Capítulo 32.

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DAÑOS COLATERALES



No quiero regresar a la fogata. Aidan me ha quitado todas las ganas de seguir en este lugar, sólo quiero irme a casa. Estoy cansada y no sé por qué estoy tan adolorida. Me ha costado hasta levantarme y caminar para salir de la casona de Los Primeros.

Tambaleándome y afirmándome de todo lo que me sirviera de apoyo, logro llegar a la casa de Jera. Ruego que no se encuentre Aidan ni Kodran dentro. Intento abrir la puerta y descubro que no está cerrada con llave, así que entro a la casa. Cuando cierro la puerta a mis espaldas, las piernas me ceden y caigo al suelo con fuerza.

—¡Mierda! —mascullo.

—¿Mack?

La voz de Jera me llega desde el fondo de la casa.

—Sí, soy yo.

En un segundo, Jera está en el salón. Me mira con el ceño fruncido y se precipita hacia mí, me agarra de los brazos e intenta levantarme, pero las piernas no me responden.

—¿Qué te ha pasado? ¿Cambiaste otra vez? ¿O te metiste en una de las riñas de lobos? —farfulla, arrodillado frente a mí.

—No sé que me pasa —replico—. Creo que Aidan me ha hecho algo.

—¿Qué? —espeta. El rostro se le tiñe de rabia, la mandíbula se le tensa y los ojos se le encienden como el fuego—. ¿Qué te hizo ese idiota?

—No lo sé. Me he rehusado a hacerle caso, sus ojos se volvieron extraños, cómo lo que te sucede a ti a veces y luego he sentido que me faltaba el aire y que todo el cuerpo me dolía —explico burdamente.

La expresión de Jera se relaja un poco, aunque sigue visiblemente molesto.

—Se llama Adlyder. Se traduce a "obedece". —Me pone los brazos alrededor de su cuello para que pueda agarrarme y luego me toma por la cintura. Se levanta conmigo colgándole de los hombros y me ayuda caminar hacia el sofá. Una vez allí, me dejo caer en el mueble con una mueca en el rostro—. Es una especie de habilidad que tienen los alfas sobre los miembros de su manada —continúa y se sienta a mi lado—. Normalmente, la sola presencia del alfa hace que quieras agachar la cabeza, pero en ciertos lobos no funciona del todo, así que utilizan el Adlyder para subordinar a los rebeldes. —Me dedica una larga mirada y luego sonríe con diversión—. Como tú.

—Maldito bastard... ¡Ay!

Me he intentado acomodar y el cuerpo se me ha sacudido por el dolor.

—No te exijas tanto. Sus efectos durarán al menos toda la noche y empeoran si haces movimientos bruscos.

—¿Y por qué rayos duele tanto? —refunfuño.

—El Adlyder afecta al lobo. Lo somete a través del vínculo que te une a nosotros, a él.

—O sea, ¿me han dado una paliza espiritual?

Jera se ríe.

—Algo así.

—Tu hermano es detestable.

El chico suspira.

—No puedo debatir eso —comenta—. Veo que has recibido el paquete de bienvenida —dice, señalando el estuche de las dagas.

—Sí. Y Aidan ha dicho que él se encargaría de entrenarme con esto.

Jera frunce el ceño.

—De seguro ha sido idea de Los Primeros, más específicamente, de mi padre —bufa—. Aidan jamás entrenaría a alguien por la pura bondad de su corazón.

I. The Calling ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora