12
LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO
No suelo enfermarme con facilidad. De hecho, no puedo recordar la última vez que caí cama resfriada. Por lo que para mi familia verme en este estado, es algo nuevo.
Mis hermanos cargaron conmigo a mi cuarto. Mamá me prepara un té y un caldo para entrar en calor, Meg me pone trapos húmedos en la frente y Mase ha bajado a toda velocidad a revisar en las cajas de la cocina algún termómetro y medicina. Sin embargo, no es frío lo que siento y eso es lo que intento explicarles a ellos; es calor. Siento que me sofoco, como si estuviese en un sauna encerrada sin ninguna ventilación. El dolor de cabeza ya casi ha desaparecido y las náuseas ya no están. Mason vuelve a mi habitación con el termómetro y no necesito preguntar qué tan malo es una vez que éste me marca la temperatura, las caras de ellos me lo dicen todo.
—¡Hay que llevarla al hospital! —exclama Meg.
Han salido de la habitación para hablar en el pasillo, creyendo que no puedo oírlos.
—Todavía no he tenido tiempo de recorrer todo el pueblo —dice mamá—. No estoy segura de dónde queda.
—Mamá, está sobre los cuarenta grados —farfulla Mase—. Es demasiado peligroso dejarla así, sin medicina.
—Lo sé, Mason —masculla mamá.
Está de los nervios. La conozco. No tiende hablarle de esa forma a Mase.
—Creo que sé qué podemos hacer. —Oigo que Meg musita—. Espérenme aquí.
La escucho entrar a mi cuarto una vez más. Honestamente, a penas logro mantener los ojos abiertos, es poco lo que puedo ver entre la oscuridad de mi alcoba y la conciencia escapándose de mí. Si bien el dolor de cabeza se ha ido, la siento pesada y sólo quiero dormir. Creo que Meg está revisando mi bolso y luego la oigo salir. No logro seguir el hilo de la conversación que mantienen afuera, el sueño me vence demasiado rápido.
No tengo idea de cuánto tiempo ha pasado para cuando despierto, pero me siento mucho mejor. Ya no me ahogo por el calor y los malestares que sentía en el cuerpo se han disipado. Sólo siento una pequeña tensión muscular, pero le resto importancia. Me fijo en reloj sobre mi mesa de noche, son las 9 am. Ya es el día siguiente y no puedo creer que he dormido más de 12 horas seguidas. Mamá debió de decidir dejarme en cama por hoy.
Me levanto y me alegra darme cuenta que no me tambaleo. Bajo las escaleras sintiendo un hambre voraz abrirse paso por mi estómago, sin embargo, no hay nadie en el primer piso. La casa parece estar vacía. Subo nuevamente para verificar y, efectivamente, me encuentro sola. Bajo una vez más y veo, pegada con un imán al refrigerador, que hay una nota con la letra de mamá, dice que ha salido a comprar unas cuantas cosas para el almuerzo y medicina para mí. Agarro una manzana del frutero para calmar el hambre que azota mientras busco algo más contundente para desayunar. El tono de llamada de mi celular me interrumpe, no tengo idea de dónde podrá estar, pero se escucha cerca, aquí en el primer piso. Lo encuentro en la mesa del centro de la sala y me sorprendo al ver el nombre del contacto.
—Esto es raro —contesto una vez que descuelgo.
—¿Más raro que tú llamándome primero? —replican del otro lado de la línea.
Me siento en el brazo del sofá que tengo al lado.
—¿De qué hablas? ¿Tienes alucinaciones? Porque yo no te he llamado.
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I. The Calling ©
Lupi mannariPRIMER LIBRO TRILOGÍA LA PREDICCIÓN DE LA VALA Sinopsis. La única preocupación que Mackenzye Nightshade siempre ha tenido, es su familia. Ella es la hermana mayor. Ella es el pilar de su madre desde que su padre se esfumó en el aire cuando tenía nu...