31. Espía

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Caminaban en silencio. Incluso Emir, que siempre animaba el andar con su corriente de palabras, había enmudecido. Alina todavía se sentía un poco avergonzada por lo ocurrido, se le crispaba la espalda cada vez que recordaba cómo se había dejado burlar por una cara bonita. Nunca le había pasado pues siempre leía muy bien a las personas, pero Lorien jugaba con la mente y su instinto había sido nublado. Incluso Dai le había advertido que el poder de la mente era algo peligroso y no sólo imágenes bonitas en la cabeza. Pensándolo bien también le había advertido sobre Lorien durante la fiesta. Miró de reojo al chico, que parecía más cansado de lo usual y caminaba tras ella a paso lento y arrastrando los pies. Lo espero y cuando Dai estuvo a su lado tironeó suavemente la trenza del chico.

—Auch —fue la única respuesta de Dai que parecía que ni siquiera tenía energía para pelear.

Su rostro estaba hinchado por el golpe que había recibido debido al poder del collar aunque finalmente habían logrado que dejara de sangrar luego de varias horas. A su vez, su voz sonaba gangosa pero todos estaban de acuerdo que había sido un milagro que sus dientes no se hubieran caído, aunque su nariz estaba rota y hubo que colocarla nuevamente en su lugar.

—Gracias —dijo la chica en voz baja.

—¿Por?

—Sabes por qué. No me hubieran encontrado si no hubieses ayudado rompiendo la ilusión de los faerlingas.

—Me hicieron enojar, no tiene nada que ver contigo

—Lo sé, de todas maneras quería agradecerte. Entonces, ahora que eres uno de los nuestros, ¿Me enseñarás a evitar que jueguen con mi mente?

—¿El poder del insecto ha afectado tu cabeza?

—No, lo digo en serio. No quiero que jueguen conmigo de esa forma. Me siguen gustando las ilusiones pero quiero tener la posibilidad de elegir si dejarme llevar por ellas o no.

—Primero, no soy uno de ustedes, soy alguien con su mismo enemigo. Segundo, no soy Maestro. El poder de la mente que tengo está en mi sangre desde que nací, es innato a mí, no sabría cómo enseñarlo. Nunca tuve clases y nadie me enseñó nada.

—De donde vengo hay un dicho que dice "Los enemigos de mis enemigos son mis amigos" —dijo Alina sonriendo inocentemente y parpadeando más de lo necesario.

—Cállate, no estoy de humor para pelear contigo —fue la respuesta definitiva de Dai, y se alejó un poco de la chica a paso cansado.

Ya encontraría como convencerlo, pensó Alina.

Mayra había dicho que su próximo destino sería el pueblo de las Logias, el último que quedaba, pero ninguno de sus acompañantes tenía el ánimo como para contarle sobre él así que le deparaban sorpresas, si es que todavía podía sorprenderse.

En el momento en que salieron de los límites de Faerl, Alina comenzó a sentir que la estaban espiando. Al principio lo desechó como ansiedad, pero poco a poco la sensación se fue acrecentando. Todavía seguían en el bosque, aunque ya habían salido de los dominios de los faerlingas, y la chica comenzó a estudiar el alrededor intentando encontrar alguna sombra o algún indicio del espía, pero sus esfuerzos fueron en vano. Era reacia a contarle al resto de sus acompañantes sus sospechas, porque el extraño silencio de sus acompañantes la intimidaba. Lejos estaban las risas y palabras amigables que abundaban al principio del viaje, pero cuando la sensación aumentaba a medida que pasaron las horas, tomó una decisión.

—Nos están siguiendo —le susurró al oído.

—¿Estás segura? —preguntó disimuladamente la otra chica.

—Siento a alguien clavando su mirada en nosotros. ¿Qué hacemos?

—Tomemos un descanso —dijo Mayra en voz alta a modo de respuesta.

Emir y Elio la miraron fijamente sospechando que el descanso no era simplemente eso. Dai, sin embargo, se desplomó sobre el piso con un suspiro de satisfacción como si hubiese estado corriendo durante horas.

—¿Qué sucede? —preguntó Elio en voz apenas audible y casi sin mover los labios mientras el grupo se apiñaba lo más cerca posible.

—Alguien nos sigue —respondió Mayra.

—¿Quién? No he visto ni escuchado nada —comentó Emir mirando para todos lados intentando buscar algún indicio del espía.

—¡Puedes parar eso! ¡No queremos que se sepa que sabemos! —le reprochó Elio pegándole en la cabeza con frustración.

—Puedo asegurarles hay alguien ahí. ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Alina nerviosa.

—No lo sé, si nos quedamos así por mucho tiempo empezaran a sospechar y de seguro atacarán, y nosotros no podemos atacar antes sin saber cuántos son ni cuáles son sus intenciones —reflexionó Mayra.

—Es uno sólo —dijo Dai con dificultad.

—Entonces atacamos —sugirió Elio.

—¡Pero todavía no sabemos qué quieren! No podemos ir atacando a cada persona que se nos cruce —reprochó Mayra.

—¿Y qué sugieres? ¿Quedarnos sin hacer nada hasta que traigan refuerzos? ¿Estamos seguros que el demonio no nos traicionará? —contestó Emir.

—Podría tratarse de algún faerlinga que nos está acompañando un poco más de lo usual —sugirió Elio.

—No, la sensación comenzó LUEGO de dejado atrás Faerl.

—Cállense. no los soporto más, necesito dormir así que terminemos esto de una vez —anunció Dai cansadamente mientras se desplomaba en el suelo y cerraba sus ojos.

El resto lo miró desconcertado hasta que sintieron la ya sacudida del ambiente, no tan fuerte como la de la noche anterior, pero si lo suficiente como para entender lo que estaba sucediendo. Un grito desgarrador y lastimero surgió desde las sombras de los árboles, y Elio, con la espada desenvainada en alto, se apresuró a acudir a la fuente. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, relajó sus músculos y descansó la espada mientras buscaba con la mirada al resto de sus acompañantes.

—Ehhhh... tienen que ver esto —dijo un poco desconcertado.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora