Capítulo 64.

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LA CASA DEL CUERVO



Jera ha salido del hostal, así que cuando termino mi desayuno, salgo a buscarlo. No me parece correcto que se encuentre solo en estos momentos. Si bien lo que Aidan ha dicho le ha molestado, sé que su humor se debe al hecho de que hemos fallado en lo que ha puesto tantas esperanzas. Claro que yo también estoy un poco decepcionada, pero él es quién más esperó tener buenos resultados. Afuera del hostal, a unos pocos minutos caminando, hay un lago congelado. No es la cueva cerca de Moonfall en la que siempre se refugiaba cuando algo le perturbaba, pero es algo que se le asemeja, así que he imaginado que estaría allí. Y así es; Jera está de pie observando el agua congelada. En el apuro de ir a ver a Astrid, no ha salido muy abrigado y, a pesar de que tenemos una temperatura corporal mucho más alta de la normal, el frío de Noruega penetra mucho más que el de Beckinsale y él sólo lleva un suéter encima. Me acerco a él, debe de haberme oído, pero no se voltea, me paro a su lado y lo abrazo por la cintura. Jera pone un brazo encima de mis hombros y sigue observando el lago.

—¿Estás bien? —murmuro.

—Lo siento. Te dejé sola desayunando con el imbécil de mi hermano —refunfuña—. Es que su comentario me enfado, tal vez en otras circunstancias lo habría ignorado, pero ahora...

—No es sólo por su comentario, ¿verdad?

Jera no responde, no de inmediato. Tampoco me mira. Sé que siente que no puede darme la cara porque él me ha animado a poner mi fe en ese libro.

—Lo siento —musita—. Creo que tenías razón. No debí de confiarme tanto en ese grimorio. —Finalmente, posa sus ojos en mí—. Te fallé.

Niego con la cabeza.

—No. No lo hiciste. Y yo tampoco tenía razón —replico—. Está bien tener fe en algo. Al menos, lo intentamos, hicimos al respecto... sólo lamento haber herido así a Astrid.

El chico me toma una mano y me besa los nudillos.

—Yo también tengo la culpa de eso —farfulla—. Además, Astrid lo hubiese hecho incluso sin que lo hayamos pedido.

—Eso es verdad —señalo—. ¿Crees que ella estará bien? ¿Cuando... ya no estemos?

—Sí, se repondrá pronto —asegura—. Nos echará de menos, pero tiene otras cosas de las que preocuparse. Einar es una de ellas, su abuela también...

—Y Cassian.

—No me gusta la idea de dejarla sola cuando se enfrente a eso tipo —masculla—. Pero creo que, al menos, puedo contar con Aidan para eso.

Lo miro con ambas cejas alzadas.

—¿En serio? —farfullo con incredulidad—. Tiene un impresionante historial de siempre cagarla, ¿sabes?

Jera se carcajea.

—Sí, lo sé. Sin embargo, jamás pondría en peligro a Astrid o la dejaría hacer algo tan arriesgado ella sola —replica—. As es parte de su manda también.

Le sonrío. Jera puede estar muy enfadado con su hermano mayor, pero sigue confiando ciegamente en él. Me duele un poco el pecho; ni Aidan ni Kodran podrán perdonarse nuca el haberse perdido la oportunidad de aprovechar al máximo a este maravilloso chico, tenerlo en sus vidas el tiempo que sea. Y me apena pensar que, a pesar de todo lo que le han hecho, Jera continúa pensando en ellos. Al menos, en su hermano.

I. The Calling ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora