Mi diamante.

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Enero, al fin en casa junto a Willy. Extrañaba el ambiente hogareño que solía sentir cuando estaba con él.
El olor a muebles nuevos y el eco de habitaciones sin amueblar se podían apreciar sin mucha dificultad. Me adentre en el espacioso salón depositando algunas bolsas con diversos alimentos, no tenía la menor idea de en donde se encontraba Willy en ese preciso instante cosa que no hacía más que preocuparme.

Caminé apresurado buscando rastros de su presencia pero no había indicios de ello.

- Willy, ¿Estas aquí?- pregunté titubeante ante la nada, no hubo respuesta. Supuse que no se encontraba en casa así que baje la guardia riendo de mi mismo por haber hablado solo, esperaba no tener que contarle esto nunca.

- ¡Vegetta!- escuché a mis espaldas logrando hacerme sobresaltar sin mencionar que los pelos se me pusieron de punta, poco más y me agarraba un infarto, este tio es tonto.

- ¡Me cago en ti mil años chaval! ¿Tú estas tonto? Casi me matas del susto!- mis reclamos casi ni se hacían oír debido a su sonora carcajada que no cesaba, las ganas de estamparle un puñetazo en la cara no faltaban.

- ¿Que hacías hablando solo compañero?- comentó jocoso retorciendose de la risa

- Es que más tonto y no naces hijo mío, encima que me preocupo por ti... ahí te mueras chaval- bufé molesto volteando sobre mis pies dispuesto a irme a cualquier lado lejos de su presencia.

- No hombre, ven aquí- insistió intentando llamar mi atención sin embargo le ignoré por completo.- ¡Samuel!- dijo saltando sobre mi espalda aferrandose como pudo con brazos y piernas a mi cuerpo sin dejarme escapatoria, lo tenía aferrado cual koala.

- ¿Que haces? ¡Quita Willy! pesas mucho nos vamos a.. ¡Ostras!- antes que pudiese terminar la frase caímos tumbados sobre el suelo, fue imposible para mi mantener el equilibrio con ese salto tan inesperado.

- Ostras- estalló en carcajadas, esta vez no pude contenerme, liberé una sonora carcajada seguido de quejidos e intentos fallidos por ponerme nuevamente de pie. Willy me tenía acorralado aun entre sus piernas.

- ¡Quita cabezón!- exigí entre risas siendo incapaz de hacerlo por mi cuenta.

- ¿Ya no estás enfadado?-

- Si no me sueltas lo estaré en cero coma.- y me soltó, pero esto no se quedaría así, claro que no.
Esperé paciente durante horas hasta encontrar el momento justo para mi venganza.

Willy se encontraba preparando la cena plenamente concentrado en la cocina, tanto que no se percato de mi presencia justo detrás suya.
Situé mi movil sobre la mesa dejando sonar la canción de su reciente animación "En qué lugar me perdí", en ningún momento habíamos tocado el tema a fondo, sabía de sobra que la canción era para mi, era tonto pero no pringado, lo conocía bastante.

Mis venganzas nunca fueron con la intención de "con la misma moneda", más bien, la tortura hacía Willy siempre fueron ponerle nervioso a más no poder. Y yo más que nadie sabía aquello a la perfección, desde que nos dimos la libertad de "sin códigos de amistad" eramos completamente libres de hacerlo todo con el otro, por muy morboso y guarro que sonase.

Nada más escuchar los primeros segundos este giró sobre su hombro notablemente sorprendido. no le di lugar a decir nada. Me apresuré hacía su posición tomandole con toda mis fuerzas de sus piernas hasta situarlo sobre la encimera, su cara en el momento estaba para una foto.

-¿Que haces?- preguntó soltando una pequeña risa notablemente nervioso, prácticamente no podía mantener contacto visual conmigo. Sonreí con malicia presionando ligeramente de su cintura.

- Quiero hablar, sobre tu canción.- me gustaba esa mirada suya de "No me mires"

- ¿Te gustó?- preguntó mordisqueando su labio inferior, se encontraba ruborizado a más no poder, si es que le chupaba la cara y me lo comía a mordiscos!

- Casi tanto como tú.- murmuré aproximando mi nariz hasta su cuello acariciando toda la extensión del mismo hasta llegar a su mejilla.- Me dijeron por ahí que la letra tiene algo que ver conmigo...-

- ¿A si?- la ironía en su tono de voz me dio la seguridad que me bastaba para saber que aquellos "rumores" estaban completamente en lo cierto. Reí divertido depositando varios besos sobre su mejilla y un rápido beso en sus labios.

- Eres mi diamante.- dije sonriente notando como fruncía el ceño confuso- Y si encuentras a esa persona no lo dudes ni un instante, consérvala en tu vida como si fuera un diamante.- tatareé entre risas llevando mis manos hasta sus hombros jugando con sus clavículas.- Tú eres mi diamante.- no acostumbraba a decir tanta cursilería junta pero estando con él salían por si solas, no podía evitarlo, adoraba ver como sus ojos se iluminaban.

- Te quiero prongao.- susurró hundiendo su cara en mi cuello.
Para mi nuestra relación es mucho más valioso que un diamante, quizás él nunca se haga la idea de ello, pero me encargaría de que así lo sintiera. 

Drabbles WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora