Capítulo 49

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Todo estaba en completo silencio, excepto por los pequeños ruidos que producían nuestros besos incesables, sinceros.

Cerré la puerta del apartamento detrás de mí con la mano que tenía libre. Con la otra agarraba a ___ de la cintura y la besaba apasionadamente. No podía dejarla marchar. A ninguna parte. Ella tenía las manos en mi pecho, en mis mejillas, en el hueco entre mi cuello y el hombro. Me besaba con tal pasión que creía que le dolía incluso, pero aquella noche, lo único que habría en su corazón sería amor.

Nos deslizamos por el pasillo hasta el dormitorio, tropezándonos y chocándonos contra las paredes. ___ aún lloraba. Notaba sus lágrimas chocar contra mis labios y el dulce sabor de ellas filtrarse por mi lengua hasta mi garganta.

La cargué en mis brazos sin despegar mi boca de la suya. No podía dejar de besarla. Necesitaba sus besos tanto como el aire, tanto como el oxigeno que debía respirar. Ella era mi vida. En eso se había convertido en apenas un mes. Suficiente como para caer a sus pies y rendirme para siempre ante ella. Sería su siervo para siempre jamás.

La tendí en la cama y apoyé las rodillas sobre el colchón para subir también y colocarme entre sus piernas, haciendo chocar mi cadera contra la suya. ___ estiró un brazo hacia mí y entrelacé mis dedos con los de su mano, llevando a ambas hasta encima de su cabeza. Agarré su cintura y me dejé caer sobre ella con cuidado para volver a besarla.

Poco a poco, entre caricias y besitos, la ropa empezó a desaparecer; me arrancó el polo y la camiseta. Buscó con ansias el botón de mi pantalón. Reí, pero ella seguía metida en lo que parecía ser un trance. Apenas sonreía, seguía con los ojos llorosos y yo sabía perfectamente que aún no creía que yo estuviera allí, con ella. Me incliné para besarla otra vez.

―Te quiero, ____...―Le susurré en el oído, y sentí como se estremecía bajo mi cuerpo.

Le desabroché el bra y se lo quité lentamente. Luego dejé un caminito de besos por su cuello hasta llegar a sus pechos. Los besé, los acaricié. La escuché gemir y sentí sus dedos hundiéndose en mi cabello. Me encantaba que hiciera eso. Continué bajando mis labios por su cálida y blanquecina piel. Le quité los pantalones y las braguitas. Luego me deshice de mis bóxers y volví a tenderme sobre ella mientras clavaba profundamente mis ojos sobre los suyos. Le retiré varios mechones de pelo que caían sobre su cara y con los pulgares le retiré el rastro de lágrimas que quedaba sobre sus mejillas. Dejé un beso sobre sus labios. Capturé su labio inferior entre los míos y lo acaricié lentamente. Sus manos recorrieron mi espalda lentamente, como una suave caricia cargada de sentimientos y emociones.

Poco a poco, me fundí en su interior. Gimió. Me perdí en ella en cuanto comencé a moverme. Hicimos el amor lentamente. Me moví sobre ella, deseando que aquella sensación que se filtraba por cada fibra de mi cuerpo no terminara nunca. Le declaré mi amor entre susurros tantas veces como me fue posible. Podía sentir su cuerpo temblar de placer bajo el mío, una y otra vez. Cuando ambos llegamos al éxtasis, ____ me abrazó con fuerza, como pensando que volvería a marcharme, pero le susurré al oído que no lo haría, que me quedaría allí con ella para siempre.

Me tumbé a su lado con la intención de pasarme el resto de la noche abrazado a ella, pero antes de que pudiera hacer cualquier movimiento, ella ya se había aferrado a mi cuerpo desnudo y había apoyado la cabeza en mi pecho, escuchando los acelerados latidos de mi corazón.

Intercambio de SofásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora