Capítulo 66.

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NOS TENÍAMOS EL UNO AL OTRO



Comprendo por qué este lugar se llama "La Isla del Lobo" cuando cambio. El instinto que me recorre una vez en la piel de la loba es poderoso, difícil de ignorar; la tierra me reclama, me llama a correr en ella, a unirme en ella. Nunca me he sentido tan cómoda siendo loba como ahora, se siente como... como si fuera mi hogar. Incluso la transformación ha sido muy fácil, casi indolora, igual que quitarse la ropa.

¿Fue idea mía o el cambio fue demasiado fácil esta vez?

El lobo negro que es Jera mueve las orejas hacia mí.

Debe de ser por el Seid que hay en el aire. Está en todas partes.

Tiene razón. Esa misma neblina que hemos visto en nuestro cuarto y que rodeaba a Astrid, está en mayor cantidad por el bosque, sobretodo, cerca de la montaña.

Es verdad. ¿Es por Fenrir?

Creo que sí. La teoría dice que el Seid de Fenrir se ha estado desprendiendo desde su sepultura desde que está sellado. No es difícil de supone que el lugar este tan desbordado en ello. —Jera se sacude—. Venga. Corramos un poco.

La sensación de estar en este bosque es completamente diferente a la del bosque en Beckinsale. No he pasado mucho tiempo siendo lobo, eso lo sé, pero me sigo maravillando con todas estas sensaciones nuevas. La nieve se siente como algodón bajo mis patas, el aire congelado golpea mi pelaje y llena mis pulmones, los colores son tan vibrante, los aromas son nítidos y los sonidos son arrulladores; cada parte de mi cuerpo abraza la naturaleza que tengo alrededor, la siente y consume, como si siempre he pertenecido a ella. Es fantástico y embriagador. Sólo por unos minutos, en los que surcamos el bosque a gran velocidad, me he olvidado de que este no es el cuerpo con el que nací, que existe otra parte de mí que no es un animal; a la loba no le importa nada, no existen sacrificios ni muertes en esta piel.

Nos perdemos un buen rato recorriendo las hectáreas de Ulfroy. Ninguno de los dos quiere regresar, ninguno lo dice tampoco, pero lo sabemos. Porque allí, devuelta en la comunidad, somos dos chicos que cargan con el peso del mundo encima, dos jóvenes condenados a morir. Y aquí, sólo somos dos lobos, libres de todo.

Y, sin embargo, debemos volver a la realidad.

Ya está anocheciendo cuando Jera y yo emprendemos camino de regreso. Cambiamos en el mismo sitio donde hemos dejado nuestra ropa antes y, tal y como sucedió, la muda de una piel a otra es casi imperceptible, tan sencillo como respirar. Me pongo la ropa interior y la camisa, procedo con los vaqueros cuando un sonido me distrae.

—¿Oíste eso? —murmuro.

Ambos nos quedamos en silencio. Ha sido muy tenue, como el sonido de la nieve siendo aplastada, pero mi audición está muy sensible por el reciente cambio para que pasase desapercibido.

—No oigo nada —responde Jera.

—Estoy segura de que escuché algo.

—Estás sensible por el reciente cambio —replica—. Pudo haber sido cualquier cosa, hasta un roedor correteando por allí.

Me apresuro a terminar de vestirme de todos modos. Sí, podría haber sido un roedor o cualquier otro animalito en el bosque, o incluso uno de los lobos de Leif, sin embargo, la idea de alguien observando como me cambio de ropa no me gusta. Cuando regresamos al centro de la comunidad, vemos que está todo mucho más activo que en la mañana. Hay más personas en forma humana, aunque los lobos siguen bordeando por ahí. Algunos apilan mesas y sillas, otros traen sacos y canastas con comidas, hay un grupo reunido alrededor de una pila de troncos y ramas, luce como una fogata apagada.

I. The Calling ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora