34. Agradecimiento

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—... te lo advierto, si no quieren que suceda hagan algo al respecto

¿Era Dai el que hablaba? ¿Ya estaba en condiciones de hacerlo? Se preguntó Alina al escuchar la voz del chico entre sueños.

—Es de los nuestros –respondió Mayra con voz de queda.

—Sabes que cuando se apodera de uno es muy difícil que vuelva, por no decir imposible.

—No pasara.

—Pasará y lo sabes, yo te avisé.

—Gracias, pero confío en que no será así.

Alina no entendía la conversación, menos aún estando tan abombada como se sentía al intentar despejarse. Le pesaba y le dolía la cabeza, y su cuerpo se sentía oxidado. Se incorporó quedando sentada en el suelo y miró al rededor intentando focalizar la vista. Cuando pudo razonar lo suficiente se dio cuenta que tenía gran parte de su pelo sobre sus ojos, debía de tener un aspecto de lo más agradable. Se sacó la cortina de cabello de su rostro y divisó a Mayra y a Dai que hablaban en voz un poco más baja a unos metros de ella. Al verla despierta, Mayra guardó silencio y le hizo una seña a Dai para que hiciese lo mismo. Eso es un poco insultante, pensó.

Dai parecía tan saludable como podría estar cualquiera, como si nada hubiese pasado.

—Explícate –dijo simplemente con voz aún ronca.

—¿Lo que? –preguntó Dai.

—¡¿Qué diablos te ocurrió ayer y cómo demonios te encuentras en pie?! –aclaró ella un poco impaciente.

—Me lastime con una rama que había en el camino

—Y yo soy Bambi.

—¿Quién?

—No tengo ganas de discutir. No quieres decirnos qué ocurrió entones no lo hagas —replicó Alina desganada volviéndose a tender sobre el pasto deseando poder descansar un poco más.

Era incómodo, Dai le lanzaba miradas furtivas indecisas desde lejos. Por momentos incluso se encaminaba en su dirección pero cambiaba de opinión al segundo y volvía a su lugar enfurruñado y peleando consigo mismo. Al principio a Alina le parecía divertido y lo observaba entretenida pero luego de unos minutos se había vuelto incómodo. El resto no lo había notado, a menos que fuesen muy buenos no demostrándolo. En un momento de piedad decidió alejarse un poco del grupo con la esperanza de que estando sola Dai finalmente se pusiese los pantalones y terminase todo este drama. Ya conocía bastante bien a Dai como para saber que si iba directo hacia él y le preguntaba qué demonios quería, Dai se pondría a la defensiva, negaría absolutamente todo y terminarían discutiendo a los gritos. Estaba muy cansada para una escena.

Lentamente se puso de pie con cara de pocos amigos y se dirigió con paso tranquilo hacia una laguna cercana de la que habían llenado sus cantimploras unas horas antes. Por supuesto, Dai apareció tras ella unos minutos después como era de esperar. El chico era un misterio pero también era transparente en algunos momentos, pensó Alina sonriendo un poco para adentro.

—Dame tu mano —espetó Dai cuando estuvo cerca de ella sin dar más explicaciones.

—¿Eh? —fue lo único que pudo decir Alina mientras miraba la mano que le extendía Dai sin entender que pretendía el chico— ¿Para qué?

Dai resopló como si todo aquello le molestara.

—Sólo dame la mano así podemos terminar con esto —dijo tomando fuertemente la mano de Alina sin pedir más permiso.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora