62. Secretos desvelados

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Caminaron cautelosamente durante varios minutos en penumbras por los corredores sin ventilación, levemente iluminados con antorchas. Alina podía sentir la tensión de Dai esperando una emboscada en cualquier momento, pero siguieron delante de todas maneras. El chico la dirigía con seguridad hacia donde había dicho llegaba la entrada principal por donde Mayra, Elio y Hikaru habían entrado. Les llamaba la atención a ambos la falta de demonios controlando los pasillos y lo fácil que estaba siendo caminar por la guarida de la sombra, haciéndolos desconfiar de cualquier sombra que se moviese.

Alina continuó caminando, notando que cada vez los pasillos se volvían más oscuros y el aire más pesado y escaso. Finalmente, cuando entraron a una pequeña caverna, la luz se apagó por completo y Alina quedó sumergida en la oscuridad absoluta. Aterrorizada, intentó tirar de la trenza de Dai, pero se le había escapado de la mano y no la encontraba alrededor. No veía nada ni escuchaba a nadie.

—¡Dai! –susurró asustada tanteando la oscuridad con los brazos— ¿Dónde estás?

No tuvo respuesta, sólo el eco de su propia voz.

—¡Dai, no es momento para hacer bromas! ¡DAI! –dijo más fuerte.

Estaba ciega y Dai no le respondía. Un nudo se armó dentro de la garganta de Alina e intentó buscar la pared de la caverna para encontrar un punto de referencia, sin éxito. Usando su poder, intentó encontrar a Dai usando sus emociones pero no logró sentir ninguna persona cerca. Entrando en pánico se acuclilló en la oscuridad e intentó despejar su mente y calmar su agitada respiración para buscar alguna forma de salir de la oscuridad. Abriendo los ojos nuevamente, distinguió algo más frente a ella.

Dai se acercaba lentamente, brillando por alguna luz propia, con una sonrisa malévola en el rostro.

Una ilusión, pensó, estoy dentro de una mierda de ilusión.

¿La habría Dai traicionado? Sabía tan poco sobre él... ¿Se habría dejado engañar por una cara bonita, nuevamente?

La imagen de Dai se acercó, sin emociones que Alina pudiese distinguir, pero continúo caminando por su izquierda sin prestarle ni un gramo de atención. Detrás de ella, había personas arrodilladas, brillando también por cuenta propia, implorando por sus vidas con las manos atadas a la espalda. Eso parecía, al menos, porque en realidad Alina no escuchaba una palabra de lo que decían, sólo los veía. ¿Era Dai o Suke a quién estaba viendo? No tenía forma de diferenciarlo dentro de esta visión.

Daesuke levantó su espada y sin piedad decapitó a una de las personas manchando con sangre el alrededor y a las otras personas, que gritaban desesperadamente pero silenciosas. Los ojos del demonio eran fríos y no parecían inmutarse ante los gritos que le eran dirigidos Amenazó a otra de ellas preguntando algo, haciendo un leve corte en el cuello para aclarar su punto hasta que las personas comenzaron a hablar atropelladamente en llantos. La imagen se desvaneció.

Alina pasó unos nuevos minutos en la oscuridad llorando para luego distinguir nuevamente a Daesuke a su derecha. Esta vez enfrentando a un hombre atado de pies y manos a una silla, martillo alzado amenazando al hombre para luego aplastar fuertemente el martillo en una de sus manos.

Alina gritó y cerró sus ojos, pero la visión estaba dentro de su cabeza y era imposible eliminar la imagen. Alguien estaba mostrándole el pasado del Demonio Supremo Daesuke, segundo en rango a la sombra. Era una maldita ilusión y no iba a dejar que quien fuera que estaba jugando con ella la sacara de sus cabales.

Haciendo de tripas corazón, Alina reguló su respiración y miró fijamente todas las visiones del cruel Daesuke de ojos fríos y sádicos que le eran mostradas. Tuvo que aguantar un par más, pero no iba ni a llorar ni a gritar de miedo por culpa de un impertinente entrometido.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora