32. Hikaru

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Excepto Dai, todos fueron hacia Elio un poco nerviosos y en guardia. Abrazándose las piernas y gritando de sufrimiento una pequeña figura que no podía pertenecer a nadie más que a un niño se acurrucaba detrás de un gran árbol. Estaba cubierto por una pesada túnica con capucha de color violeta oscuro, usaba guantes y botas largas de cuero negro tal que no se podía distinguir ni si quiera un milímetro de su piel. Incluso la capucha que cubría su cabeza contaba con una tela de tul cosida que impedía ver el rostro de la figura.

—Dai, ¡ya es suficiente! ¡Basta! —gritó Mayra.

—No podré mantenerlo en línea de nuevo, ¿seguro que no quieren sacarle información antes? —preguntó el chico haciendo caso omiso a los gritos del niño.

—Ya déjalo —insistió Mayra.

El niño dejó de gritar en cuanto Dai dejó de usar su poder de la mente, pero seguía sollozando desconsoladamente.

—¿Te encuentras bien? —preguntó cuidadosamente Elio.

En lugar de tranquilizar al niño, esas palabras parecieron surtir el efecto opuesto en él. Dejó de sollozar y se abrazó el cuerpo con más fuerza queriendo esconderse de todos los que los rodeaban.

—¡No me miren! ¡No me miren! ¡Cierren los ojos rápido! ¡Váyanse! —gritó frenéticamente mientras intentaba escurrirse detrás del árbol sin dejar de abrazarse las manos.

—Calma, ten calma, no podemos verte, estas totalmente cubierto —dijo con voz tranquilizadora Mayra.

—¡No! ¡No lo sabes! Cierren los ojos y déjenme ir —insistió el niño

—Bien hecho Dai, ha perdido la cordura —reprochó Emir

—Si hubiese sido algún agente de la sombra me hubieran tratado como un héroe.

—Dejen de discutir ustedes dos, necesitamos calmarlo, quizá pueda preparar un sedante, pero eso llevaría tiempo.... pero tampoco sabemos quién es así que no podemos cerrar los ojos... —comenzó a pensar en voz alta Emir

—¿Alguien me puede explicar qué ocurre? —se atrevió a preguntar Alina sin obtener respuesta.

La chica se acercó al niño encapuchado y cautelosamente acarició su cabeza, pero sólo provocó un mayor estremecimiento en él.

—No sé por qué tienes tanto miedo, pero no puedes hacernos daño. Es todo culpa de Dai que puso alguna visión fea en tu cabeza. Déjame ver tu rostro —dijo llevando sus manos a la costura del tul con la capucha para separar ambos.

—¡¡¡¡NO!!!! —gritaron todos al unísono incluyendo el niño, mientras Elio la tomaba fuertemente del brazo y la apartaba de un tirón que le dejó magullones.

—¿Qué? ¿Qué tiene de malo? —preguntó.

—Luego te explico —suspiró Mayra.

—Luego... ¡ah! Ya sé —dijo Emir corriendo graciosamente a las mochilas y quitando los sacos de cada una de ellas—. Unamos los sacos alrededor de estos árboles con él dentro para que pueda revisar su vestimenta y quedarse tranquilo que está entera y sin agujeros —propuso Emir excitadamente—. El problema es que tenemos que unirlas perfectamente para que no queden rendijas. Habría que unir las hebras a los troncos y entre ellas —continuó.

—Yo me encargo de eso —interrumpió Mayra mientras se agachaba hacia el niño—¿Escuchaste? Formaremos una carpa a tu alrededor con los sacos para que puedas revisar tu vestimenta —explicó.

—Sí —contestó simplemente el encapuchado.

Elio y Alina comenzaron a unir las mantas entre sí y con los tres troncos que formaban un triángulo alrededor del niño mientras Mayra se encargaba de unirlos para formar una carpa y Emir, su excitación esfumada, miraba con detenimiento cada movimiento y daba órdenes. Cuando todo estuvo pronto se alejaron un poco para ser precavidos y se lo anunciaron al niño, cuya primera acción fue tantear la carpa en busca de rendijas o agujeros. Luego, durante unos minutos se sintió movimiento dentro y finalmente un tímido "Listo"

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora