67. Ganar

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La sombra se sintió orgullosa de sí misma por haber creado tal impacto en los que la miraban. Había anhelado tanto este momento de revelación que tuvo que hacer fuerza para no sonreír como una tontuela y mantenerse en el personaje. Intentó no mirar a Emir, que yacía en el piso como un muñeco de trapo, esparciendo sangre por doquier, sus ojos sin vida y un muñón en lugar de una mano.

Por un momento sintió un ápice de tristeza, pero fue rápidamente suplantado por desinterés. No podía negar que Emir había tenido más coraje que el resto de los demonios y más interés por entenderla, pero estaban en una lucha más allá de ellos. Seguramente su semejanza con la iluminada y su mente inquisitiva habían tenido algo que ver en su comportamiento, pero la sombra tenía que admitir que había disfrutado el acercamiento. Haber querido que Emir sobreviviera su plan no significaba nada, había hecho su trabajo bien.

Definitivamente no miraría el cuerpo tendido en el piso.

Acercándose un poco más a la iluminada la observó con interés, viéndose reflejada de forma idéntica pero aun así tan diferentes. Su brillo se estaba extinguiendo, de la misma forma que lo había hecho hace setenta años cuando aplastó su confianza con una traición parecida.

—¡MAYRA! ¡¿Qué estás esperando?! ¡REACCIONA! –gritó la Maestra del alma entre nerviosa y enojada.

Maldita peste, pensó la sombra mirando con desprecio a la Maestra del poder extinto. Aunque Daesuke la estaba protegiendo y su poder sería disipado en intensidad, no podría pararlo del todo. La chica necesitaba una lección para no entrometerse en asuntos enteramente lejos de su alcance. Sin ni quiera mirarla, la sombra envió dolor puro a su mente y sintió satisfacción incomparable cuando la escuchó gritar de dolor.

La iluminada llevó su mirada hacia la Maestra del alma pero manteniendo en su rostro la expresión de apatía.

La sombra vaciló.

Algo había cambiado, pero no entendía qué. ¿Su plan se le escapaba, pero qué era lo que ya no estaba cómo antes? Tendría que apurarse.

La sombra estiró su brazo para aferrar el rostro de la iluminada pero fue interrumpida por la repentina sensación de brillo que comenzó a emanar de su enemiga, como si hubiese estado contenida y saliese a la libertad de repente. Los ojos de la iluminada se enfocaron en ella con determinación.

Antes de que la iluminada pudiese mover un músculo, la sombra salió corriendo despavorida hacia la entrada escapando de su rival recuperado, lanzando todo su poder contra el resto de los presentes.

¡NO! ¡No puedo haber fallado!, pensó mientras huía. ¡La iluminada había estado acabada sólo unos segundos atrás, estaba segura de que había vencido!

Era la inmunda Maestra del alma, la había menospreciado por su poca experiencia pero lo había arruinado todo. Le había hecho algo a Mayra y entre las dos la habían engañado.

La sombra gritó con todas sus fuerzas, no supo si por rabia o por temor.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora