Capítulo 29

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El sol chocó contra mi rostro. Solté un quejido y me lleve una mano a los ojos. Rodé en la cama y quedé bocabajo. Abrí un ojo con lasitud y me percaté de que eran cerca de las tres del mediodía. Solté un gritito y me incorporé de inmediato. Zayn no estaba a mi lado.

―¡¿Cómo se ha despertado la novia más hermosa del mundo?! ―Su voz al final de pasillo me provocó una sonrisa de inmediato.

Cuando lo vi, sujetaba una bandeja de madera entre sus manos en la que había un plato de arroz, pan, embutido y una vasito de agua. Levantó la mirada de la comida para evitar que le cayera al suelo y abrió los ojos como platos.

―Por Dios…―Murmuró, mirándome. Yo seguía sonriéndole a pesar de todo. Dejó la bandeja a los pies de la cama y se acercó a mí―Que guapa estas con esos ojitos de niña bebé recién levantada―Cogió mi rostro entre sus manos y me entregó un beso cargado de pasión.

Cuando me soltó, lo miré aturdida.

―¿A qué viene tanto… amor? ―Quería saberlo, a pesar de que me encantaba y me provocaba una intensidad brutal en los latidos de mi corazón.

―¿Amor? ―Zayn rió―A que estoy enamoradísimo de ti―Como me gustaba oírlo…

―¿Y eso?―Señalé la bandeja llena de comida.

―A que son las dos cuarenta del medio día, es hora de comer…―Volteó la cama y se subió a ella, acercándose a mi―Mi chica está enferma y yo tengo que cuidarla como si mi vida se fuera en ella.

―Aw…―Me derretí ante sus palabras. Coloqué el labio inferior sobre el superior, sonreí y lo abracé―Gracias.

―No tienes porque dármelas―Me acarició la espalda y luego me separó―¿Cómo te encuentras? ―Sus ojos encontraron los míos.

―Mucho mejor… Gracias a ti―Me incliné y rocé mis labios con los suyos. Luego dejé que atrapara mi labio inferior con una sonrisa y nos besamos―¿Tú no comes? ―Le pregunté después.

Me senté en la cama, colocando una almohada tras la espalda para una mejor comodidad y me coloqué la bandeja entre las piernas.

―Lo siento. Comí hace una hora o así. Si no cogía algo de la nevera me iba a dar un ataque de ansiedad. Estaba muerto de hambre.

Solté una carcajada.

―¿Y qué has hecho el resto de mañana? ―Cogí los cubiertos y me llevé una cucharada de arroz a la boca.

―¿A parte de observarte? Mm… Déjame pensar―Se colocó dos dedos en la barbilla con aire intelectual y reí―Observarte… ¿Qué más? Acariciarte y… ¡Ah, sí! Te he robado un par de besos. No he podido resistirme.

―¡Oye! ―Le di un golpe en el hombro y el empezó a reírse―¡No puedes robarme besos mientras estoy durmiendo! Es injusto―Me quejé―Quiero los míos.

―Te doy todos los que quieras. ―Se inclinó sobre mí de nuevo y me besó. Una vez, dos, tres, cuatro, cinco… Y tuve que pararlo antes de atragantarme con la comida.

El resto del día transcurrió con total armonía. Zayn y yo no salimos de  casa. El dolor había disminuido y en cuanto regresaba, tenía la dosis de Zayn por todo mi estómago para calmar el dolor.

Después de comer me había dado una ducha mientras Zayn se encargaba de recoger la comida y de hacer la cama. Más tarde, sacamos varias películas de uno de los cajones que había cerca de los muebles que tocaban la televisión y nos dedicamos a hacer maratón de cine toda la tarde.

Stephanie no apareció por ningún lado. Le mandé varios mensajes y más tarde me contestó diciendo que estaba con un supuesto amigo a las afueras de la ciudad, que regresaría cuando quisiera.

Zayn se tumbo en el sofá y abrió sus piernas para que yo me acomodara entre ellas. Hicimos palomitas, pero yo apenas las probé, no tenía apetito, y a pesar de que Zayn insistió, seguí negándome a comerlas, así que él terminó zampándose todo el bol. Luego empezó a quejarse de lo que había hecho y dijo que iba a ponerse gordo.

―No vas a ponerte gordo por comer palomitas una vez en tu vida―Le recriminé, echando la cabeza hacia atrás, chocando contra su pecho, para mirarlo.

―¿Tú que sabes, lista?―Me dio un golpecito en la punta de la nariz y reí―¿Hay algún gimnasio por aquí?

―No necesitas ir al gimnasio. ¿No te has visto? Además, si te pusieras gordo me daría igual. Con que siguieras siendo igual de cariñoso y protector me importaría poquísimo que pesaras veinte quilos más.

Sentí sus labios en  mi cabello y luego emitió un gemido.

―Hueles tan bien…―Murmuró, recogiendo mechones de mi pelo y ondulándolos en sus largos dedos.

Sonreí. Me acomodé mejor en su pecho y suspiré.

―Mañana hay que salir a comparar las cosas para la cena de Nochebuena―Le informé.

―No te preocupes. Yo iré a comprar lo que necesitemos. Tú podrás quedarte aquí, descansando.

―No―Me negué, lanzándole una mirada―Quiero ir a comprar, además, no pienso quedarme encerrada en casa dos días seguidos. Necesito hacer algo, moverme, salir.

―Ya lo sé, pero si sigues encontrándote mal…

―Estaré bien. Hoy apenas me duele. Lo peor fue anoche.

―Me hiciste pasar un mal rato…―Suspiró él contra mi oreja.

―No era mi intención―Le contesté―No quería molestarte, por eso me vine al salón.

―La próxima vez, avísame, ¿vale?

Asentí con la cabeza, fascinada por su constante atención en mí y por la obsesión que tenía con protegerme y hacerme sentir bien. Cogí una de sus manos, la cual reposaba en mi vientre y empecé a jugar con sus dedos.

―Seguramente Lorena & Louis nos invitarán a comer a su casa pasado mañana―Le advertí―Podríamos preparar brownies otra vez, como cuando Lorena organizó su fiesta.

―Oh, recuerdo esa noche―Soltó una risita―¿Tú no?

―¿Cómo olvidarla? ―Eché la cabeza hacia atrás y lo miré―Me besaste por primera vez―Una sonrisa tonta curvó mis labios.

Intercambio de SofásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora