Amor.

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 Llevábamos tan solo unas horas en la casa, los únicos muebles que habíamos instalado ya eran la cama, unos escritorios y el televisor con las consolas, no necesitábamos más si solo duraríamos pocos días aquí. Samuel y yo nos encontrábamos en el piso del salón, jugando a varios videojuegos que había traído para pasar el rato. Me era extraño aun llamarle Samuel, pues desde que empezamos nuestra relación él me había pedido que lo hiciera "fuera de la cámara" ya que era algo más personal, pero era muy extraño dirigirme por su nombre.

- ¡Me cago en todo!- no evité quejarme al ver que nuevamente Samuel lograba arrebatarme puntos en el juego.

- ¿Que pasa compañero? Te ves molesto, ¿pasa algo?- bromeó pausando el juego empujando levemente mi hombro con un puño.

- Mira si sigues así igual me cago en ti.- bufé simulando estar enfadado, lo cierto es que luchaba por no dejar escapar una risa.

- Venga, cambia esa carita. Ésta vez te dejaré ganar tss nada, después te quejarás...- dijo arrogante alzando las cejas.

- Es que es tonto del culo.- mascullé entre dientes poniéndome de pie dispuesto a retirarme del salón en plan ofendido, claramente su expresión arrogante cambio en un instante por una confundida y algo de culpa. Podría jurar que realmente se había creído mi cutre posición de víctima.

Escuche como Samuel se levantaba y caminaba hacia mí, apresure más el paso pero me fue imposible llegar a mi habitación, porque ya lo tenía abrazándome por detrás, pasando sus manos por mi cintura.

-¿Realmente te enfadaras por esto chaval? –Murmuro de manera melosa, acariciando con su nariz mi cuello.

-No estoy enfadado, solo ya no quiero jugar contigo.
Caminamos a de esta manera hacia mi habitación, quería terminar de acomodar todo. Samuel me soltó y se sentó en mi cama, mirándome todo lo que hacía. Tome una de las maletas y saque su contenido, acomodando las camisas por aquí, los peluches por allá. No dejaba de sentir la mirada de Samuel sobre mí, pero no le dije nada. Después de un rato sacó su móvil y dedicó su atención a éste, me limite a terminar la última maleta.

-¿Samuel? –llame su atención una vez que termine, el me miro mientras me sentaba a su lado. -¿Puedo preguntarte algo?

-Dime.- asintió observándome fijamente con preocupación

-¿Por qué aceptaste vivir contigo en Los Ángeles? ¿Por qué aceptaste vivir aquí en Barcelona? Recuerdo una vez que me dijiste que amabas mucho Madrid, que es el lugar donde quieres vivir por siempre. ¿Qué te hizo cambiar de opinión?

- El amor.- contestó serio- Sabes, muchas veces el sitio donde quieres vivir está vinculado a la persona con la que estés, es decir, si yo conozco a una persona que me hace feliz estaría con esa persona donde ella viva.- terminó por decir dejándome helado, sabía que sus palabras habían salido de su corazón. Su mirada me inspiraba seguridad en lo que acababa de decir.

- ¿Cómo es que una persona como yo puede hacerte feliz?- dije sin más maldiciendo internamente por haberlo pensado en voz alta. Enseguida noté como éste soltaba una leve risa, y me rodeaba entre sus grandes brazos, me sentía un tonto por dudar tanto, pero era inevitable, extrañamente me encontraba abrumado. Me sentía tan pequeño a su lado... como un niño inseguro que necesitaba que le recordaran siempre que "era especial"

- Por estas cosas es que me haces feliz, siento la necesidad de protegerte a todo momento. Eres como mi hijo ¿sabes? ¡Oh! ¡Como el hermano menor que nunca tuve! - dijo efusivo haciendo notar su aguda risa que tanto me gustaba.

- Mi padre no es calvo- reí con la intención de hacerle enfadar, pero al contrario, me siguió entre risas.

- Tss chaval más respeto, Padregetta me llamarías ¡buah! ¿Te imaginas?, sería el mejor padre del mundo.

Drabbles WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora