63. La batalla

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Asqueroso, pensó Suke sintiendo lo que estaba pasando al otro extremo de su conexión

Cállate, respondió con el pensamiento Dai.

Realmente tenían que aprender a cerrar su vínculo en algunos momentos cuando todo esto terminara.

No estoy seguro de querer eso.

Estaríamos solos.

Explícaselo a Alina cuando tengan un momento de intimidad a ver qué opina de tener a alguien espiando.

Somos uno.

No, no lo somos.

Tenemos que acostumbrarnos a la idea.

Dentro de su cabeza, ambas voces se mezclaban hasta que se hacía casi imposible distinguir cuál de los dos estaba pensando cierta idea. Estaban aprendiendo a distinguirse, pero deshacer dieciocho años de tratarse como a una persona no era sencillo.

No es momento de filosofar.

La batalla no va bien.

Aquí adentro creo que nos deparan más sorpresas.

Suke se concentró por un momento en despachar a los demonios que estaban atacando y miró alrededor, transmitiendo todo lo que veía. Dai no tendría momento de reportar lo que estaba sucediendo fuera pero mejor que estuvieran informados por si acaso.

Alrededor todo era sangre, suciedad y gritos. Suke se había unido a los battousanios para ayudarlos con su poder a crear el ataque más eficiente del ejército de la iluminada. Lo que ninguno pensó fue que los demonios los atacarían con más fiereza a ellos que al resto, previniendo el destrozo que podía realizar el pueblo guerrero.

En lo personal, los cetros no lo motivaban, pero sí podía observar el aliento que les provocaba a los solados. Cada vez que Rashieka atacaba a alguno de los demonios revoleando su nueva arma, el cetro emitía un estruendo simulando el cuerno de valentía de su pueblo. Un apabullador grito de guerra le seguía por parte de los soldados guerreros llenándolos de coraje. Nadie le diría a un battousanio que un gran palo no servía para atacar a enemigos, por más que los cetros eran más un símbolo que un arma.

Uno de los eleutherianos mantenía el cetro de su pueblo en el aire, girando en círculos fuera del ataque de las flechas. En su caso, el ruido de campanas de los anunciadores se escuchaba con cada brisa de viento guiando a los hombres alados en su ataque sincronizado. Más parecía un baile al son del ruido de los anunciadores que un ataque, si era honesto.

Por más que ya no tenía un vínculo con la sombra, Suke no se sentía arrepentido de destruir el símbolo primordial de Eleutheria. No entendía bien la importancia de los símbolos ni comprendía lo que decía la iluminada sobre crear fuerza en los pueblos a través de ellos. Eran meras cosas materiales.

Un poco más lejos, el Príncipe Mental brillaba con sus particulares rasgos haciendo juego con el cetro, seguido con confianza por todos sus soldados.

¿Cómo sería nuestro padre con los rasgos del Príncipe Mental?

No pienses en eso.

Podríamos pedir algún retrato... o incluso averiguar si se encuentra vivo.

¡NO!

Le hicimos perder el trono.

Exacto.

Suke se concentró nuevamente en la batalla dejando para otro momento la discusión de su reciente encontrada paternidad.

La batalla se volvía cada vez más fiera y, al son de algo parecido a una trompeta, varias trampas se abrieron del piso dando paso a decenas de demonios que rodearon a los battousanios. Con el objetivo fijo en el cetro, la mayoría de los demonios comenzaron a atacar simultáneamente a Rashieka haciéndola tambalear. Los battousanios se apresuraron a defender a su líder, pero eran superados en números. Poco puede hacer una única persona contra tantos ataques simultáneos focalizados, filosas espadas de por medio. Rashieka cayó de golpe y fue cubierta de apuñaladas por parte de los demonios que podían alcanzarla; el cetro rodando por el campo de batalla manchado de sangre.

Oh no.

¡Sal de ahí!

Los battousanios lanzaron un gemido de odio al ver a Rashieka morir, perdiendo todo control sobre su ataque conjunto y desperdigándose en rabia y venganza a lo largo del campo.

Esto es lo que quiere crear la sombra rompiendo los cetros, caos, desesperanza y rabia.

Suke se mantuvo inmóvil mirando hacia los otros portadores de cetros, dos de ellos se encontraban en la retaguardia con las Logias y algunos de los farlingas, pero el resto estaba vulnerable al plan de la sombra. Es lo mismo que pasó en la anterior batalla, ¿por qué la iluminada volvía a repetir el mismo error?

El Príncipe Mental fue atacado de la misma forma, pero no tenía el código de honor de los battousanios y fue lo suficientemente inteligente como para llamar a la retirada. Su cetro le fue arrebatado de golpe por uno de los demonios, que victorioso alardeó mostrándolo a sus compañeros. Arriba en los cielos, el portador del cetro de los eleutherianos se desplomó al suelo atacado por una flecha enviada por medio de una extraña máquina escondida entre las rocas.

No ganaremos esto.

Tenemos que llegar a Mayra.

¡Deja de pensar cuan calientes están los labios de Alina, entonces!

Suke se preparó para emprender la retirada pero se detuvo al ver a un corpulento demonio blandir un hacha más grande que las cabezas de Dai y Suke juntas. Con la fuerza de cinco battousanios y un sonoro y seco golpe, cortó el cetro a la mitad.

A los otros cetros les deparaba el mismo destino.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora