33. Maestra del alma

8.9K 1K 44
                                    

Definitivamente algo sucedía con Dai. Todos lo sabían, pero nadie lo mencionaba, sólo le lanzaban miradas de reojo vacilando si preguntarle qué le sucedía. Vacilando si realmente era buena idea ayudarlo, también. El gran y poderoso demonio cuya fama le precedía, que se decía que podía estar en varios lugares a la vez, que tenía más resistencia que cualquier hombre y que podía matar con sólo la mirada, estaba exhausto y demacrado. Desde que salieran de Faerl, su cansancio y agotamiento fue creciendo hasta que parecía que llegó un momento que caminaba por inercia.

Alina podía verlo. Podía ver que algo se agotaba dentro de Dai, algo que no se podía describir. Todos iban unos pasos más adelante de él así que aminoró la marcha hasta estar a su lado y levemente tiró de su larga trenza.

—¿Estás enfermo? ¿Qué diablos te sucede? —preguntó intentando provocar en él alguna reacción.

Dai no respondió. Siguió con su mirada firme en un punto fijo delante y ni siquiera pareció haberla escuchado. Alina no volvió a hablarle, pero permaneció a su lado hasta que Dai finalmente no siguió caminando. Simplemente se detuvo, y quedó fijo en esa posición sin moverse durante unos minutos mientras todos lo observaban, algunos preocupados, otros más bien intrigados. Alina se detuvo frente a él y miró consternada como los ojos de Dai perdían toda clase de brillo de vida. El gran ex demonio entrecerró los ojos como si no tuviese fuerzas para mantenerlos abiertos, pero tampoco para cerrarlos y así se quedó. Alina extendió una mano para despertarlo del trance, pero antes de que pudiese llegar a su hombro Dai emitió un grito desgarrador que retumbó en el bosque y llevándose las manos al abdomen se desplomó en el suelo para luego enmudecer nuevamente.

—¡¡¡DAI!!! —exclamó Alina arrodillándose y enderezando el cuerpo de Dai mientras el resto del grupo corría a su lado.

—¡¿Qué sucedió?! —preguntó Elio mirando confundido el cuerpo inerte en el suelo.

—Alina, tus manos... —dijo Mayra en un susurro.

Alina llevó la mirada a sus manos y descubrió que estaban cubiertas de sangre. Antes de que pudiese reaccionar, Hikaru la hizo a un lado y puso rápidamente de espaldas el cuerpo de Dai. Desgarrando y haciéndose paso entre la ropa del demonio, Hikaru dejó a la vista un gran tajo en el lado derecho del abdomen de Dai que sangraba en abundancia. Sin decir una palabra, con los restos de la camisa, el enmascarado apretó la herida y murmuró palabras mientras movía sus dedos de forma aparentemente aleatoria.

—Eso es una herida de un elemento cortante, ¿se lo hizo él mismo? —preguntó Emir que miraba intrigado.

—No tiene ningún cuchillo encima ni nada del estilo, además yo me encontraba a su lado y no lo vi ni sangrar ni apuñalarse con nada —opinó Alina luego de revisar un poco a Dai en busca de algún cuchillo.

—Está herida acaba de hacerse... —susurró vacilante Hikaru sin dejar de presionar la herida.

—¿Qué diablos sucedió? —volvió a preguntar Elio, ahora más confundido que sorprendido.

—No puedo curarla, no sé lo que sucede, no tiene ningún órgano dañado pero no logro que se cierre la herida. Es como si se mantuviese abierta a propósito. Se morirá desangrado —explicó con esfuerzo Hikaru.

—¿Es alguna clase de poder entonces? —preguntó Elio.

—No conozco a alguien tan poderoso como para poder hacer uso del poder del espacio de esta forma. Ni siquiera Joy ha podido controlarlo tan bien.

—No noto rastros de poder, no es el suficiente como para hacer esto. No sé lo que es.. —dijo Mayra, dura como una estatua, asustada.

—Quizás sea mejor. Tengo la impresión permanente de que nos va a traicionar —se atrevió a decir Emir.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora