Capítulo 28

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El dolor que se había apaciguado en mi estómago, resurgió de nuevo. Al principio era en un lugar localizado, luego se extendió como el fuego quemando y arrasando un bosque entero. Me estremecí y encogí mi cuerpo, colocándome en forma fetal. Notaba la pacifica respiración de Zayn chocando en mi nuca y a pesar de que él me mantenía pegada a su cuerpo, rodeándome por el vientre con un brazo, el dolor fue intensificándose cada vez más.

Creí que iba a morirme. Me zafé de Zayn como pude y salí de la cama, tratando de no hacer el más mínimo ruido para no despertarlo. Miré el reloj digital que había en la mesita de noche: 3:19. Solté un bufido dañino. Me llevé una mano al vientre y caminando como mi cuerpo me permitía, a duras penas, llegué hasta el baño. Cerré la puerta y cuando me di cuenta, tenía las bragas llenas de sangre.

Por una parte, me alegré de saber que no estaba embarazada y de que haber hecho el amor con Zayn sin preservativo no había traído consecuencias, y que por encima de todas las cosas, había valido la pena. Por otra parte, odiaba aquello. Odiaba tener que pasar tres o cuatro días yendo al baño tantas veces como mi cuerpo me lo pedía. Era horrible.

Me cambié, me miré en el espejo y me horroricé al verme a mí misma, tan pálida que parecía Blancanieves. Mi príncipe seguía durmiendo. Contemplé su figura, enterrada bajo las sabanas, su pecho subiendo y bajando con sosiego y tranquilidad. Si volvía a meterme en la cama con él, iba a impedirle que siguiera durmiendo y teniendo maravillosos sueños. Di media vuelta y salí de la habitación, dirigiéndome al salón. Una vez allí, me acomodé en el sofá y traté de buscar la postura perfecta para que el dolor fuera menor pero no encontré ninguna, mientras más me removía entre los cojines, más fuerte era el dolor.

Después de aquello, pensaba comprarme todos los preservativos que hicieran falta para tener relaciones con Zayn. Nunca más volvería a comprar esa maldita pastilla. Me tumbé boca arriba y me llevé una mano al interior de la camiseta, acariciándome a mi misma el vientre. La otra mano a la cabeza. El dolor no cesaba. Gemí y una lágrima escapó de mis ojos cuando sentí un seguido de punzadas. Ya no sabía qué hacer. Mi cuerpo se convulsionó y cuando estuve a punto de perder la cabeza, Zayn irrumpió en la habitación a toda prisa y me acogió entre sus brazos.

―No puedo más, Zayn…―Sollocé en cuanto sentí el calor de su cuerpo y sus fuertes brazos apretándome con fuerza contra él. Escondí la cabeza en su pecho―Es horrible.

―Voy a llevarte al hospital.

―No―Me negué―No quiero ir al hospital. No me gustan…

―Estás fatal―Cogió mi rostro entre sus manos y me miró―Estás muy equivocada si piensas que voy a quedarme de brazos cruzados mientras tú te retuerces de dolor por mi culpa.

―No es tu culpa. Ya te lo…

―Shh. No digas nada―De súbito, me encontraba entre sus brazos. Rodeé su cuello y dejé que me llevase hasta la habitación.

Me tendió en la cama y mientras yo sollozaba, él se encargó de sacar varias prendas de ropa del armario para cambiarnos e ir al hospital, aunque estaba muy equivocado si creía que iba a poder aguantar todo ese sufrimiento hasta allí para que cuando llegara, un tipo cualquiera me dijera que eran los efectos de la pastilla del día después.

―Zayn…―Susurré―Está marchando―Mentí.

Él se dio media vuelta, con una camiseta en sus manos y me miró.

Tras un breve espacio de tiempo, Zayn se acercó a la cama y gateó sobre ella hasta alcanzarme. Se tumbo a mi lado, de costado. Levanté una mano y le acaricié la mejilla. Él deslizó una de las suyas por mi cintura y la introdujo dentro de mi camiseta. Me estremecí por el contacto de su piel rozando la mía. Cerré los ojos y gemí, con los latidos de mi corazón acelerados.

―¿Seguro que esta cesando?―Preguntó en un susurro mientras trazaba leves círculos sobre mi piel.

―Ahora si―Contesté. Era cierto. Quizá era la simple sensación de que me estuviera tocando, pero aquellas caricias me calmaron. Se lo agradecí.

Zayn se movió a mi lado y sacó la mano del interior de mi prenda de ropa. Cuando volví a abrir los ojos lo encontré deslizándose a los pies de la cama.

―¿Dónde vas?―Le pregunte, aferrándome a la idea de que no iba a volver a mencionar el hospital.

―A conseguir que todo ese dolor desaparezca―Colocó una mano en mi rodilla y la instó a separarse de la otra.

¿Qué estaba haciendo? Se colocó de rodillas entre mis piernas y me sonrió.

Sus manos se colocaron en mi cintura y él se inclinó hacia delante. Seguidamente, sus dedos se filtraron en el interior de mi camiseta, cogiendo los dobladillos y arrastrándolos lentamente hacia arriba, subiendo la prenda. Mi corazón se desbocó.

―Zayn…―Murmuré con la voz entrecortada―Esta noche no. No estoy…―Antes de que pudiera terminar la frase, Zayn se irguió sobre sus rodillas y colocó brazo y brazo a lado y lado de mi cuerpo. Noté como la cama se hundía bajo su peso. Se agachó para respirar mi aliento y dijo:

―Relájate, ¿vale?

Quise hacerle caso pero sus intenciones, las cuales desconocía totalmente, y sus últimos movimientos, los cuales me confundían, me ponían nerviosa y el estado en el que me encontraba no ayudaba. Aún así, cerré los ojos, obedeciendo, y esperé a que se inclinara aún más y me besara.

Me acarició la mejilla con suavidad y después dejó un tierno beso en mis labios. En cuanto noté que me dejaba volví a pestañear y lo observé mientras se deslizaba por mi cuerpo hasta colocarse de nuevo entre mis piernas. Sus manos volvieron a encontrar el camino hasta mi piel por debajo de la camiseta. Comenzó a elevarla lentamente, con cuidado, como si fuera una caricia y yo una muñeca de cerámica que pudiese romperse con facilidad. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando mi bra estaba a punto de quedar a la vista, pero entonces paró y sus dedos se colocaron sobre mi temblorosa piel. Dibujó una serpentina rodeando mi ombligo y luego desvió el camino hacia arriba. Trazó una curva y volvió a bajar. Su roce me puso la piel de gallina y justo entonces, solté un gemido. Sus labios tocaron mi piel. Me besó. Me besó el vientre. Una y otra vez. Gemí. Besuqueó mi estómago y dejó un largo recorrido de besitos por todas partes.

La manera con la que el dolor había desaparecido era asombrosa. Apreté mi cabeza contra la almohada y jadeé. Zayn besó mi ombligo con ternura y pensé que no podría haber sensación mejor en el mundo. Acarició mis caderas y sentí mi piel erizándose.

No sé cuánto tiempo empleó en hacerme sentir de aquella manera. Perdí la cuenta de los minutos cuando me quedó claro que no había nada mejor que sus labios sobre mi piel. Le acaricié el cabello, se lo revolví. Susurré su nombre y le confesé lo mucho que me gustaba, tanto él como lo que me otorgaba. Después, caí completamente dormida sin sentir apenas una brizna de dolor.

Solo amor.

Intercambio de SofásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora