28. Fiesta

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Esta vez, cuando Lorien llegó para escoltarlos a la fiesta, ofreció su brazo a Alina en lugar de a Mayra con una amplia sonrisa mostrando sus resplandecientes dientes blancos. Luego de titubear por un par de segundos, Alina tomó el brazo de Lorien con timidez y precedieron la comitiva hacia el centro del pueblo, donde se habían reunido por la tarde. El olor a jazmín y menta parecía aún más intenso en el claro del bosque iluminado con antorchas, incluso parecía provenir del propio Lorien. El faerlinga la guiaba con decisión, saludando a sus fans y presentando a Alina a cuanto faerlinga se cruzara en su camino. En el claro se habían armado mesas de madera alargadas con manteles de colores en donde Alina pudo distinguir había una variedad de platos apetecibles y cuyo aroma la hizo salivar.

Los faerlingas estaban vestidos sencillamente pero abundaban los colores y los accesorios adornando el atuendo. Si alguna vez Alina había deseado poder bailar con las hadas cuando era niña esta era su oportunidad, porque a las enjutas y ágiles personitas sólo le faltaban las alas transparentes para serlo. El grupo fue dirigido a la mesa más adornada y colorida de todas y tomaron asiento dando inicio a la fiesta con un vitoreo de los faerlingas.

—¿Qué opinas de nuestro pueblo, Alina? –preguntó Lorien educadamente.

—Me cuesta distinguir qué es real y qué es una ilusión –respondió con franqueza.

—Es la idea, ¿qué mal hace vivir haciendo todo más bello con ilusiones? Agrega un poco de color y maravilla a la vida –dijo mientras hacía aparecer una flor de colores en su mano y la ponía sobre la oreja de Alina.

Al fondo de la mesa, Dai resopló exasperado disponiéndose a mirar a todo el mundo con cara de pocos amigos y poniendo los pies sobre la mesa, hamacándose en su silla. Ni si quiera le dirigió una mirada a los bocadillos y platos frente a él, haciendo volcar algunos y pisando otros.

—¿Te importaría? Algunos tenemos hambre –dijo Emir poniendo algunos de los bocadillos caídos nuevamente en los platos y alejándolos del demonio.

—No te preocupes, tiene los modales de una cabra como el animal que es –dijo Lorien quitándole importancia—. Cuéntame un poco sobre ti Alina, ¿cómo conociste a la iluminada?

—Ehhh... en el bosque, cruzamos caminos por casualidad –contestó Alina cuidadosamente tiendo la impresión que tenía los oídos de toda la mesa.

—¿Y qué hacía una chica tan bella como tu deambulando sola por el bosque?

Ahora entendía por qué las atenciones del faerlinga, quería información. No quería admitir que estaba un poco desilusionada, pero la realidad era que se había sentido alagada por sus atenciones. Alina no era una de las fans de Lorien así que no caería en la trampa del muchacho seducida por su atractivo físico, por más espléndido ejemplar que fuese.

—¿Una no puede buscar aventuras? –preguntó en el mismo tono que él.

—Digamos que no es normal ver caminando por los bosques a chicas sin compañía buscando problemas.

—Quizás no sea cualquier chica –continuó Alina intentando evadir las preguntas.

—Eso está claro, sino no estarías acompañando a la iluminada en este viaje. Mayra, ¿qué te hizo invitar a esta hermosa criatura? ¿Qué secretos guardan que no nos están compartiendo?

—Simplemente congeniamos rápidamente, su simpatía me conquistó –respondió Mayra sin movérsele un músculo.

—La sombra no puede ser derrotada con sólo simpatía, seguramente hay algo más.

—Tu realmente no conoces la simpatía de Alina, bien podría derrotar a la sombra ella sola si se lo propusiera –agregó Elio masticando un trozo de tarta.

—¿Por qué no comes nada? Toma, sírvete –le dijo Lorien alcanzándole un plato con algo que parecían vegetales a la parrilla y otro con tartaletas.

Alina todavía sentía el susurro de Dai aconsejando no comer nada de lo que le ofrecían, y al parecer él estaba cumpliendo con sus propias palabras. Su plato permanecía debajo de sus botas. Pero Alina tenía hambre, no había comido nada desde la noche anterior y los platos, aunque vegetarianos, le hacían agua la boca. Tentativamente, se sirvió unas tartaletas y comenzó a comerlas lentamente, sabían deliciosas y no tardó en servirse más de los bocadillos. Lorien sonriendo, le alcanzó una jarra de un vino dulce que sabía a fresas y moras.

—Dicen que eres muy enigmática, que nunca habías visitados los pueblos y no sabes nada de ellos. ¿De dónde has venido? –insistió acariciando un mechón de su cabello.

—¿No te has enterado? De un repollo –dijo seriamente Alina haciendo que Dai se atragantara con su propia risa.

Al calmarse, Alina noto que Dai buscaba su mirada disimuladamente y cuando lo logró llevó el dedo índice al parpado inferior de su ojo derecho y tiró hacia abajo. "¡Ojo!". Era un poco tarde para que le advirtiese sobre la comida considerando todas las sobras que había en su plato.

Tenía que admitir que Lorien era perseverante y a pesar de evadir todas sus preguntas e insinuaciones, se mantuvo a su lado sonriente. No parecía estar por perder la paciencia y sólo calló cuando las antorchas se apagaron dando comienzo a un show de luces y sonido como nunca antes Alina había visto. Entre destellos de colores, formas y música, los faerlingas contaron la historia de cómo la madre los había creado y cómo ellos habían encontrado su camino al bosque. Si los battousanios eran guerreros, los faerlingas eran artistas. Artistas que usaban la ilusión para crear sensaciones en todos los sentidos y dejar al espectador boquiabierto, llorando o descostillado de risa. El espectáculo terminó con una pareja bailando una especie de vals, brillando en el medio del claro al son de una música melodiosa. La pareja comenzó a flotar entre destellos que parecían luciérnagas, bailando con su brillo dorado lentamente sin perder el ritmo.

Alina sentía que estaba en un sueño y como su espíritu hubiese escapado de su cuerpo y estuviese danzando junto con la pajera. Su alrededor se difuminó quedando únicamente ella, la pareja danzante, los destellos de las luciérnagas y la oscuridad. Sintió que flotaba junto con la pareja, que bailaba alrededor de ellos y reía con ganas. Las luciérnagas la rodearon un enjambre de luz y estiró una de sus manos para tocarlas, pero sentía sólo aire.

No le importó, Alina siguió girando, y girando...

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora