Capítulo 22.

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INJUSTA ES LA MUERTE



Hemos comido un poco más y luego Astrid me ha llevado a su cabaña dentro de la comunidad. Es muy parecida a la de Jera, pero tiene un segundo piso con más habitaciones y muchas más cosas que su casa en el pueblo, al parecer, pasa más tiempo aquí que allá.

—¿A qué edad llegaste aquí? —pregunto, mirando los libros en el estante de la sala.

—A los diez —responde y sale de la cocina con dos tazas humeantes, huelen a chocolate—. Mi abuela decidió que era mejor para mi formación quedarme aquí.

Me tiende una taza y nos sentamos en el sofá.

—¿Tú sola? ¿A los diez años? —farfullo.

Ella se encoge de hombros.

—Sí. Bueno, no estuve completamente sola. Aquí cuidaron muy bien de mí. —Me sonríe y veo la nostalgia en sus ojos—. Y tenía a Jera y a Aidan. Ya te lo dije, no siempre fue un idiota.

—Ajá... —musito—. ¿Y? ¿Cuándo te diste cuenta de que estabas enamorada de él? —agrego con picardía.

La pálida piel de Astrid toma color rápidamente, volviendo su rostro un tomate. Incluso se llega a atorar con el chocolate caliente. Me rio a carcajadas de su reacción.

—¿De qué estás hablando? —exclama—. ¡No estoy enamorada de él! —replica con demasiada vehemencia para ser verdad.

—Tu cara y tu reacción no dicen lo mismo —Me burlo.

—¡Claro que no!

—Venga, no puedes mentir, Astrid. Se te nota en la forma en la que hablas de él.

Ella abre la boca para volver a contradecirme, pero la cierra y se limita a observar el líquido café dentro de la taza. Le veo como se le suben los colores una vez más a las mejillas.

—Eres fastidiosa —refunfuña—. Está bien —resopla—. Puede que haya tenido un flechazo por él cuando tenía catorce años... —alarga. Alzo ambas cejas, conteniendo la risa en la garganta porque es muy divertido ver a la siempre confiada Astrid avergonzarse de esa manera—. ¡Pero ya no es así! —aclara—. Se ha vuelto alguien frío, arrogante y se comporta con un imbécil. Sobretodo con Jera —bufa. Se tira hacia atrás para apoyar la espalda en el respaldo del sillón—. Tampoco es que hubiese tenido oportunidad alguna con él. Jamás me verá como algo más que una especie de hermanita y... —Su semblante se torna más serio—... también está el hecho de que las relaciones románticas entre Valas y Cambiaformas están prohibidas.

—¿Qué? ¿Por qué?

Ella pone los ojos en blanco.

—Reglas antiguas basadas en leyendas más viejas aún —responde—. No lo sé. Se acordó hace muchísimos años atrás entre los mismos Cambiaformas y el Sirkel.

—¿El...? ¿Qué?

Sirkel —repite—. Significa "Círculo" en noruego. Son quiénes rigen a los Practicantes, quiénes dictan las reglas y las hacen cumplir. Algo así cómo Los Primeros. Sólo que son mucho más estrictos, cerrados de mente y... poderosos. Muy poderosos.

—Así que también tienes entidades a las que obedecer —acoto.

—Sí. Pues sin ellas, habría caos.

—Eso es cierto. Pero... ¿cómo pueden seguir rigiendo de esa forma si se basan en "leyes" que se formaron hace tantos años? —farfullo.

—Por el mismo motivo que nuestros orígenes son demasiado antiguos y poderosos es que tenemos que acatarlas. A pesar de que los años han avanzado, nuestra gente no —replica—. Créeme, no estoy a favor de muchas cosas que imparte el Círculo o Los Primeros, pero entiendo el por qué es así.

I. The Calling ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora