24. Dentro del bosque de Faerl

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—¡Esperen! ¡Esperen! Necesito un descanso —exclamó Emir agitado y con la voz entrecortada mientras se desplomaba en el suelo y recostaba su espalda en la corteza del árbol más cercano— ¿De dónde sacan tanta resistencia? Por más que haga ejercicio no logro aumentar la mía... Mis pulmones vinieron fallados de seguro... Siento que van a estallar...

El resto no respondió pues la verdad era que estaban todos cansados y comenzaban a sentir que nunca saldrían de aquel bosque. Desde hacía varias horas, no sabían cuántas exactamente pues apenas se vislumbraba el sol en la penumbra que generaban los grandes y gruesos árboles, caminaban por una zona oscurecida y húmeda. Se escuchaban pocos ruidos, cosa que hacia el paisaje bastante más tétrico y provocaba que Alina se sobresaltara debido a cualquier rama crujiente o cualquier zumbido del viento. Los sustos de la chica hacían que Emir preguntara "¿Qué ocurre? ¿Qué ocurre?" aterrado, situación perfecta para que Elio encontrara algún arbusto en sus cercanías para mover o usara alguna rama para rascar el cuello del chico haciéndolo gritar de miedo. Mayra reía e intentaba calmar a Emir, que furioso atacaba a un escurridizo Elio con lo que tuviese a mano. Dai resoplaba con resignación preguntando si no se cansaban nunca del mismo chiste y sintiéndose rodeado de tontos.

—El bosque es muy extraño, siento como si no nos estuviésemos moviendo del mismo lugar —comentó Alina con un escalofrío mientras sentía una fugaz mirada inquisidora por parte de Dai.

—El paisaje varía poco, puede que sea debido a eso —respondió Elio mirando a su alrededor esperando encontrar algún claro o algún sendero.

—Realmente son incompetentes, ¿no se dieron cuenta? Estamos en una trampa, nos están tomando el pelo—exclamó Dai mientras se sentaba tranquilamente en el suelo—. A los faerlingas les gusta jugar con los que entran en su territorio.

—¿Qué trampa? Yo no noto nada —respondió Elio desconcertado.

—Por favor, miren a su alrededor. ¿Qué creen que es esto? —preguntó Dai molesto señalando con sus brazos alrededor— ¿Son realmente tan estúpidos?

—¿Dices que estamos en una ilusión? —preguntó Mayra.

—Bueno, después de todo sí hay un integrante de su grupo que piensa.

—¿Una ilusión? Pero parece tan real, ¿cómo lo sabes? —preguntó Alina acercándose a un árbol y tocándolo sintiendo lo áspero de la corteza.

—Tiene sentido, he escuchado cuentos sobre personas que fueron víctimas de trucos y trampas cuando se aventuraron por las cercanías del bosque —comentó Elio haciendo memoria.

—¡Dai está jugando con nosotros! Seguro que nos quiere engañar hasta que venga su gente y nos hagan una emboscada. Es imposible detectar la ilusión creada por los faerlingas, a menos que se trate de un Maestro mental muy experimentado pero tú tienes todos tus poderes bloqueados —dijo Emir frustrado con su voz chillona mientras sacudía su cabeza.

—No me importa lo que opines pequeña rata, planeaba quedarme callado y dejar que ustedes diesen vueltas hasta el cansancio pero toda esta caminata sin sentido ya se está convirtiendo en una molestia para mí.

—Emir, ¿Se te ocurre algo?—preguntó Mayra. El chico, cuando se dio cuenta que no tenía ni una explicación mejor ni una solución posible al problema que tenían, luego de una fría mirada desvió sus ojos irradiando ira.

—Supongo que podríamos seguir caminando pidiendo hablar con alguno de ellos —propuso Elio.

—No tenemos ningún plan mejor —replicó Mayra resignada.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora