Pesadilla

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  La casa de mis abuelos siempre fue linda y acogedora, sobretodo por aquel aromatizante de ambiente que tanto le gustaba a mi abuela. 

 Me gustaba estar aquí, con mi familia. Me gustaba porque este era mi lugar donde recurrir siempre que necesito respirar un poco de aire fresco y despejar mi mente, lejos de la gran ciudad, lejos de gente indeseada, lejos de todo. 

 Era justo lo que buscaba en este momento. 

 Admiré mis fotos de pequeño colgadas dentro de cuadros sobre la pared antes de dirigirme al comedor donde se encontraba mi abuelo almorzando sin mi, luego le reclamaría por eso; y mi abuela a un costado limpiando algunos platos. 

- Hola- saludé anunciando mi entrada después de tomar asiento y observar aquella mancha en la pared que nunca había notado, se veía bastante oscura ¿Desde cuando estaba allí? 

- ¿Nos extrañaste Samuel? Tardaste mucho en venir a visitarnos, parece que ya ni quisieras vernos.- le oí murmurar en un tono lastimoso mientras fregaba sin cuidado aquellas tazas de porcelana. 

 Y aunque aquello no fuera para nada cierto pude sentir mi corazón encogerse ligeramente ante sus palabras.

 ¿Como podía decir eso? ¡Son mi familia! Los amo más que a nadie. 

- ¡No digas eso!- exclamé poniendome de pie dispuesto a darle un abrazo que le recordase lo mucho que la quiero, sin embargo antes que pudiera rodearla entre mis brazos una fuerte punzada en mi estomago me hizo retroceder dos pasos. 

 De pronto aquella mancha en la pared parecía comenzar a tomar mayor tamaño y al mismo tiempo todo comenzaba a ponerse borroso.

 En cuanto agaché mi mirada hacía mi abdomen para encontrarme con un cuchillo atravesando mi piel y quizás algunos órganos. Pronto mi sangre comenzó a teñir mi camisa y regar el suelo. 

 ¿De verdad había sido capaz de apuñalarme, de hacerme daño con sus propias manos?

 ¿Qué razón habría para hacer eso? 

 Y por mucho que mi cuerpo entero dolía por la herida profunda, lo que más me hería era el saber quien era el responsable de esto. 

 Intenté pedir ayuda pero me ahogué con la sangre que trepaba por mi garganta, fue inútil cualquier intento de mantenerme en pie, y justo antes de caer de rodillas pude ver a mi abuelo desde el otro lado de la mesa seguir con su cena como si el hecho de que estuviese allí al borde de la muerte no significase absolutamente nada. 

 ¿Alguna vez has experimentado aquella sensación que te impide respirar con tranquilidad?  ¿Aquella sensación horripilante que te abruma por completo permitiendo que el pánico se apodere de tu capacidad emocional y física, dejandote paralizado e indefenso como un pequeño animalito abandonado en medio de una tormenta?

 Aquella sensación de desolación y miedo, sobretodo miedo. Miedo de todo, miedo porque estás solo y en peligro, miedo porque no hay nadie allí en quien aferrarte y sentirte seguro. 

 Pues es así justo como me sentía. 

- ¿Samuel? 

 Aquella voz, sonaba casi como un susurro a mi oído. 

- Samuel.

Dulce y áspera, ¿Así que los angeles existen después de todo? 

- ¡Samuel despierta! 

Retumbó fuerte en mi cabeza logrando hacerme reaccionar. 

 ¿Despertar? 

 ¿Había sido una pesadilla? 

 Observé a mi alrededor cayendo en cuenta de que me encontraba en mi habitación, en casa, no en casa de mis abuelos sino en casa, en mi hogar, con Willy. 

 ¡Willy! 

- ¿Estás bien? Estuviste respirando muy acelerado creí que te daría un infarto o algo macho ¡Que susto!- exclamó exasperado, a través de la oscuridad aún podía ver el brillo de sus ojos, y también podía ver su preocupación. 

- ¿Willy eres tú?- murmuré, y sabía que era él pero necesitaba confirmarlo.

 Llevé mis manos hasta su rostro sintiendo su fría piel de porcelana. Acuné sus mejillas entre mis manos y sí, definitivamente esto era algo real.

- Eres tú- afirmé para mi mismo tomandole por los hombros haciendo que perdiera el equilibrio y cayera tumbado al lado mío. 

- Claro que soy yo tonto- murmuró entre risas intentando zafarse de mi pero le fue imposible. Por muy ridículo e infantil que sonase lo necesitaba a mi lado, necesitaba a alguien a quien abrazar esta noche, de ninguna manera iba a permitirle que se fuera. 

- Deja de moverte quiero que te quedes conmigo- me quejé en un berrinche rodeando mis brazos al rededor de su cintura impidiendo que existiera cualquier espacio que nos separe. 

- Madre mía..- dijo en suspiro y finalmente  poco a poco pude sentir todo su cuerpo relajarse. Sonreí porque eso significaba que se había dado por vencido.- ¿Tuviste una pesadilla?- preguntó acariciando mi mano para luego entrelazar nuestros dedos.

- Sí- susurré despacio pegando mi nariz a su nuca. 

- ¿Quieres hablar sobre eso?

- No, mañana tal vez.

- De acuerdo.- suspiró una vez más dispuesto a dormir. 

- ¿Willy?

- ¿Mmh?

- ¿Tú serías capaz de apuñalarme?- pregunté trayendo esas dolorosas imágenes de mi pesadilla a mi mente. 

- No, claro que no. Nunca podría hacerte daño.- y aunque se encontraba medio adormecido sabía que hablaba enserio y estaba siendo honesto. 

 Entonces sonreí una vez más, porque supe en ese instante que Willy es mi sostén, él es en quien puedo aferrarme ciegamente sin temer a que me apuñale, él es quien me hace sentir seguro y protegido hasta en mis más tétricas pesadillas. 

 Willy es aquel aromatizante que hace que aquella mancha oscura en la pared no tenga importancia. 

- Te quiero Willy. 



Drabbles WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora