7. Padre Viento

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Alina vio por primera vez la luna llena en aquel mundo extraño esa noche, mientras miraba por la ventana de su cuarto, notando que aunque los dos mundos tenían una sola luna, la noche era muy diferente. La luna que tenía frente a sus ojos parecía más grande y esplendorosa de lo que recordaba y las constelaciones le eran desconocidas, más abundantes y brillantes. A su vez, el cielo era más bien con tono azul oscuro, casi violeta, en lugar de negro. Alina se sintió nuevamente una intrusa en este mundo, pero no dejaba de parecerle maravillosamente bello. Extrañaba a su familia, extrañaba su casa y su mundo.

No podía parar de imaginar qué estaría ocurriendo en su casa, qué pensaría su familia de su desaparición o su enfermedad. Su padre estaría haciéndose el fuerte dejando ver poca debilidad por el bien de su madre y de su hermana. Tomaría las riendas del asunto ya sea para encontrarla o para curarla, moviendo los pocos contactos que tenía, y sufriría en silencio. Su madre sería un poco más demostrativa y era la persona por la que más se preocupaba Alina. No dudaba que estaría deprimida y temía que se volviese algo serio. El mundo de su madre giraba en torno a sus dos hijas, quizás no lo más lógico o sano que podría hacer, pero era la realidad y esperaba que su padre y su hermana estuviesen allí para ella. Su hermana, nunca se hubiera imaginado que extrañaría tanto a una persona con la que se llevaba tan mal y con la cual era tan diferente.

Carla era bonita, sociable, un poco tonta a veces aunque Alina pensaba que si estudiara más seguido en lugar de salir con sus amigos le iría mucho mejor en la secundaria. Sólo un par de años las separaban, Alina siendo la más grande, pero la personalidad jovial de Carla chocaba seguido con la más seria y solitaria de Alina. Sentía la falta ahora de esos choques, de una persona que se le enfrentara haciéndole ver el lado opuesto de las cosas a pesar de la testarudez y las respuestas frías. Una persona que le recordase que había un mundo detrás de las historias, gente interesante con la que hablar, ropa linda que comprar y fiestas a las que asistir. Sin esa guía, Alina temía dejarse llevar por su lado ermitaño y frío alejando a las únicas personas que conocía en este mundo. ¿Cuánto la dejarían quedarse en el palacio, viviendo como una invitada, antes que la devolvieran a la calle en busca de su propio sustento? Lloró un poquito en silencio acurrucada en la cama mientras miraba por la ventana abierta.

Un viento húmedo y unas nubes amenazadoras, que se acercaban desde dónde Alina había aprendido se encontraba el océano, anunciaban una próxima tormenta. Si había algo que le gustaba más a Alina que mirar la luna llena, era mirar las tormentas eléctricas en la noche. Le aumentaba su adrenalina como cuando se subía a una montaña rusa. Con el conocido cosquilleo en la espalda, Alina acercó una silla a la ventana e intentó no pensar en su casa y en su familia.

Su atención a la tormenta duró poco, distraída casi de inmediato por una figura que caminaba por el patio mirando el cielo. Era Ian, el ángel caído esa tarde, una imagen casi bíblica. Alina se preguntó si ya se habría recuperado de las heridas de la tarde, observando que ya no tenía el ala quebrada.

Sin pensarlo mucho, la intriga le ganó a la vergüenza y pronto se encontró caminando rápidamente por los pasillos del palacio camino al jardín. Silenciosamente, se acercó al ángel y por un momento quedó hipnotizada por la belleza dorada del ser. Sus alas estaban completamente desplegadas, casi dos metros de plumas que brillaban a la luz de la luna, a punto de cubrirse con nubes. Ian tenía su rostro al cielo, esperando algo con anhelo y disfrutando de una sensación oculta. Los rayos y la luna generaban sombras e iluminaban ciertas partes del jardín y observándolo Alina tuvo la misma sensación que al estar mirando la tormenta eléctrica. Se acercó lentamente, como en un sueño, extendiendo una de sus manos para tocar las suaves plumas, pero justo a último momento, las alas se replegaron y el ángel se enfrentó con brusquedad a ella poniendo cierta distancia entre ambos.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora