54. Alguien con quién hablar

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 —Ya saben lo que tienen que hacer, no me decepcionen –dijo la sombra despidiéndolos fastidiosamente con un movimiento de la muñeca.

Sus demonios supremos asintieron con la cabeza y se retiraron apresuradamente de la caverna, ninguno aguantando mucho tiempo ante la sensación opresora de la sombra. Emir, sin embargo, se mantuvo en el mismo lugar moviéndose nerviosamente y haciendo amagues para decir algo, pero no teniendo el coraje de hacerlo. La sombra se apiadó.

—¿Quieres decirme algo? –preguntó desde su elevado trono de piedra.

—Me estaba... me preguntaba si... si conoce la razón por la cual la iluminada y usted son... así como son... digo por su... conexión o... o lo que sea... –preguntó trastabillando en sus palabras, insinuando más de lo que decía.

—No, no lo sé y asumo que la iluminada tampoco lo sabe. Simplemente somos como somos –dijo la sombra lentamente dándole una oportunidad al chico nervioso.

—¡Pero tiene que existir una conexión! ¡Algo que lo explique! ¡No tiene sentido en caso contrario! –chilló Emir perdiendo todo el sentido de respeto o miedo.

La sombra estaba entretenida más allá de lo usual, el entusiasmo de su nueva adquisición era verdaderamente contagioso y no pudo evitar sonreír escondida detrás de su capucha. ¿Cuántas veces se había preguntado lo mismo al ver a través de los ojos de alguno de sus demonios a la iluminada? A diferencia de la mimada niña que era su enemiga, la sombra no tenía a quién preguntarle ni una biblioteca gigante a la que acudir cuando tenía una duda.

De todas maneras no era algo que la perturbara demasiado, le era indiferente su naturaleza mientras con ella encontrara poder. Aunque, si era honesta consigo misma, había momentos aislados en los que las dudas la acechaban.

Ella era una aglomeración de energía negativa que disfrutaba del sufrimiento ajeno, la ambición y el poder, pero, ¿dónde estaba el límite? Porque a pesar de que todos temblaran ante su presencia, de que el mundo entero temiese incluso decir su nombre, ella se sentía no muy diferente al resto. Era verdad que no entendía algunos conceptos básicos como la amistad, el amor y la caridad, pero sí entendía lo que era el respeto, el coraje y el orgullo. Si era pura energía negativa, ¿por qué sonreía cuando sus demonios festejaban una victoria? ¿Por qué disfrutaba de una sabrosa comida? ¿Por qué le estaba dando la oportunidad a este esquelético chico de hablarle con tanta confianza?

Quizás no sería tan malo hablarlo con alguien después de todo, le podría dar una ventaja ante la iluminada. Por alguna razón no le parecía tan horripilante conversar un rato con este chico de voz chillona como lo era con sus demonios. Tampoco le importaba conocerla.

Cuidadosamente se levantó de su trono y caminó hacia Emir, quién temiendo haber cruzado alguna línea de respeto invisible retrocedió unos cuantos pasos hacia la puerta tensionando su mandíbula por el miedo.

—Acompáñame a almorzar y hablaremos de esto un poco más –le dijo haciéndole señas para que la siguiera.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora