38. Las Logias

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—Estoy enamorada de este lugar.

—Por favor, dime que estas bromeando.

Dai la miraba incrédulo.

—¡Mira este lugar! ¡Cuánto conocimiento puede haber aquí! ¡Y el olor a libros! —dijo Alina sin parar de sonreír mirando las estanterías gigantes y góndolas llenas de libros.

No lograba ver el final de la biblioteca en ninguna de las direcciones, excepto hacia su espalda, donde se encontraba la gran puerta por donde habían ingresado.

—Es frío, húmedo, oscuro y huele a libro podrido —insistió Dai.

—¿No te cansas de estar amargado?

Dai los había cruzado luego de que Hikaru limpiara sus heridas y los había seguido con la excusa de que estaba aburrido. El lugar era una cueva subterránea que servía de gran biblioteca en dónde los miembros de la logia de la razón pasaban la mayor parte de su vida con la nariz metida dentro de un libro, leyendo a la luz de lámparas de aceite. La entrada a la biblioteca se encontraba en el centro mismo del recinto de la logia, en un amplio salón con una escalera caracol que bajaba unos cuantos metros antes de llegar a un recibidor. Luego, tras unas inmensas puertas se podía entrar a la biblioteca.

—No soy amargado, simplemente le tengo un cariño especial al sol. Estos enmascarados prácticamente no salen a la superficie, pasan toda su vida estudiando para encontrar la causa de que todo lo que miren se convierta en polvo.

—Shhhhh no levantes la voz. Ten un poco de respeto.

Alina ignoró a Dai y se acercó a la primera góndola de libros que tenía a su alcance. Eligió un libro al azar y comenzó a leerlo bajo la luz de la primera lámpara que vio. Tenía muchas imágenes de plantas que desconocía.

—¿Y tú que haces aquí? No deberías estar consolando a tu novia —sintió a Dai decir.

Demacrado como estaba, Elio seguramente había venido a averiguar si había alguna forma de evitar que Mayra se disolviera cuando se enfrentase a la sombra. Si es que lograban sacarla del trance, claro está. Elio ignoró el comentario y siguió hablando en susurros con un miembro de la logia de la razón que al parecer era uno de los tantos bibliotecarios. Según Hikaru, un grupo bastante numeroso de logianos se dedicaba de forma exclusiva a entender el orden y la catalogación de los libros de la inmensa biblioteca, y ayudaban al resto a encontrar lo que querían. Algunos de ellos se encontraban en el recibidor de entrada, el resto caminaba por las góndolas ordenando libros o limpiando. El enmascarado que acompañaba a Elio parecía negar con la cabeza aunque Elio seguía insistiendo hasta que, finalmente siguieron su camino a las góndolas de la izquierda.

—¿Qué está buscando el niño bonito? —le preguntó con curiosidad.

Alina simplemente se encogió de hombros, era algo entre Elio y Mayra aquello.

—No hay mucho más para ver aquí, ¿quieren conocer ahora la logia de la fe?

—Oh no —suplicó Dai.

—¡Claro! —contradijo Alina dando un tirón a la trenza de Dai.

Al parecer las logias eran dos grupos de enmascarados. Por un lado estaba la logia de la razón que acababan de visitar y en dónde buscaban la respuesta a la pregunta de por qué no podían mostrar su piel a ningún otro ser vivo. Por el otro estaba la logia de la fe, que parecía ser un grupo religioso por lo poco que Hikaru le había contado. Ambas logias se encontraban en el mismo complejo, pero en edificios separados y enfrentados.

Cuando salió al exterior esperaba encontrarse con una construcción en forma de iglesia o de mezquita pero se sorprendió al encontrar un recinto rectangular muy simple y muy parecido al que había salido. No pudo evitar sentirse decepcionada.

Cruzaron la plaza que unía a ambas edificaciones rápidamente, no muchos enmascarados deambulaban por los jardines puesto que residían dentro del mismo recinto y cada uno se dedicaba de forma completa tanto a los estudios como a los votos religiosos. Las habitaciones, los comedores y los lugares de trabajo se encontraban todos dentro. Que Hikaru hubiese salido a encontrar al grupo de Mayra era prácticamente impensable para el resto de su raza.

Cuando entraron a la logia de la fe, Alina percibió inmediatamente que el ambiente era mucho más solemne. Los únicos ruidos presentes eran los de sus propios pasos y el eco que emitían en los desiertos salones. Cerca del centro, donde en el otro recinto estaba la escalera caracol, había un gran salón de piso de piedra. Entraron por un piso superior, por lo que podían ver lo que ocurría desde un balcón.

Debajo, había varios enmascarados, todos vestidos con túnicas rojas cuya capucha terminaba en punta y a Alina se erizó recordando las historias que escuchó sobre el KKK. Había un grupo que se encontraba boca abajo con los brazos y pies extendidos formando lo que parecía una estrella. Otros caminaban de rodillas alrededor del salón.

—Por favor, dime que los que salen a la superficie de los de abajo no intentan aterrorizar a personas de color por las noches –preguntó un poco aprensiva.

—¿De qué hablas? La logia de la fe es el grupo más pacífico de todo Babia –respondió Hikaru– ¿Por qué no sabes este tipo de cosas?

No tener a Emir hacia mucho más difícil aprender las cosas de este mundo sin levantar sospechas que no era de aquí. Por supuesto Dai la miraba sospechosamente pero había dejado de preguntarle por qué no sabía absolutamente nada. Quizás ahora que había recuperado su poder había descubierto todo simplemente leyendo en su cabeza, pero no podía estar segura.

—Tienes que acostumbrarte, al parecer ha vivido en una cueva durante toda su vida.

—Nací muy lejos de aquí y no se mucho de los alrededores de esta zona.

—¿Dónde exactamente? Babia no es muy grande –le preguntó intrigado Hikaru– y todos conocen a las logias. Los logianos han peregrinado a todos los rincones, ¿quizás de algún pueblo de las montañas?

—Quizás cayó del cielo un día de lluvia.

—Quizás salí de adentro de un repollo, pero cuéntame un poco sobre porque estoy viendo personas con grilletes en los tobillos.

—La logia de la fe cree, a diferencia de la logia de la razón, que no debemos buscar la respuesta a por qué somos así. Que es un castigo o penitencia que debemos soportar por el resto de los habitantes de Babia, ese es el propósito de sus vidas.

—Suena un poco familiar. ¿Pasan toda su vida haciéndose daño? —preguntó Alina un poco horrorizada.

Hikaru sólo asintió y Dai, contra todos los pronósticos, se mantuvo en silencio.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora