Capítulo 34.

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UNA VERDAD DENTRO DE UNA MENTIRA



—Necesito hablar con Aidan —alego.

El corazón me late con fuerza mientras lo miro a la cara. Sé que le debo una explicación por lo que pasó anoche, pero, ahora mismo es imperativo que hable con Aidan.

—Tendrá que ser después de la reunión —replica—. Lo que llevará un par de horas, al menos.

—No puedo esperar tanto. Es urgente —apremio.

Él frunce el ceño y da un paso hacia mí. Se me aprieta el estómago con su cercanía.

—¿Pasa algo?

Me trago los elefantes pisoteándome las entrañas y observo nuestro entorno. Hay demasiada gente atenta a nuestra conversación y sé lo aguda que es la audición de todo aquí dentro.

—Demasiados oídos escuchando —señalo.

Jera mira sobre su hombro.

—Sígueme —pide.

Jera me guía hacia la salida de la comunidad. Lo miro con confusión; ¿a dónde me lleva? ¿No basta con ir a su cabaña para tener un poco más de privacidad? Prefiero no debatir, si él piensa que la cabaña no es segura, por algo será. Lo sigo por entremedio de la naturaleza, cada vez nos adentramos más en el bosque; los árboles se hacen más grandes y frondosos, y la montaña parece cernirse más cerca aún. El camino comienza a volverse irregular y rocoso, ya casi estamos caminando sobre grandes piedras envés de tierra.

—Ten cuidado aquí —advierte.

Hay una separación del terreno de al menos unos cinco metros de distancia y menos de dos metros de profundidad. Un mal paso y podría quedar atrapada en la estrecha zanja, no me mataría, pero sí que dolería, mucho. Jera toma impulso y salta a la roca que está al otro lado, aterrizando con facilidad. Me mordisqueo el labio inferior; no soy muy fanática de la idea andar saltando de piedra en piedra en un sitio tan inestable.

—¿Qué tan profunda es esa zanja? —cuestiono.

—Quizás dos o tres metros. No es tan terrible —responde—. Venga, es pan comido.

—Es la primera vez que hago esto. Un poco de paciencia —refunfuño.

—No te caerás. Tus piernas saben lo que hacen, incluso si tú no. —Estira la mano hacia mí—. Te agarraré si tropiezas.

Me hago hacia atrás un poco para poder agarrar impulso con la carrera. Inhalo profundamente y, aún conteniendo el aire, troto hacia el borde del terreno y luego pego el salto, despegándome del suelo. He tomado más impulso del que debería, pero logro llegar al otro lado. Jera tiene que atajarme para frenar mi aterrizaje, de lo contrario, con toda esa fuerza, habría pasado de largo y, probablemente, rodar cuesta abajo.

—Buen salto. Aunque algo exagerado —acota.

—Sigo aprendiendo a medirme —farfullo.

Aún me tiene agarrada. Por el apuro de tomarme, su mano ha terminado sobre mi cintura, pero por debajo de mi camisa. Un escalofrío me recorre toda la columna y los elefantes me atacan el estómago una vez más. Está muy cerca y su olor y calor me atraen de una forma que nunca he sentido antes.

—Perdona —farfulla y me suelta al darse cuenta dónde está tocando.

—Está bien... —balbuceo. Me aclaro la garganta y ruego porque no se me note que me he ruborizado—. ¿A dónde estamos yendo? —pregunto, cambiando de tema.

I. The Calling ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora