todo esto es tediosa. Hay muchos libros muy viejos y sus páginas se rasgan con sólo tocarlas, en otros la humedad hizo que la tinta de las letras se correra y fueran casi ilegibles. Así que pasamos horas y horas entre pilas de libros y tazas de chocolate caliente, y uno que otro café y medialunas que mamá también ha preparado.

—Encontré algo —exclama Mason—. Pero está en otro idioma.

Miro por encima de su hombro. Lo que ha llamado la atención de mi hermano son los dibujos y fotografías donde se muestra a un gran lobo negro acompañado de una figura femenina cubierta por una túnica y capa roja.

—Es noruego —dice Astrid y luego asiente—. Puedo traducirlo, aunque al ser antiguo, puede que no sea una traducción muy literal.

—Lo que puedas hacer está bien, As.

Astrid comienza a leer y traducir. Por lo que logro captar, efectivamente, trata de la historia que conocemos sobre Fenrir y la chica que había amado, sobres su maldición y la existencia de los Cambiaformas.

—Eso quiere decir que... ¿el abuelo realmente sabía sobre los Cambiaformas? —cuestiona Meghan.

—Tendría que saber leer noruego antiguo, ¿no? —planteo—. No creo que lo sepa. Quizás solo lo adquirió por lo antiguo que es, él había viajado por muchas partes del mundo recolectando cosas así. Tal vez se topó con algunos Cambiaformas sin saberlo o se encontró este libro en algún sitio.

—No en cualquier sitio —interviene Astrid.

La rubia cierra el libro y pone la mano encima de la cubierta, murmura un par de palabras en otro idioma y la destruida tapa vuelve a estar como nueva por un par de segundos. En ella se ve la forma de la cabeza de un lobo con cadenas encima y símbolos nórdicos alrededor. Luego de un rato, regresa a su gastado estado original.

—¿Qué ha sido eso? —balbucea Meg.

—Lo sabía —musita As—. Este libro no puede haber salido de cualquier parte, de algún museo o biblioteca. —Sacude la cabeza—. Este libro, por lo antiguo que es y el Seid que percibo en él, fue sacado de alguna comunidad.

—¿Qué quieres decir? ¿Cómo puedes saberlo? —farfullo.

—Todos los libros que traten sobre la historia de los Cambiaformas o tengan mención sobre ellos deben de estar siempre bajo la custodio de las comunidades —contesta—. Si alguno llegase a salir de allí hacia el mundo exterior, la gente, si bien podría no creerlo, hay otros que sí o, al menos, les daría la suficiente curiosidad para investigar algo al respecto, pero es muy peligroso que sean de conocimiento público, ya que revela la existencia de ustedes. Por esto mismo, todos están protegidos con Seid con el fin de poder rastrearlos después y recuperarlos o, en el peor de los casos, se destruiría por su cuenta —explica y luego frunce el ceño—. Si el libro no se destruyó por sí solo, es porque debió de haber estado cerca de un Cambiaformas todo este tiempo. No comprendo cómo es que sigue intacto. —Astrid pasea la mirada entre mis hermanos y yo—. ¿Qué tan seguros están de que nadie es un Cambiaformas en la familia de tu padre?