Capítulo 25.

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SKOLL & HATI



No, no es posible.

¿Yo? Yo no puedo acabar con semejantes bestias. A penas si puedo correr un determinado tramo sin acabar de rodillas rogando por aire, daba pena cuando Rossi me llevaba a hacer senderismo con ella. ¿Cómo es posible que crean eso?

—¿Qué? —espeté—. Estás loco. Yo no podría...

Me detengo. Mi mente comienza a trabajar a toda velocidad: el dolor de mi cuerpo, la sensibilidad de mi piel, la repentina evolución de mis sentidos, el impacto que ha tenido la voz de Aidan sobre mí... y esa... extraña tensión que siento entre los dos hermanos y yo, como si hubiese algo que nos estuviese rodeando...

No. No, no, no. Me niego a creerlo. No es posible.

—Escucha. —La voz de Jera está siendo sorprendentemente suave en estos momentos—. La primera transformación...

—No lo digas —interrumpo—. No es posible. Yo no soy cómo ustedes —mascullo—. Tiene que haber otra explicación. Yo no soy capaz de hacer algo así, soy una simple humana...

Aidan ingresa a la habitación y en dos zancadas se encuentra parado al lado de la cama. Si antes era consciente de su imponente presencia, ahora la percibo el triple, es como un peso que intenta aplastarme, a bajar la cabeza ante su mirada de acero. Pero mi orgullo es más grande y, aunque me costara, mantuve la cabeza en alto.

—Lo creas o no, da igual. Es un hecho —vocifera—. ¿Por qué crees que estás así? El dolor de cuerpo después de las primeras transformaciones son insoportables, ¿verdad?. —Sonríe de manera altanera—. Debes de tener la piel a flor de piel... —Su dedo índice con suerte me toca sobre el hombro y me hace apartarme bruscamente por la electricidad que me ha recorrido ante ese leve tacto—. Tus sentidos están más desarrollados que nunca. —Chasquea los dedos justo al lado de mi oído y hago una mueca al notar lo desagradable que se ha sentido aquel sonido—. Deja de negar lo que eres, Mackenzye. Mientras más rápido lo aceptes, más fáciles se volverán tus cambios y de más utilidad nos serás. De lo contrario, sólo serás un estorbo —gruñe.

La ira ebulle en mi interior. Tengo ganas de agarrarlo de la camisa y pegarle un puñetazo en el rostro. Me he encontrado con gente que me ha hecho perder los estribos antes, pero siempre he logrado controlarlo, sin embargo, esta vez, me cuesta el doble; siento que tiemblo de pies a cabezas por tratar de contenerme. Aidan parece notar mi estado. Levanta la mano con la intención de agarrarme el mentón, pero no llega a tocarme. Jera le coge la muñeca con fuerza y lo mira con enfado. Hay un par de segundos de tensión entre ambos hermanos antes de que el alfa se zafe de la mano de Jera y se aleje de la cama para volver a la puerta. Mira sobre su hombro hacia su hermano menor.

—Kodran vuelve mañana —anuncia—. El ataque y el cambio de ella lo ha obligado a regresar. Realizaremos su iniciación. —Sus ojos se posan sobre mí. Aún siento que me corre lava por las venas—. Eres afortunada, habrá luna llena mañana —agrega de forma burlesca y se marcha.

Ese tipo me saca de mis casillas como nadie nunca lo ha hecho. Ni siquiera Jera, en su momento, logró fastidiarme de esa manera. ¿Quién demonios se cree para andarme diciendo qué hacer y disponer de mí como si fuese un objeto?

—Respira si no quieres desencadenar otro cambio —aconseja Jera suavemente—. Y realmente lo agradecería por son sábanas de sedas —dice señalando el colchón.

I. The Calling ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora