6. El ángel

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—Hola —saludó Alina mientras entraba en el vestíbulo del palacio agradecida por haber encontrado a alguien conocido—, por favor dime que estás libre y me rescatarás de una nueva clase con Misael. Mi cabeza no puede tolerar una palabra más de su boca. ¿Vamos a recorrer la ciudad?

A medida que caminaba hacia Mayra algo le llamó la atención. La chica se encontraba cruzada de brazos, con la frente fruncida, golpeando el piso con su pie a un ritmo nervioso y mirando hacia un punto fijo. Mayra le lanzó una mirada filosa que la hizo parar en sus pasos a mitad de camino. Los pequeños y traviesos príncipes corrían por el vestíbulo alrededor de Mayra jugando con una pelota sin parecer estar afectados por el malhumor.

—¿Qué sucede? —le preguntó de forma tentativa pensando dónde se habría ido la dulce Mayra que había conocido estos dos últimos días.

—Lo voy a matar, siempre hace lo mismo. Y que no me venga con esa excusa suya de su problema de memoria porque...

—¡Perdón! Me olvidé –dijo una voz a su espalda con una risita.

—¡Hace media hora que te estoy esperando, Elio! —su mirada hizo retroceder un metro a Alina y a los príncipes suspender su juego.

Bueno, quizás Alina todavía no conocía a la verdadera Mayra enojada. Un estruendo sonó dentro del vestíbulo haciendo retumbar las paredes. Todos menos Mayra miraron hacia el techo pero enseguida volvieron su vista a la chica. Elio hizo una mueca arrepentimiento y calmadamente se acercó a Mayra como si fuese un animal peligroso.

—Sí, bueno, sabes que mi memoria no es muy buena.

Una nueva mirada de fastidio por parte de Mayra, dos metros de alejamiento por parte de Alina, dos niños salían del vestíbulo apresuradamente dejando una pelota rebotando en el suelo. Un estruendo aún más fuerte hizo que Elio y Alina se llevaran las manos a los oídos y cerraran los ojos por instinto.

Cuando los volvieron a abrir, encontraron a Elio bajo una nube negra que hacía llover en su cabeza como en las caricaturas. Alina intentó contener su risa pero fue salvada por Emir que hizo justo eso al entrar al vestíbulo.

—¿Cuánto tiempo voy a tener esto siguiéndome por todos lados? —preguntó un resignado, y empapado, Elio.

—¿Para qué decirte? Te olvidarás de todas maneras –Mayra respondió sarcástica pero más tranquila.

—¿No puede deshacerlo con el poder cuando Mayra se vaya? —susurró Alina a Emir.

—Toma años aprender a manejar el poder del clima sin generar huracanes y sequías en otros lados. Fue la perdición de un pueblo entero que vivía en una isla en el sur. Además, si Mayra se entera que se salió con las suyas créeme que será PEOR –explicó Emir recalcando las últimas palabras—. Joy, ¿qué haces por aquí?

Alina no se había dado cuenta que el hombre había entrado y que por supuesto lanzaba miradas divertidas a Elio con su gran nube negra persiguiéndolo mientras caminaba.

—Si hay estruendos quiere decir que algo interesante está pasando que no me puedo perder.

Fue sólo cuestión de un segundo, más bien una milésima de segundo. Los ojos de Mayra desviaron repentinamente su mirada desde Joy hacia la puerta. Alina sintió que ese movimiento de ojos había cortado la atmósfera del lugar, como si todo se suspendiera en el tiempo por un fragmento de segundo. Si antes le habían parecido filosos, estos ojos cortaban diamante. Mayra se echó a correr fuera del palacio, con determinación absoluta y sus ojos fijos como lanzas que hacían que las personas se corrieran de su camino asustadas, incluso los guardias. Nadie le preguntó qué pasaba, nadie la cuestionó, pero Alina se encontró corriendo a toda velocidad detrás de ella, al igual que Joy, Emir y Elio con su nube negra.

—Por si te lo estabas preguntando, fue así como supimos que ibas a llegar –gritó Joy mientras corría jadeando.

Salieron del palacio y siguieron corriendo por las calles de la ciudad hasta que Alina estuvo perdida debido a todos los giros y vueltas que habían dado, deteniéndose finalmente de golpe. Mayra seguía en silencio, pero ahora su mirada fija en el cielo como buscando algo en la inmensidad, respirando entrecortadamente. Los habitantes de Gael la miraban asombrados por su luminosidad y atraídos de la misma forma que Alina lo había estado días atrás. Muchos de ellos nunca la habían visto, pero la reconocían y la señalaban sorprendidos murmurando entre ellos, luego miraban el cielo siguiendo su mirada. Ninguno se acercó, sin embargo.

No había ninguna nube en el cielo, por lo que fue fácil distinguir al cabo de unos segundos un pájaro quizás. A medida que se iba acercando se dio cuenta que no era eso, era un hombre, un hombre alado que volaba, o eso parecía intentar hacer. Más bien parecía estar tambaleándose en el aire. Cada segundo se acercaba más, pero también descendía más abruptamente. Estaba herido, el hombre alado, ángel, pájaro, o lo que fuese estaba desplomándose desde las alturas.

El pecho de Alina comenzó a doler de la impotencia, paralizada mientras observaba a la criatura precipitarse al suelo. Todos se habían dado cuenta de lo que ocurría pero permanecían como estatuas de hielo, inmóviles sin poder hacer nada para evitarlo. Observó cómo Emir intentaba impulsarse con las piernas como queriendo despegar del suelo, con la cara roja del esfuerzo, pero únicamente logrando un salto de unos metros ayudado por una ráfaga de viento.

Esa misma ráfaga de viento aumentó en intensidad de un segundo para el otro y comenzó a girar en círculos convergiendo en un punto exactamente frente a ella como un tornado invertido en miniatura. En un principio era suave pero intenso y Alina comenzó a ver como polvo y hojas danzaban dentro del torbellino. El viento se hizo cada vez más fuerte irritando sus ojos y haciendo zumbar sus oídos dolorosamente. Otro tipo de objetos más pesados como ropa, bolsos y sombreros comenzaron a ser atraídos también. Lo raro era que toda la suciedad quedaba en el fondo del tornado mientras que la cima de la tromba era clara y transparente. Las personas comenzaron a aferrarse de las columnas y las puertas para no verse arrastradas dentro del tornado. Alina comenzó a deslizarse pero Elio, sujetado a un pilar de madera, la sostuvo firmemente por la cintura sin desviar la mirada de Mayra que permanecía en calma e inmóvil observando el cielo con la mirada perdida.

La criatura alada no tuvo más fuerzas y cayó justo en donde comenzaba la tromba a varios metros del suelo. Las extrañas corrientes de aire amortiguaron su caída e incluso permaneció suspendido en el aire antes que el viento fuese disminuyendo de a poco y bajando su cuerpo al suelo asemejándose a una hoja.

La figura agonizaba y parecía extenuada, una de sus alas doradas estaba doblada en un extraño ángulo. Alina no podía apartar la mirada de la criatura que no parecía otra cosa que un ángel. Su pelo era rubio dorado, su tez cremosa y perfecta, sus ojos amarillos. Pero lo más impresionante eran sus alas, que aun heridas, brillaban con plumas doradas mezcladas con las beige perlado. Alina no pudo seguir mirando a un ser tan perfecto torcido y sufriendo de una forma antinatural y desvió su mirada a la primer cara familiar que encontró, Emir. El chico, en lugar de mirar el ángel caído o a Mayra tiernamente atendiendo sus heridas, miraba la pila de objetos amontonados y el destrozo causado por el torbellino ahora extinto. En sus ojos, algo parecido a la envidia se asomó.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora