Capitulo《2》

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Orfanato, fe y amor en Cristo. <<Los hijos Dios>>

Las frescas y fuertes brisas otoñales, van vistiendo y desvistiendo los árboles, cambiando sus harapos por nuevas y bellas vestimentas coloridas. Las hojas viejas y secas que caen de manera aleatoria, van siendo reemplazadas por nuevas, dando color y belleza a los frondosos árboles en un espectáculo que envidiaría cualquier paisajista.
Desde que era niño, he escuchado un dicho Coreano. "El otoño es la estación en que el cielo es alto y los caballos engordan" refiriéndose a que es un buen tiempo para hacer actividades al aire libre. Hay buenas cosechas, los turistas gozan tomando fotos a los bellos paisajes, en fin, es un buen tiempo, y para mí siempre fue así pero hoy día, siento un frio en mi corazón, que más que otoño, parece un otoño-invierno dolorosamente nevado.

Sentado en el alféizar del ventanal de nuestro pequeño salón de baile, no puedo evitar rememorar aquel día en el que el pequeño Wookie, llegó a mi vida.

Analepsis. (4 años antes)

Era una mañana de lunes, con un cielo despejado justo como el de ahora. Me encontraba jugando con mis compañeros a adivinar palabras mediante señas, cuando de repente, llamó mi atención, un chico vestido con un traje azul muy formal, en su espalda llevaba una mochila de cuero negra. Con una mano, abrazaba un desgastado peluche con forma de jirafa y, con la otra, sujetaba la mano de un hombre de mediana estatura, que lucía un poco cansado, y bastante mayor. Bueno, así lo veía yo. El chico nos miraba con una dulce sonrisa mientras cruzaba el patio. Junto con ellos, iban también la madre superiora y dos monjas más. <Otro niño que nos acompañará en nuestro abandono>. Pensé.


Dos horas mas tarde, formados en filas, nos presentaban al recién llegado.
Sin su mochila, pero sí con su muñeco en brazos, se dirigió a nosotros una vez que la madre superiora le instara a presentarse.

   ---Hola, buen día a todos. Mi nombre es: Kim Ryeo Wook, pero pueden llamarme, Wookie. Tengo ocho años, y estaré con ustedes solo unos días. Papá vendrá por mí el próximo sábado a las tres de la tarde--- Todo lo expresó con gran emotividad y convicción.
Yo lo observaba con atención. Con una estatura un poco baja para su edad; cara redonda, cabello castaño liso, con unos flequillos sobre su frente, algo robusto, y con una expresión vivaz.
Una vez terminada la presentación del chico, rompimos filas para volver cada uno a nuestras actividades. Me disponía a eso, cuando fui llamado por la madre superiora, para encargarme de la adaptación del chico a las rutinas diarias. Me gusta ayudar a cuidar de mis compañeros, por esa razón la madre superiora siempre dice que tengo alma de lider.

   —Mi nombre es: Soo Eunhyuk, y tengo diez años. Y he sido encomendado para velar por ti los días que estés con nosotros.

   —Hyung, cuide bien de mí por favor, prometo ser un buen niño y no le daré problemas  —.Al terminar lo dicho, hizo una reverencia respetuosa.

Los días que siguieron fueron agradables. Su comportamiento obediente, sus buenas costumbres, al igual que su espíritu colaborador, consiguieron facilitar mi labor. Descubrí que teníamos muchas cosas en común que hicieron que la compañía fuera placentera, de tal forma, que en un lapso tan corto, se creara un vínculo especial entre los dos.
Pronto, llegó el sábado. Ese día, se levantó más temprano que de costumbre, hizo sus deberes, se despidió de forma cariñosa, y estuvo listo tal como vino. Con su vestimenta azul, su jirafa, y su mochila negra a sus espaldas.

Un poco antes de las tres de la tarde ya se encontraba dispuesto a esperar la llegada de su padre, como este, se lo había prometido.

Con una mano se aferraba a la cancela, y con la otra, abrazaba su peluche. Su mirada era ilusionada y llena de una alegría desbordante, ni pestañeaba, atento al exterior del orfanato. Esta conmovedora escena se repitió: sábado, tras sábado, tras sábado, por casi un mes.

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