58. Silencio

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El problema de usar su poder, era que de alguna forma tenía que aprender a controlarlo. Algo difícil para Alina estando en un campamento con miles de hombres alrededor con su torrente de emociones a flor de piel y ella sin poder cerrar el grifo. La cabeza le estallaba con una migraña y no podía dormir debido al constante murmullo de emociones que sentía. Ira, miedo, ansiedad, esperanza, anhelo, aburrimiento, todo mezclado en un gran murmullo permanente.

Cuando ya casi no podía soportarlo, se le ocurrió una idea de repente y sin pensarlo dos veces se dirigió con resolución a la tienda que compartían Dai, Suke, Elio y Hikaru. Ni siquiera tocando la puerta, entró rápidamente haciendo caso omiso a Elio tapándose su desnudo pecho en una imitación de pudor.

—¡Alina! ¡Si me quieres ver desnudo sólo dilo! Te recomiendo que no se lo comentes a Mayra, sin embargo –exageró.

—Dai, ¡haz una ilusión de silencio en mi cabeza! –pidió sin ni siquiera mirar hacia Elio.

—Bueno, eso es un poco desconsiderado. —continuó Elio aparentando estar ofendido por haber sido ignorado.

—Elio, quiero SILENCIO. Dai, me estoy volviendo loca –agregó tomándose la cabeza entre las manos para resaltar su punto.

—No, tienes que aprender a controlarlo –fue la única respuesta.

—POR FAVOOOOOOOOOOOOOOOR –suplicó acercándose a él.

—¡NO! ¡Aléjate que me agobias!

—Que romántico –intervino Elio poniendo en blanco sus ojos.

Alina sintió como repentinamente los murmullos se disipaban dejando un gran vacío tras ellos, aunque la migraña continuaba en toda su intensidad.

—Gracias, Suke –dijo con un suspiro de alivio encaminándose al catre de Dai y acostándose en él.

—¡¿Qué haces?! –Alina no sabía si Dai se dirigía a ella o a Suke así que lo dejó correr.

—Ojeras... Ayuda... De a poco —contestó Suke.

—Usen frases enteras cuando haya gente alrededor, que sino no nos enteramos –rezongó Alina desde el catre.

—Dice que estás sin dormir, tienes ojeras y si vamos disminuyendo la ilusión de a poco puedes practicar controlar tu poder –explicó Dai sentándose a sus pies.

—Me gusta el plan –respondió Alina— ¿Por qué nadie nos ataca?

Hacía un par de días que ya estaban dentro del territorio controlado por la sombra, incluso se podían ver las montañas grises cerca, pero Alina no entendía por qué ningún demonio había atacado. Aunque eran un ejército enorme, moverse era complicado y Alina había esperado un par de ataques sorpresa por la noche como las últimas veces.

—Los superamos mucho en número, deben estar cuidando de no seguir disminuyendo los suyos con ataques que sólo crearán inconvenientes –contestó Elio ya con su camisa puesta.

—Nunca sabes los planes de la sombra, podría sorprenderte, chico bonito —dijo Dai.

Dai y Suke habían pasado días yendo a la tienda armada para el concejo de guerra reportando todo lo que la iluminada, los líderes o cualquier asesor quisieran saber. Habían sido sometidos a un incansable interrogatorio, tanto por desconfianza como para obtener cualquier información relevante, dejando a los hermanos en un humor pésimo por las noches. Finalmente, después de mucho discutir, habían llegado a un plan.

Iban a ir a la guerra. ¡A LA GUERRA! Para Alina siempre había sido algo de los libros de historia o de países con problemas sociales. Nunca se había cruzado por su cabeza tener que participar en una, y menos aún en mundo que no era suyo y por algo del cual no tenía nada que ver. Pensándolo bien, ya no podía decir que no tenía nada que ver. En este lugar había hecho amigos como nunca antes, y quizás incluso algo más que un amigo. A pesar de todos los problemas, no consideraba volver a su mundo; era imposible ahora cuando pensaba en la gente que había llegado a querer y a quienes quería apoyar en todo con lo que estuviese a su alcance. Era feliz aquí, aunque en un par de días quizás no estuviese viva para contar la historia.

Con varios pensamientos en su mente, pero sin sentir las emociones de nadie alrededor, por primera vez en días, Alina se durmió.

Se despertó entrada la noche, la cabeza doliéndole un poco menos pero desorientada y sin saber dónde se encontraba. Levantándose de un sobresalto al recordar en qué lugar se había dormido, Alina vio a Dai aún en los pies del catre durmiendo sentado.

—Pero si serás tonto, me hubieses despertado –dijo en susurros intentando hacer que el chico se acostara.

—Me robaste el catre y no tenía donde dormir. Ladrona de catres, vete a tu tienda –contestó medio dormido.

Cuando se hubo recostado, Alina lo tapó con unas mantas por un momento pensando en acostarse junto a él, dado la pereza que le daba volver a su tienda, pero pensándolo mejor no quiso darle un infarto a Dai.

—Sigues sin saber nada de mí –murmuró el chico aún medio dormido.

—Yo no soy un libro abierto tampoco, duérmete de una vez –respondió Alina saliendo de la tienda.

Al día siguiente, los centinelas anunciaron que el ejército de la sombra se encontraba a menos de un día de camino, defendiendo gran parte de las montañas rocosas con sus interminables entradas a las cavernas interiores. Dai le había explicado que las cavernas formaban un laberinto, por eso era la morada ideal de la sombra.

Había algo, sin embargo, en lo que los dos hermanos no parecían ser transparentes del todo. Cada vez que Alina le preguntaba a él o a Suke cómo era realmente la sombra, esquivaban la pregunta ocultando algo. Intentaban no hablar de su vida antes de conocer a Alina, pero ella ya había escuchado lo suficiente como para estremecerse, no entendiendo qué era peor que las cosas que ya le habían dicho sobre Daesuke.

Los centinelas también dieron una nefasta noticia dejándolos a todos estupefactos; el ejército de la sombra era mucho más numeroso que el de ellos.

—Imposible –exclamó Misael escupiendo un poco al hablar–. La sombra no recluta a tantos miles de demonios, incluso su poder tiene un límite. No los puede controlar a todos.

—Es verdad señor, el valle frente a las montañas parece un hormiguero de gente –insistió el centinela nervioso.

—Ustedes, demonios, nos han dado información incorrecta —espetó Rashieka dando un puñetazo a la mesa abalanzándose sobre Dai y Suke.

—No habían tantos demonios hace unas semanas atrás —contestó Dai sin inmutarse.

—Seguiremos adelante con el plan, hay algo que no me cierra en los números –interrumpió Mayra cuyo pálido semblante ya era moneda corriente.

—¿Les decimos a los soldados? Si mañana se encuentran con ese ejército puede afectar la moral antes de la batalla –preguntó Murdock.

—No, seguro que esto tiene una explicación. Esperaremos a mañana –decidió Mayra.

El resto la miró con poca convicción, pero accedieron de todas maneras, aunque todos estaban empezando a demostrar su preocupación en lo que podría ser la víspera de la batalla. Joy en particular se mantenía inmóvil y en silencio, con la vista perdida en el centro de la mesa.

Al siguiente día, luego de una noche de festejo con abundante música y comida, propuesto por Gair para subir los ánimos, el ejército finalmente llegó a las montañas rocosas. Alina contempló con pavor cómo en el valle de la montaña se aglomeraban casi el doble de demonios de lo que la iluminada traía soldados.

Viendo a la muerte de frente, Alina tuvo que hacer esfuerzo para no orinarse.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora