13. Traición

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Las llamas iluminaron la figura del Demonio Supremo y Alina estudió las facciones de su adversario con detenimiento, resaltando únicamente sus ojos. Eran grandes y alargados, su pupila negra rasgada como la de un gato, y su color era de un verde brillante y luminoso a pesar de las rojas llamas que iluminaban el alrededor. El demonio la miró fijo y la chica sintió como si una ola invisible de mar la hubiese golpeado de frente. La sensación terminó bruscamente cuando Emir apareció corriendo tras ella haciendo mover la tierra bajo el demonio con fuerza.

—Parece que tenemos unos valientes este año —dijo el Demonio Supremo Daesuke con menosprecio sin ni siquiera tambalearse por el terremoto bajo él—. Tú pareces un poco más interesante que el resto, chico parecido a una rata. Ocultas algo bastante serio de tus queridos amigos —comento dirigiéndose a Emir, quién se movió un poco incómodo pero no respondió.

Rashieka también se hizo camino entre la multitud hasta llegar a su lado, pero ya entonces la batalla había terminado puesto que la mayoría de los de su bando se habían rendido al ver a Mayra caer de rodillas. Todos ahora observaban al pequeño grupo expectantes.

—Oh por favor, han perdido. No hagan las cosas más difíciles de lo que ya son —dijo al ver que un cuarto Battousanio se unía a la barrera entre Daesuke y Mayra.

—¡Calla demonio! No tocarás ni un pelo de la iluminada —espetó Rashieka.

—Todavía no te has dado cuenta, fiera. No necesito tocarla —explicó mientras Mayra lanzaba otro grito de agonía—. Podría hacer lo mismo con ustedes pero soy una persona civilizada. Ahora, bajen sus queridos cuchillos y ríndanse.

—Sabes bien que no lo haremos —chilló Emir aunque su voz parecía decir lo contrario.

—Tanta muestra de la supuesta lealtad. Pero ¿saben qué he descubierto leyendo la mente de la mayoría de las personas? Que todas son hipócritas. No existe tal cosa como la lealtad. Cuando llega el final, todos intentan salvarse a sí mismos.

—Seguramente con el resto de tus compañeros pasa eso, pero puedes leer la mente de cualquiera de nosotros y descubrirás lo contrario, Demonio Supremo Daesuke. —desafió Rashieka levantando su espada manchada de sangre hacia él.

—Ohh no necesito hacerlo... O puede que ya lo haya hecho en alguno ustedes —contestó el demonio con una sonrisa mirando uno a uno—. De todas formas, aquí está una de las pruebas. ¿Por qué no te acercas a nosotros? —dijo Daesuke volviendo su cabeza hacia la oscuridad.

Desde la sombra, una figura surgió y Alina sintió como la expresión rebeldía de todos cambiaba por la de indignación. Elio se acercó al grupo y se detuvo en el lado derecho del demonio.

—¿Qué es esto? —preguntó Alina confundida, aunque en el fondo no quería obtener la respuesta.

—Cuéntales chico bonito. Cuéntales como llegaste a mí a primeras horas de la noche de ayer y desvelaste el plan que tenían —dijo Daesuke.

—Es imposible, tú adoras a Mayra, nunca la traicionarías. ¿Qué te tienes planeado? —preguntó Emir chillando.

—La clave para volver a Mayra humana está en la sombra que sobrevivió la batalla setenta años atrás, ya se los he dicho. Daesuke me ha prometido que cuando capturen a Mayra, me concederán un tiempo para tener una entrevista con la sombra y encontrar la cura —respondió Elio con tranquilidad.

—Niño, ¿realmente crees que este ser te concederá lo que promete? —preguntó Rashieka asqueada– Quizás lo haga, pero matarán a Mayra de todas maneras.

—Todos saben que tanto la iluminada como la sombra dejan de existir luego de cada ciclo. Eso es considerado una victoria para la mayoría, pero no para mí. Además, esta una batalla perdida de todas maneras. Mira al grupo de este año: mi habilidad con el poder no es destacada, Emir tiene una mente incomparable y maneja el poder como pocos pero su estado físico deja mucho que desear, y por último tenemos a Alina que ni siquiera puede hacer uso del poder o de la espada —agregó Elio señalando a cada uno.

Alina sintió la ira crecer en su interior y las lágrimas asomarse a sus ojos. ¿Cómo podría Elio haberlos traicionado de esa forma? No le había parecido la clase de persona que hacía eso y usualmente acertaba cuando se trataba de entender a las personas, incluso cuando nadie lo creía así ella rara vez cambiaba su opinión respecto de cómo veía a las personas.

Estudió con cuidado al chico y dejó fluir sus emociones en ella, mirando fijamente sus ojos para detectar algún índice de mentira o de indecisión, pero todo fue en vano. Elio parecía una persona completamente diferente. Ofendida, se dejó llevar por sus emociones y con la espada corta en su mano derecha se abalanzó sobre Elio sin pensarlo dos veces dejando de lado el pánico de hacía unos minutos, pero llorando de todas maneras.

Fue detenida por Emir, que aun en esta situación decidió proteger a su amigo.

—¡Suéltame! ¡Es un traidor! No puedo creer que nos diese la espalda —gritó desconsolada.

—Espera, espera, no estoy del todo convencido sobre eso —susurró Emir con cierta esperanza en su voz.

—Emir, ¡puedo sentirlo! Sé lo que Elio siente y estoy completamente segura de que realmente cree lo que está diciendo. Sé que no está mintiendo. ¡Nos ha traicionado! —sollozó Alina, y luego dirigiéndose a Elio preguntó— ¿Cómo pudiste?

—Bueno, dejemos las melancolías para otro momento —interrumpió Daesuke un poco asqueado, aunque mirando con interés a Alina.

Emir también parecía mirarla con interés, pero antes de que ninguno de los dos pudiese agregar algo, una vocecita a sus espaldas dijo en con precaución.

—¿Elio? —Mayra había dejado de sollozar y se estaba poniendo de pie.

Emir, en un acto que tomó por sorpresa a todos, empujó a Alina a un lado y luego dio dos pasos atrás para que Elio y Mayra quedasen enfrentados. La iluminada, dejó escapar sólo un par de redondas lágrimas más antes de que Elio enviase desde la punta de sus dedos una flecha de fuego verde hacia el bosque.

—¿Qué haces? —preguntó Daesuke siguiendo con la mirada a la flecha.

Elio aprovechó ese momento de distracción y sacó de uno de sus bolsillos un largo collar de plata con un dije de piedra azul que ágilmente colocó en el cuello del demonio mientras se escuchaban cuernos battousanios sonar entre la oscuridad.

—Imposible. Leí tu mente... No estaba en tus planes traicionarnos... Imposible —dijo desconcertado el demonio intentando sacarse el collar de un tirón.

—Y yo lo sentí. Estoy segura de que se había unido a la sombra —concordó Alina.

—Yo todavía no estoy convencida —dijo Rashieka dirigiendo su espada a Elio.

Sin embargo, al mirar de nuevo al chico, que se había adelantado para preguntarle a Mayra como se encontraba, descubrió que esa sensación de que era una persona diferente se había desvanecido. Había vuelto a ser el mismo Elio que conoció desde un principio, y todas las palabras que había dicho y sentimientos que había tenido hacía ellos sólo unos segundos atrás habían cambiado completamente.

—¿Qué significa esto? —preguntó todavía en estado de shock mientras comenzaban a sentirse nuevamente los gritos de batalla en los alrededores mientras los refuerzos llegaban.

—Luego te explicamos —dijo Mayra con una sonrisa—. Daesuke, es tu turno de rendirte.

—Veo que esta basura que me han puesto en el cuello intenta suprimir mi poder de la mente. Ingenuos. Creen realmente que algo así puede detenerme. ¿No conocen mi fama? ¿Mi poder? —dijo con pedantería dando un nuevo tirón al collar.

Alina notó como una sacudida del ambiente, que nada tenía que ver con el poder del viento, como si la realidad por un momento se moviera de su lugar. Entonces, la sonrisa de Daesuke se transformó de odio a ira, y con un grito de rabia sacó de su funda la espada y atacó a Elio. El chico, demostró entonces que, a falta de talento con el poder, su maestría con la espada superaba incluso a las Battousanias y en menos de tres movimientos, había desarmado por completo a Daesuke. Varios battousanios se acercaron para atar las manos y la boca del demonio manteniéndolo inmóvil bajo brazos y piernas mientras él rugía de ira.

—Alina, quédate con Rashieka y vigila a Daesuke. Nosotros iremos a ayudar a los recién llegados —ordenó Mayra.

Los tres chicos se alejaron corriendo, mientras Emir golpeaba con el puño fuertemente el hombro de Elio reprochándole con enojo hasta que Alina ya no lo pudo oír. Eso fue por haberme engañado, y por haber dicho que mi resistencia era mala, y por aparecer como un traidor, y por no haberme dicho, y por dejar que Mayra llorara y...

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora