61. El poder de la iluminada

8K 942 30
                                    

El corazón de Mayra se detuvo cuando sintió el derrumbe a su espalda. Se volteó para distinguir a Dai y a Alina a unos metros de la entrada, cubriéndose de las rocas y tierra que caían, sus ojos abiertos como platos por la sorpresa. Intentó ir a ayudarlos, pero fue detenida por Elio.

—Mayra tenemos que irnos ya, de seguro es una trampa –dijo el chico sujetándola fuertemente con los brazos.

—Pero con mi poder puedo abrir nuevamente la entrada –respondió forcejando.

—Dai se encargará de entrar con Alina, si nos quedamos aquí nos encontrarán poco preparados. ¡VAMOS! –insistió Elio.

Tenía razón, Alina era de extrema importancia pero su intuición le decía que tenía que continuar. Dejando de luchar contra los brazos de Elio, los tres comenzaron a correr hacia el interior de la húmeda caverna iluminada con antorchas. ¿Por qué no había guardias? Un cosquilleo en la boca de su estómago le anunciaba que estaba entrando a la boca del lobo, y el lobo la estaba esperando.

Tembló mientras corría y lloró también, no quería morir. Una parte de ella imploraba que la sombra se hubiese ido para tener más tiempo en este mundo, mientras que la otra la castigaba con un sentimiento de culpa. Necesitaba terminar con todo esto por el bien de dos mundos, al menos, era para lo que había sido creada.

La falta de guardias los preocupaba, se notaba por la forma en que Elio miraba para todos lados con el ceño fruncido y cómo Hikaru disminuía la velocidad para estar entre los dos.

Los encontraron al llegar a una gran caverna principal, espadas desenvainadas mirando con macabro placer a los tres intrusos. Eran al menos treinta.

Instintivamente Hikaru se puso frente a Mayra y la presionó contra la pared, protegiéndola con el terror que su maldición provocaba. La chica se enterneció con esta actitud pero cariñosamente lo apartó de su camino y se acercó a los demonios.

—Apártense de mi camino. No tienen oportunidad contra mí –dijo con superioridad.

Algunos flaquearon un poco, mirándola de arriba abajo con confusión, pero la mayoría sólo afirmó sus manos en las empuñaduras.

—No puedes lastimarnos, esa es la diferencia entre la sombra y tú. Tienes todo ese poder pero no puedes usarlo para herirnos, si lo haces te destruirá y eso es del agrado de la sombra —dijo uno de los demonios más altaneros y feroces.

—Que equivocado que estás –respondió Elio sonriendo ampliamente envainando su espada con tranquilidad–. Ella es la iluminada, poderosa como nadie en los elementos.

—Puede que lo evite usualmente, no está en mi naturaleza hacer daño, pero están parados entre mi objetivo final y yo... Y la fuerza que me lleva a terminar con la sombra es mayor que la que me impide enfrentarme a ustedes –agregó Mayra intentando sonar confiada.

Sin ningún anuncio más, altas llamas rodearon la caverna exceptuando por una de las entradas para el que quisiera escapar pudiese. Era poderosa pero no cruel. La temperatura aumentó varios grados haciendo sudar a Mayra, pero eso no evitó que pasara a través de las llamas sin quemarse para enfrentar a los demonios. Los inteligentes corrieron hacia la entrada que había dejado abierta pero otros se atrevieron a atacarla. Algunos salieron disparados con una simple cachetada al aire de Mayra, otros se quemaron con llamas, otros cayeron cuando el suelo tembló, algunos se desplomaron al suelo sin una gota de agua en su cuerpo.

A pesar de atacarlos, Mayra intentaba no matarlos, no había perdido su verdadera naturaleza, pero en algunos de los casos no lo pudo evitar pese a su gran control. El que había vociferado en su contra rugió con furia y se abalanzó hacia ella mientras estaba distraída con otros demonios. Espada en mano la alcanzó en el brazo sin que Elio pudiese alcanzarla para defenderla.

Existía una razón por la cual la sombra no mataba a la iluminada apenas sabía de ella haciendo uso de algunos espías, una razón por la cual hacía mucho tiempo que nadie escuchaba sobre una iluminada herida o muerta en manos de una persona cualquiera. Nadie podía lastimarla, sólo la sombra podía matarla a ella y sólo ella podía matar a la sombra, puesto que además de tener una resistencia, salud, poder y fuerza sobrehumanas, algo más las protegía.

Apenas la espada cortó su piel, el demonio cayó hacia atrás muerto sin un grito, sin sangre ni llanto, llevándose su espada con él. Simplemente se desplomó en el piso, le siguieron unos cuantos que habían mirado en el momento justo. Mayra llevó su mano al brazo tapando el pequeño rasguño y fulminó con la mirada el resto de los demonios.

—Nadie puede lastimarme excepto la sombra, ni siquiera los arrogantes –dijo.

Los demonios salieron despavoridos por la puerta, atropellándose los unos con los otros entre gritos y exclamaciones. Ninguno intentó atacar nuevamente.

Mayra extinguió las llamas y se acercó lentamente hacia Elio y Hikaru.

—La sombra sabe que no puede lastimarme, creo que intentaba matarlos a ustedes usando alguno de estos arrogantes demonios. Quiere debilitarme a través de la gente que quiero, como hizo usando a Emir y como hizo con la antigua iluminada –dijo aún tapando el corte de su brazo.

—¿¡No lo ven!? ¡Es lo mismo que nosotros pero en menor grado! ¡Mi teoría tiene que ser verdad! ¡En nuestro caso, las personas mueren al mirar nuestra piel, en el suyo mueren al mirar sangre! –comenzó a gritar Hikaru entusiasmado moviéndose unos pasos para un lado y para el otro.

—Todavía hay algo que no encaja –dijo Elio pensativo.

—¡Siguen diciéndome eso! ¡Pero miren! Es igual. Déjame ayudarte, Elio voltéate –dijo Hikaru exaltado.

Aún emocionado, Hikaru cortó parte de la camisa de Elio y con los ojos cerrados tanteando con las manos, movió la mano de Mayra y curó la pequeña herida. Luego le indicó a Mayra que se limpiase las manos con los trozos de tela y la quemase. Cuando hubo terminado, Hikaru volvió a abrir sus ojos y Elio volteó.

—Tenemos que seguir –dijo Mayra comenzando a caminar hacia una de las entradas de la caverna presintiendo el camino.

—Esperen, esperen, que antes de seguir creo que tenemos algo pendiente –dijo una voz proveniente de esa misma entrada

Todos quedaron inmóviles.

—Sabes Hikaru, eres muy inteligente, pero tu teoría no llega a ningún lado. Aunque sea una energía similar a la de la sombra y la iluminada, ellas tampoco pueden controlarla, no ayudará en nada a levantar la maldición de tu pueblo –continuó la aguda voz.

Emir apareció caminando lenta y confiadamente por la entrada de la caverna. Estaba sólo pero tenía la espada envainada a su lado derecho.

—Antes de que intenten despacharme como un mosquito de la misma forma como lo hacían antes, déjenme decirles que la sombra encontró la forma de compartir su energía conmigo. Ya no soy la pequeña plaga de antes, tengo poder –dijo con una sonrisa macabra– y no les permitiré pasar.

Los tres lo miraron petrificados. Emir aún seguía siendo el flaco y débil amigo que conocían, ningún aspecto físico había cambiado. Pero sus ojos eran fieros, determinados en lo que decía. No había rastros de su antigua bondad o carisma, simplemente existía desprecio.

—¡Bueno no se queden ahí parados! ¿Piensan atacarme o no? –dijo desenvainando su espada.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora