Capítulo 37

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La nieve crujía bajo nuestros pies y mi sangre se calentaba con cada apretón que Zayn me daba en la mano. Hamlet corría como si fuese la primera vez que veía la nieve y se revolcaba por la carretera haciendo la croqueta animadamente. No podía evitar sonreír plenamente cada vez que lo veía ladrar con euforia, dejaba reposar mi cabeza en el hombro de Zayn y me dejaba llevar por todas las hermosas sensaciones que aquel día de invierno traía consigo.

―Vaya…―Dijo Zayn mirando hacia el parque.

Levanté la cabeza de su hombro y miré en su misma dirección.

―Ya no queda nada de nuestra familia de nieve.

―Oh, es cierto―Asentí en cuanto me percaté de la pequeña montañita de nieve que quedaba al lado del tobogán, justo donde semanas atrás habíamos construido los muñecos de nieve, donde Zayn y yo habíamos compartido nuestra primera guerra de bolas de nieve y donde Zayn me hubo regalado un hermoso ramo de flores.

Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Zayn me había soltado la mano aprovechando mi distracción para coger la nieve entre sus manos y formar una bola lo suficientemente grande como para lanzarla contra mí.

No tuve tiempo a reaccionar. La bola se estampó contra mi mejilla sin que me diese tiempo a cubrirme, causándome un pequeño malestar en la zona afectada. Solté un grito lastimero y me llevé la mano a la zona afectada, que a pesar del frío, aumentaba cada vez más y más de color, enrojeciendo.

―Me has hecho daño―Me quejé, poniendo morritos y acariciándome a mí misma. En realidad estaba molesta porque ni siquiera me había dejado protegerme pero en cuanto corrió hacia mí con su sonrisa, aquella imposible de borrar y cogió mi rostro entre sus manos enguantadas me di cuenta de que a pesar de la curva que traía en sus labios, se sentía preocupado por si había llegado a pasarse con el golpe.

―Oh, ____, lo siento…―Me alzó el rostro lo suficiente como para poder pegar sus labios a mi frente y besarme con ternura―¿Mejor?

―No―Me quejé―Me has dado en la mejilla, no en la frente.

Sin decir nada, se declinó a un lado y me besó la mejilla. Oh, Dios, amaba la sensación que me producían sus labios tocando mi piel. Me provocaban temblores por todo mi interior y me hacía querer abrazarlo y suplicarle que se quedara con ellos pegados a mí durante el resto de su vida.

―¿Ya?―Preguntó, separándose.

Entonces una sonrisa traviesa se dibujó en mis labios y él me miró con curiosidad mientras pasaba los pulgares por mis mejillas.

―Me duele la boca…―Dije entonces.

Zayn soltó una pequeña carcajada y tras hacer un gesto de negación con la cabeza, me miró a los ojos y poco a poco fue inclinándose hacia mis labios. Cuando los rozó, me derretí y segundos más tarde, rodeé su cintura para pegarlo más a  mí y sentir como sus labios capturaban mi labio superior.

Iba a separarse cuando ni siquiera le dejé abrir los ojos. Apreté mis manos a su cintura y lo mantuve contra mí.

―Aún me duele―Mentí en un susurro, y gracias a eso nos mantuvimos pegados el uno al otro, besándonos en medio del parque casi durante cinco minutos, hasta que los ladridos de Hamlet nos hicieron volver al mundo real.

―¿Qué pasa? ―Pregunté.

―Lo hemos dejado desatendido―Dijo Zayn sin quitar los ojos de encima de mi cachorro. Me separó lentamente, como si no quisiese hacerlo y fue hasta él. Se inclinó y le acarició el regazo. ―¿Qué te parece si molestamos un ratito a ____ y la llenamos de nieve de arriba abajo?

―¡Oye!―Me quejé desde mi posición colocando los brazos en mi cintura. Zayn rió.

Antes de que pudiera impedir que su plan se llevara a cabo, Hamlet ladró como si estuviese satisfecho con la idea de Zayn y se colocó de espaldas a mis pies y empezó a levantar una polvareda blanca, llenando mis botas de nieve. El pobre era lo único que parecía poder hacer, pues su diminuto tamaño no le permitía hacer más, pero aún así pareció quedarse satisfecho. Cuando mis botas quedaron totalmente cubiertas por la nieve empezó a ladrar y a dar saltitos hasta que Zayn lo felicitó y lo cogió entre sus brazos. En ese momento supe que en la guerra que estaba a punto de llevarse a cabo serían dos hombres contra una sola mujer. Zayn convirtió a Hamlet en su pequeño compañero.

Sin soltarlo, se agachó para coger un puñado de nieve y me lo lanzó, haciendo que Hamlet ladrara de alegría.

―¡No es justo!―Grité escondiéndome detrás de un banco y recogiendo nieve también―¡Has puesto a mi  bebé en mi contra! ¡No se vale!

―¡Tú bebé ha decidido pasarse al bando de su papá! ―Corroboró él.

Me alcé rápidamente y lancé varias bolas de nieve que se estrellaron sobre la chaqueta de Zayn. Hamlet volvió a ladrar y le golpeó el pecho a Zayn con sus patitas, pidiéndole que atacara.

No tardó mucho en hacerlo. Estuvimos llenándonos de nieve durante un buen rato, hasta que noté como el cansancio me ganaba. Caí contra el suelo, hundiéndome en la nieve y en pocos segundos las cuatro patitas de Hamlet correteando por mi estómago. Luego apareció frente a mí y me dio un lametazo en la mejilla izquierda que me dejó la piel helada.

―¿Te lo has pasado bien?―Le pregunté colocando mis enguantadas manos a lado y lado de su pequeño y minúsculo cuerpo.

Hamlet ladró alegremente y seguidamente se tumbó sobre mi pecho, apoyó la cabeza y pareció quedarse dormido. Sonreí. Era la cosa más cuca que había visto jamás. Desvié la mirada hacia el cielo y me quedé mirando las nubes, pensando en lo perfecto que era todo aquello y en lo pronto que terminaría.

El rostro de Zayn apareció de revés sobre mi cara con una sonrisa sincera. Se inclinó y me besó en la boca, allí, en medio del parque, con mi bebé durmiendo en mi pecho.

Intercambio de SofásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora