55. Reencuentro

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Finalmente llegó el momento que Alina había esperado con aprensión: necesitaba ir al baño y rápido. Se había aguantado lo más que podía, pero se sentía a punto de estallar y el sólo hecho de pensar en las asquerosas letrinas armadas por los soldados le daba ganas de vomitar. No quería confesarlo para no generar animosidad entre ellos, pero además, ¡porque no tenía que dar explicaciones sobre el movimiento de sus entrañas a NADIE!

Sintiéndose sigilosa como un gato, se escabulló entre las tiendas de los soldados, evitando a sus amigos y conocidos, dirigiéndose al bosque para buscar un sitio recubierto. Seleccionó un lugar bastante alejado del campamento pero en donde aún podía verlo si así lo quería y, rezando a todos los dioses de este mundo y el suyo para que nadie la viera, comenzó a desatar su pantalón.

Fue su poder lo que primero la alertó de que alguien la observaba, pero no tuvo tiempo para reaccionar y un extraño la sujetó fuertemente por la espalda; una mano dejando sin movimientos sus brazos, la otra tapándole la boca. Desesperada se sacudió con fuerza intentando liberarse, pero el hombre era extremadamente fuerte y la sostenía como a un cachorro. Con un aliento rancio proveniente del lado de su oreja derecha, el hombre lanzó un silbido y otros tres aparecieron a ayudar a su compañero entre sonrisas malévolas y dientes podridos.

Todavía dando patadas al aire, Alina sintió como le ponían una mordaza con practicada destreza sin dejarle emitir sonido alguno para alertar al campamento. Estaba tan cerca pero tan lejos de allí. Maldiciéndose por tonta, intentó aclarar el pánico de su cabeza antes que los hombres lograran atarle los brazos luego de terminar con sus piernas.

De entre las costuras de su pantalón alcanzó el puñal que Dai había dejado en su mochila unos días atrás y del cual nunca se separaba. Sin vacilar como lo hubiese hecho anteriormente, Alina atacó al extraño que tenía más cerca clavándole el puñal en su costado derecho, logrando unos segundos de libertad. Rápidamente se sacó la mordaza y gritó con todas sus fuerzas por ayuda antes de que volvieran a sujetarla y amarrarla, quitándole el arma con un golpe fuerte en su muñeca que la hizo gemir de dolor. El hombre herido se acercó y, sin ninguna piedad, le encajó un golpe con su puño cerrado en su mejilla tan fuerte que Alina sintió que su cara se partía y le he hizo perder el conocimiento por unos segundos.

Volvió en si cuando sintió que la soltaban y, entre lágrimas y dolor, distinguió con dificultad a Dai... no, Suke luchando empedernido contra los cuatro hombres, finalmente haciéndolos trastabillar con visiones en sus cabezas entre gritos de pavor. Se lo notaba cansado y tenía el rostro magullado; incluso le pareció ver que cojeaba y seguramente era por eso que no les había tostado el cerebro todavía, no tenía la fuerza.

Desde el campamento se oyeron gritos y Elio y Mayra aparecieron corriendo seguidos de varios soldados con espadas desenvainadas. Elio ni siquiera le envió una mirada, dirigiéndose como un cazador directamente a los hombres que la habían intentado secuestrar; espada en mano, los atacó con un grito de furia. Cuando el resto de los soldados llegaron a los extraños, ya se habían rendido implorando piedad a Elio y a Suke.

Mayra desató rápidamente a Alina, quién no esperó a que la chica dijese nada y con largas zancadas se acercó a los hombres que la habían atacado. No gastó ni dos minutos antes de empezar a atacarlos con patadas.

—Asquerosos pervertidos atacando a una mujer mientras va al baño. ¡Asco me da! –les dijo entre patada y patada.

—Teníamos órdenes de capturarla, somos todo menos pervertidos –imploró uno cubriéndose la cara con las manos.

—¡Me pegaron... —dijo dándole una patada– un puñetazo... —continuó dándole otra– en la cara! ¡Asquerosas alimañas con forma de hombre!

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora