PRÓLOGO
"Todo humano tiene su bestia interna,
momentos de agonía ella se muestra.
Los lobos tienden a aullarle a la luna,
algunos por simple soledad.
Otros, por contarle sus penas sobre lo que alguna vez fueron"
—Anónimo.
Siete años atrás.
Moira siempre estaba junto a la chimenea revisando las viejas fotos y libros de su difunto marido. Trevor, su marido, fue un importante historiador y antropólogo. Vivió y murió por la historia. Recorrió casi todo el mundo, visitó lugares recónditos y viajó a donde sus instintos lo llevaran, recolectando toda clase de objetos y libros de todas las culturas y países que pudo pisar. Su casa podía, fácilmente, pasar por un museo.
Moira encontraba paz hurgueteando entre las cosas que dejó atrás. La hacían sentir menos nostálgica y más acompañada, aunque ni siquiera ella se atrevía a tocar las posesiones más antiguas y preciadas que Trevor atesoraba. Incluso en la muerte, ella respetaría los deseos de su esposo por cuidar esas cosas lo más que pudiera.
Unos sigilosos pasos parecidos a los de un gato le advirtieron la presencia de alguien a sus espaldas, cerca de la escalera. Era tarde por la noche ya, pero no tenía que girarse para averiguar de quién se trataba.
—¿De nuevo sin poder dormir, Kenzye?
Los pequeños pasos se hicieron más rápidos sobre la hueca y gastada madera. Pronto, su nieta mayor, Mackenzye, se encaramaba sobre el brazo del sillón hasta lograr acomodarse sobre su regazo. La niña la miró con una inocente sonrisa, esbozada algo más grande de lo habitual y mostrando casi todos los dientes, tal cual gato de Cheshire.
Moira la miró con una mezcla de diversión y reprimenda en los ojos. Su nieta tenía serios problemas para poder dormirse a una hora decente para un niño de diez años, tenía la costumbre de mantenerse despierta hasta que casi amanecía y luego costaba levantarla en la mañana para la escuela, pero al menos cumplía con sus responsabilidades y no le afectaba en sus calificaciones. Había intentado de todo para tratar de ayudarle a conciliar el sueño, pero simplemente no ocurría, aunque había ocasiones en las que sólo un corto cuento suyo lograba relajarla lo suficiente como para convencerla de volver a la cama.
Bastaba con verle la carita y los gigantes ojos celestes para saber qué era aquello lo que le estaba pidiendo.
Sin poder contener una risita, Moira le acarició el cabello y se acomodó mejor con su nieta encima en aquel viejo sofá.
—Está bien —alargó—. Te contaré un cuento. Pero luego te irás a la cama, sabes que Meghan suele despertarse con facilidad si no te siente cerca de ella. —Le advirtió.
Su nieta asintió efusivamente.
—Veamos... —Moira suspiró. Tal como su marido, ella era una gran fanática por las historias también y se sabía de memoria bastantes de ellas. Siempre intentaba contarle una diferente en cada ocasión a sus nietos, en especial a Mackenzye, que se aburría con facilidad de las repetidas—. Hace mucho tiempo atrás, y te digo, muchísimo tiempo atrás —comenzó—. Cuando la gente creía en magia y en las cosas que acechaban en la oscuridad. En un lugar muy lejos de aquí y muy diferente, existía un pequeño pueblo, en ese pequeño pueblo vivía una pequeña niña. —Le tocó la nariz con el dedo a Mackenzye. La niña se rio bajito—. Cuando el hielo se derretía y las flores empezaban a florecer, la pequeña niña se aventuraba hacia el interior del bosque que estaba cerca del pueblo para visitar a su abuela. Un día, cuando la fue a visitar, su madre le advirtió que tuviera cuidado, que había un peligroso lobo merodeando por allí y tenía miedo que intentara dañarla...
Mackenzye arrugó la frente.
—Abuela, ya he escuchado esta historia —Se quejó—. Me la contaron en la escuela. Quiero una de tus historias, una nueva.
Moira le sonrió y la rodeó con sus brazos para acercarla más hacia ella.
—Kenzye, cariño —dijo suavemente—, mi versión de este cuento es mejor —Le susurró en el oído—. Es una versión que la gente no conoce. ¿Quieres que te siga contando?
Los ojos de Mackenzye se tiñeron de asombro.
—Quiero escuchar tu versión —contestó con entusiasmo.
—Seguiré, entonces. —Se aclaró levemente la garganta—. La pequeña se adentró al bosque y caminó a la casa de su abuela. No se topó con el lobo, pero un día se cruzó con un oso que intentaba proteger a su cría y atacó a la niña, pero fue el lobo al que llamaban feroz el que la salvó. —Mackenzye abrió la boca, sorprendida—. Desde ese día, la pequeña trataba de acercarse al lobo, pero él siempre se alejaba. Hasta que un día, el lobo se acercó a ella y desde entonces se volvieron muy amigos...
—Abuelita —interrumpió una vez más.
—Dime, cariño.
—¿Por qué tu versión es diferente? ¿Por qué la gente no la conoce? —cuestionó—. Lo que me contaron en la escuela fue que el lobo se la comió a ella y a su abuela.
Moira le acarició el cabello a su nieta. Un extraño color tenía la niña: blanco, blanco como la nieve recién caída y como el papel más limpio. No era albina ni sufría de ninguna condición genética, pero nació con aquel color. Y para Moira era la niña más preciosa.
—Porque mi versión es la verdadera historia —respondió—. Es una historia que se ha pasado por generaciones a la gente que tiene qué saberla, qué necesita conocerla.
La niña volvió a arrugar la frente y, con ella, la nariz.
—¿Por qué?
Moira se le acercó.
—Porque es una historia que no debe repetirse, Kenzye.
Su nieta seguía sin comprender bien sus palabras y sabía que preguntaría otra vez el por qué, pero fue la voz de Meghan lo que se lo impidió.
—Hermana —dijo con un hilo de voz desde el inicio de las escaleras en el segundo piso—. Tengo pesadillas.
Mackenzye suspiró y se bajó del regazo de su abuela. A Moira seguía impresionándole aquello; con ella, Mackenzye era una niña, una niña de diez años que aún creía en cuentos de hadas, pero con sus hermanos menores, Mackenzye crecía, dejaba atrás esa inocencia e infantería para poder cuidarlos.
—Ya voy —farfulló.
—Recuerda bien esta historia, cariño. Es importante.
La niña se giró a verla.
—Creí que sólo la gente que necesitaba saberla debía de recordarla, abuela —replicó.
Moira le sonrió.
—Y tú eres una de ellas, Kenzye.
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I. The Calling ©
Loup-garouPRIMER LIBRO TRILOGÍA LA PREDICCIÓN DE LA VALA Sinopsis. La única preocupación que Mackenzye Nightshade siempre ha tenido, es su familia. Ella es la hermana mayor. Ella es el pilar de su madre desde que su padre se esfumó en el aire cuando tenía nu...