Me sentía mareada, la cabeza me daba vueltas, tenía un nudo en el estómago y me sentía incapaz de hacer algo razonable.
Zayn había colocado a Hamlet sobre la mesa del salón y se había inclinado sobre él con una sonrisa para despedirse.
Era increíble que un pequeño ser tan diminuto como lo era mi bebé, supiera perfectamente lo que estaba sucediendo. En cuanto había visto a Zayn coger las maletas había empezado a sollozar, casi igual que yo, y se había encaramado a la pierna de Zayn después de haber estado dando vueltas a su alrededor meneando la colita.
A Zayn se le rompía el corazón al tener que dejarme allí, pero también se le rompía ver como Hamlet, nuestro bebé, también iba a echarlo de menos.
―Tienes que prometerme una cosa―Le dijo Zayn coquetamente, dándole un golpecito en la nariz.
Hamlet alzó la barbilla, sus ojos estaban decaídos.
―Cuidarás de tu mami durante mi ausencia, ¿verdad? ―Hamlet volvió a agachar la cabeza y dejó caer las orejas sobre sus oscuros ojos. ―Tienes que cuidarla, pequeño. No puedes dejar que le pase nada.
Entonces gemí y me llevé una mano a la boca. Me di la vuelta cuando se giró al percatarse de que yo estaba llorando. Lo acarició una vez más y le dio un beso en la coronilla a Hamlet.
―Te echaré de menos, cachorrito―Se inclinó más sobre él y sin que yo pudiera escucharle le dijo―Cuídala, por favor.
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Bajamos del taxi y Zayn me dio la mano con una débil sonrisa cuando nos dirigimos hacia las puertas del aeropuerto. Supuse que se percató de que yo temblaba, porque me apretó con fuera, me atrajo hacia sí y me besó la coronilla.
Nada más entrar, vi su destino enmarcado en lo alto de la pared, en un rótulo digital: Paquistán, terminal 3, 1:15 de la madrugada.
Eran las seis de la tarde. Habíamos estado en la cama hasta cerca de la una del medio día. Zayn había estado abrazándome y diciéndome cosas bonitas al oído. Yo había estado llorando, o tratando de contener el llanto. No podía creer que aquel día hubiese llegado.
Zayn se detuvo y miró mi rostro perdido durante unos segundos. Me acarició la palma de la mano con el pulgar y entonces volví a la realidad y supe donde estábamos. Tragué saliva cuando encontré su mirada.
―¿Te apetece merendar algo? ―Me preguntó Zayn, pero yo agaché la cabeza y toqueteé con suavidad su mano.
―Lo único que me apetece es que te quedes…―Murmuré. Ni siquiera alcé la cabeza para ver los ojos de Zayn. Sentí una lágrima caer por mi mejilla y luego estamparse contra el suelo.
―No, cielo…―El tono de Zayn sonaba preocupado, más que eso incluso. Colocó dos dedos bajo mi barbilla y me alzó el rostro, encontrándose con mis ojos empapados. ―No empecemos, ¿sí? ―Abrió sus brazos y me estrechó contra su cuerpo.
Me eché a llorar débilmente en su hombro. Zayn me acarició el cabello y luego me besó la frente. Me separó de él para limpiarme las lágrimas con los pulgares y me sonrió, cosa que yo no podía hacer en aquellos momentos. Me cogió de la mano y nos acercamos a una cafetería. Allí Zayn se encargó de pedir varias bebidas y algo para comer. Yo, sin embargo, lo dejé todo en el plato. No tenía apetito. Lo único que me apetecía, lo único que quería, era lo que no podía tener.
―Come algo, ____―Me incitó Zayn, empujando el plato más hacia mí.
―No tengo hambre…―Contesté mirando a otra parte y con los ojos rojos y llenos de lágrimas.