Un día después.
―¿Te vas?―Me preguntó Lorena cuando vio que recogía mis cosas y que me disponía a abrir la puerta del departamento.
Eran cerca de las nueve de la noche, ni siquiera había cenado. Me había pasado el día encerrada en una de las habitaciones que tenía Lorena para invitados, reflexionando, pensando, esperanzándome, buscando maneras para conseguir que Zayn permaneciera conmigo, a mi lado.
Finalmente, cuando salí, Lorena había conseguido lo que quería, y yo regresaba a la residencia para estar con Zayn un último día.
―Sí…―Contuve un sollozo―No estoy segura de lo que voy a hacer, pero… Prefiero actuar ahora antes que pensar más y cambiar de idea.
―Bien―Lorena me regaló una compasionada sonrisa y dejó que me marchara.
♥
Cuando introduje las llaves en el cerrojo de la puerta del apartamento me percaté de que las manos me temblaban, y no pude evitar pensar en que probablemente, Zayn estaría esperándome dentro, tan guapo como siempre, o… o que quizás ya estuviera durmiendo, igualito a la primera vez que durmió en mi sofá, en bóxers, con los labios entreabiertos, los ojitos cerrados y la respiración pacífica.
Las lágrimas se agolparon en mis ojos y me escocieron, causándome un daño irracional en el corazón.
No me lo pensé dos veces; abrí la puerta y entré en el piso.
Me quedé allí parada, de pie, sin saber qué hacer. Entonces, después de cerrar la puerta, oí unos apresurados pasos avanzando por el pasillo, y cuando alcé la mirada cargada de brillo hacia allí, mis pequeños ojos chocaron contra los de Zayn, quien se encontraba con la misma tristeza en su rostro, con los ojos casi húmedos y los labios apretados, sin saber que hacer o que decir.
Fue entonces cuando ya no lo resistí más. Dejé caer el bolso contra el suelo y corrí a sus brazos.
Zayn me estrechó contra su cuerpo y me acunó con ternura mientras yo sollozaba y me aferraba a él como si fuera mi salvavidas. Él se limitó a hundir la cabeza en mi cuello y a besarme.
Rodeé sus hombros, me separé a corta distancia y lo miré a los ojos.
―Lo siento…―Lloriqueé, incapaz de contenerme―Lo siento, Zayn.
A él se le encogió el corazón.
―No, no―Me retiró los mechones de pelo de la cara con una mano―Olvídate de todo―Y entonces me besó.
Me besó con amor, con todo el que tenía para mí. Me acarició las mejillas y me quiso hacer entender que no todo estaba perdido aún. Me apreté contra él. Quería sentirlo. Quería tenerlo para siempre conmigo. Mi pecho chocó contra el suyo, y de alguna manera, nuestros corazones también lo hicieron.
Zayn me cogió por los muslos y me alzó, cargándome en sus brazos sin dejar de besarme tiernamente.
Me tendió en la cama cuando llegamos a la habitación y él se colocó sobre mí, entre mis piernas. Me cogió el rostro entre las manos y me miró a los ojos.
―Solo quiero que te quedes conmigo…―Volví a suplicarle―Solo eso.
El cerró los ojos y apretó los labios, casi herido. Apoyó su frente contra la mía y dejó escapar su aliento a menta sobre el mío.
―Ya sabes que no puedo cambiar de decisión, ____, pero… ¡Pero no sabes cuánto desearía poder pasar el resto de mi vida contigo! ―Se estrechó contra mi cuerpo, me rodeó con sus brazos y me abrazó con fuerza.
―Entonces quédate―Murmuré, incapaz de poder decir algo más. Solo podía pensar en que en menos de un día estaría despidiéndose de mí con un dulce adiós y un suave “te quiero”. ―Haremos que esto funcione y… y…
Antes de que pudiera hacer algo más, Zayn apresó mis labios entre los suyos y me hizo entender lo que aquello significaba: él se marcharía dijese lo que yo dijese, y lo único que quería aquella noche era poder abrazarme cada minuto y besarme.
Y yo, rendida ante él, sintiéndome perdida y destrozada, caí en sus encantos. Zayn me besó el cuello con dulzura, ladeé la cabeza a un lado y el corazón me dio un vuelco cuando vi sus maletas a un lado de la habitación, todas cerradas, preparadas, listas para ser devueltas a Paquistán con su propietario.
¿Qué me quedaba si él se marchaba?