39. El temperamento de Alina

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Lo que al principio le atraía de los logianos y su inmensa biblioteca estaba empezando a sofocarla. Se sentía encerrada en estas paredes de piedra y le faltaba el aire, pero los logianos no salían mucho y tuvo que pedir permiso para sentir el sol en su cara.

—Tenemos informes que conspiradores de la sombra nos están observando, incluso puede que estemos rodeados —le dijeron los dos gobernantes de las logias.

—Si no me dejan salir tendrán dos miembros del grupo de la iluminada deprimidos, se los aseguro —presionó ella.

Aceptaron dejarla salir durante unos minutos al día, pero Alina no sentía que fuese suficiente. Cada día que pasaba estaba más malhumorada y sabía que en cualquier momento estallaría su enojo contra el primero que se le acercara. Se conocía a sí misma, pero por más que intentara controlarlo, llegaba a un punto que todo lo que tenía guardado explotaba. Calderita de lata, le decía su familia. Una vez, a los ocho años, había estallado con una de sus amigas porque tenía la costumbre de resaltar todo aquello malo de Alina. En respuesta, Alina le dijo todo lo malo que veía sobre ella, su familia, sus juguetes y su festejo de cumpleaños.. dejó llorando a la niña en su propio festejo. Todo lo que dijo era verdad, Alina no mentía, pero el problema fue la forma en que lo dijo, dejando a la cumpleañera en llantos desconsolados y a un montón de madres mirándola con reproche. Se sintió un poco culpable al respecto, es verdad, pero tampoco se arrepentía. Ahora se sentía así, como aquella vez justo antes de decirle a la niña que todos se estaban aburriendo en su cumpleaños.

En el comedor donde todos los logianos del conocimiento cenaban, se sentó en una mesa aislada para no hablar con nadie. Incluso el silencio con el que comían los logianos la irritaba. La irritaba el olor a humedad, la irritaba las penumbras y las sombras de las velas, la irritaba el ruido de los cubiertos en los platos. Exasperada, tiro los suyos al lado y lanzó un suspiro. Alguien se sentó frente a ella haciendo más ruido del necesario.

—Te juro Dai que si un único sonido sale de tu gran boca, la cierro con un tenedor —amenazó sin mirarlo.

—Observarte de malhumor es lo más entretenido que hay para hacer aquí. Eso y ver como mis pies empiezan a criar hongos

—Eso es asqueroso.

—Creo que les voy a poner nombres, me he encariñado.

—Me parece buena idea, serán compañeros inseparables.

—Estoy aburrido.

—¿Por qué no te vas entonces? No tienes que quedarte con nosotros.

—¿Estás loca? ¿No has escuchado? Estamos rodeados, si intento salir de aquí y me encuentran voy a pasar a ser uno de los hongos en los pies de la sombra.

—Me estoy volviendo loca aquí encerrada

—No creo que nos podamos ir si tu amiga no sale de su trance, ¿has ido a verla? Está empezando a parecerse a una estatua... una estatua sucia. Sabes, esto fue lo que ocurrió la última vez, la sombra me lo contó hace un tiempo. Consiguió que alguien cercano a la iluminada la traicionara, sólo la iluminada estaba al tanto y se deprimió tanto que cuando se enfrentaron ella se desvaneció pero la sombra sobrevivió.

—¿Quién es la sombra, Dai? ¿Qué forma tiene?

—No quiero hablar de ello.

Mayra no se levantaba de su cama, apenas si se movía para hacer sus necesidades pero Alina no estaba segura de cuánto duraría eso. Estaba pálida, con el pelo sucio, y en lugar del brillo que usualmente despedía, algo putrefacto la rodeaba. La habitación era el peor lugar de todas las logias, Alina no podía quedarse en ella más de cinco minutos sin sentirse asqueada y con nauseas. No había vuelto a ir en unos días aunque eso la hiciera sentir culpable. Hikaru cada vez hablaba menos, y todos los logianos parecían preocupados, como si supiesen que se avecinaba algo horroroso debido al estado de la iluminada.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora