12. Demonio Supremo Daesuke

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Las tres mujeres se pusieron de pie y observaron a los lascivos hombres aproximarse groseramente. Irina, como única respuesta miró a los hombres divertida y provocadoramente ante el horror de Alina, y de entre el tajo de su vestido obtuvo una pequeña daga plateada mientras Masha y Sveta ahogaban una risita.

—¿Te atreves a desafiarnos gaeleano? —preguntó Irina con picardía posando el filo de la daga en sus labios de forma sensual.

A Alina se le erizaron todos los vellos de su cuerpo al escuchar esa voz. Una voz invitadora y suave, pero que parecía oscurecer todo su alrededor y disminuir el tamaño de la tienda, una voz que hizo que la chica tuviese miedo de sus recientes amigas. El hombre, sin embargo, todavía con su sonrisa miró a su camarada con superioridad y luego posó su mirada en Irina nuevamente antes de acercarse con confianza a la provocadora mujer, como si la daga estuviese en manos de un niño. Su sonrisa duró sólo unos segundos, pues cuando la distancia fue la suficiente, con un movimiento que los ojos de Alina, y al parecer los hombres, no pudieron distinguir, Irina aprisionó al hombre en sus brazos y posó el filo del cuchillo en su cuello.

—Arrogante. Nosotras, mujeres de Battousania, no nos postramos ante el poder de los hombres —dijo, su provocadora voz y su sonrisa sin rastros de haber existido, y con un rápido movimiento degolló al hombre sin titubear.

Antes de que los otros pudiesen siquiera terminar de mostrar el horror y el pánico en sus facciones, una daga proveniente de Sveta voló hasta clavarse entre los ojos de uno de ellos, y los últimos dos, aunque tuvieron tiempo para defenderse, sucumbieron a la destreza de la corta espada de Masha, que Alina supuso que estaría escondida bajo las telas de su vestido al igual que las dagas.

Le vinieron ganas de vomitar y no podía desviar la mirada del cuerpo del hombre que tenía más cerca. Sin contenerse, vació el contenido de su estómago al costado de los almohadones.

Alina siempre se había considerado valiente. Nunca tuvo miedo a un examen, a una consulta médica, a un problema familiar. Cuando eran niñas, era ella la que prendía la luz cuando Carla tenía pesadillas o sentía algún ruido extraño. Era ella la que sermoneaba a su hermana cuando no quería abrirle al repartidor de comida o hablar con extraños. Carla era la cobarde y Alina la valiente desde niñas. Era muy fácil llamarse cobarde cuando tu vida no peligraba, cuando no veías a hombres morir frente a ti asesinados. Muy fácil si nunca habías visto a un hombre contener con una mano sus propias tripas.

Desvió la mirada a las mujeres que se habían negado a ensuciar sus ropas con barro, cubiertas de sangre ajena como si fuese agua. Su porte había cambiado de la delicadeza a la firmeza, pero sin perder su feminidad, algo que parecía incrementar su belleza peculiar. Masha la miró y pareció entender lo que pensaba y explicó.

—De nosotras nacen los hijos de Battousania, y por lo tanto la madre debe ser tan fuerte como el padre de lo contrario el niño nacerá la mitad de fuerte. Recuerda niña, nunca menosprecies el poder de las flores de nuestro pueblo, tenemos espinas muy filosas.

Mientras las miraba embelesada, entró un guardia battousanio salpicado de sangre entró a la tienda y posó su mirada en los cuerpos de los cuatro desgraciados hombres.

—Ignorante —dijo soltando una risita y luego miró a las mujeres— Veo que han tenido problemas.

—Oh, por favor, ni siquiera tuvimos tiempo de transpirar —dijo Irina sonriendo y usando nuevamente esa voz sensual que despertaba escalofríos en Alina.

—Mayra nos ha pedido que vengamos a buscar a Alina y la llevemos junto a ella. Dice que la protejamos con todo lo que tengamos. Al parecer la chiquilla no sabe usar ni un cuchillo de cocina –dijo con algo que parecía lástima—. Es hora de pelear –agregó con una sonrisa a las tres flores.

Irina y Sveta sacaron del otro tajo de sus vestidos unas espadas cortas idénticas a la de Masha, y de adentro de un baúl sacaron una cuarta que le dieron a Alina sin importarles que no sabía usarla. Luego se dirigieron a la salida de inmediato, no sin antes hacerle señas a Alina para que las siguiera. Con una en frente, y dos al costado, como protegiendo un pequeño cachorro dando por sentado que no sabría defenderse, las mujeres se dirigieron a la batalla.

Todo era un caos, pero Alina no vio gente corriendo despavorida y gritando como en las películas. En realidad, todos los battousanios gritaban en euforia sin casi armadura y corrían hacia el foco de la batalla en lugar de huir. Alina gritó también pero de pavor cuando vio que las flores también se dirigían hacia el centro de la batalla. Lágrimas comenzaron a caer de sus ojos cuando comenzó a ver los primeros atacantes y las primeras peleas a su alrededor. Alina odiaba que la vieran llorar y no recordaba la última vez que había pasado, pero ahora, sintiendo que podía morir por una espada en cualquier momento, ya no le importaba. Por suerte, ninguno logró romper la formación de las tres mujeres, que cortaban, empujaban y apuñalaban a cualquiera que se acercase a su triángulo.

De entre los esbeltos cuerpos de las Battousanias pudo distinguir una aglomeración de personas que intentaban atacar a Mayra, que haciendo uso del poder del viento expulsaba a todo el que se acercara a ella decenas de metros. En otro lado distinguió a Emir que hacía mover la tierra bajo los pies de sus atacantes haciéndolos tambalear para que alguno de los suyos pudiese terminar el trabajo. Rashieka se encontraba en frenesí, en el centro mismo de la batalla peleando con todas sus fuerzas y alentando a gritos a todos los aliados que pudieran escucharla. "¡RECUPEREMOS EL CUERNO DE LA VALENTÍA!", "NO TEMÁIS ESTOS DEBILES HOMBRES", "MUESTRENLES EL CORAJE DEL PUEBLO DE BATTOUSANIA", exclamaba entre estocada y estocada.

Las tiendas a sus espaldas habían comenzado a arder, lo cual daba a la noche un color rojizo a todo lo que el fuego iluminaba. Sólo dos veces lograron llegar a ella las espadas, y aunque se defendió lo mejor que pudo considerando que nunca había agarrado una espada en su vida, su mente era reacia a realizar una apuñalada y herir de gravedad a otro ser viviente. De todas maneras, siempre una de sus acompañantes salía a su rescate y abatían al adversario fieramente sin clemencia.

Fue entonces cuando lo vio. Un poco lejos del foco, observando la batalla con interés. La oscura figura del Demonio Supremo Daesuke se encontraba tranquila y confiada comparada con el caos que lo rodeaba. Aunque no distinguía sus facciones, Alina sintió alrededor del personaje una nube mezcla de odio y despreocupación.

El demonio comenzó a descender la colina con lentitud, con un objetivo fijo, y mientras lo hacía las personas en su cercanía soltaban sus armas en un grito de angustia y terror. Llevaban luego las manos a su sien y comenzaban a gritar desaforadamente, sin importar el bando en el que se encontraran. De este modo, el camino se abría ante sus pasos y el Demonio Supremo Daesuke logró alcanzar su meta sin necesidad alguna de retirar la espada de su funda. A medida que se acercaba, Alina pensó que llamarlo "brujo" sería más apropiado que "demonio" porque llevaba en su cabeza un gorro negro en punta torcida y con ala, y vestía una capa negra hasta los pies. Alina pudo distinguir una larga trenza que caía por la espalda del demonio hasta su cintura balanceándose de forma hipnotizadora.

El Demonio Supremo Daesuke llegó hasta Mayra a los pocos minutos y la chica cayó de rodillas junto a sus numerosos atacantes gritando y respirando agitadamente, mientras su observador reía entretenido. Todos a su alrededor se detuvieron y miraron a la iluminada de rodillas pidiendo clemencia.

—Con que esta es la famosa iluminada. ¿Piensas que puedes ganarle a nuestra sombra cuando siquiera puedes estar de pie en mi presencia? —comentó con frialdad el Demonio Supremo Daesuke.

Sin pensarlo detenidamente, Alina corrió desde su posición protegida por la tría de Battousania hasta Mayra, pero cuando llegó no supo cómo podría ayudarla más que poniéndose entre el demonio y la desconsolada muchacha.

Mierda, ¿y ahora qué?, pensó.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora