Capítulo《19》

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Después de ver con satisfacción como Hae devoraba lo que le traje, me correspondería el turno a mí, ya que una de las empleadas me dio unos deliciosos bocadillos que disfruté mucho. Luego de eso, Hae me mostró toda su colección de: mangas, vídeo juegos, y todo lo relacionado con Supergaláctico, incluyendo un juego autrografiado por su propio creador, el Japonés, Leiji Matsumoto. Me contó que lo obtuvo en un evento para fans en Japón, al que fue acompañado por el asistente personal de su padre, un hombre llamado Henry, porque sus padres por el trabajo no pudieron llevarlo.

Hae habla sin parar: sobre su familia, sus viajes, su rutina diaria, y yo lo escucho con mucha atención. Me propuso que jugaremos con los video juegos de Supergaláctico.

Entre juego y charla, noté que Hae miraba con insistencia mi mochila, hasta que en un momento me comentó que tenía curiosidad por saber que más había en ella. Al principio estaba algo temeroso por enseñárselo pero ante su contundente insistencia no me dejó otra alternativa que acceder. Le mostré dos clases de juegos que había traído: uno es un adivina palabras mediante señas, y el otro, es escribir un nombre, una ciudad, un objeto y una fruta, usando una letra determinada. Mi temor con respecto a que Hae se aburriera con mis juegos favoritos, desapareció por completo, porque los disfruta tanto o más que los video juegos. Al principio, yo ganaba los juegos, pero vi que mostraba una carita triste, y eso me hizo sentir mal, así que opté por dejarlo hacer lo mismo que con los vídeos juegos, y eso era, dejarlo ganar siempre. Me complace haber tomado esa decisión: por verlo llenar el lugar con sus fuertes risas, saltos, aplausos. Su diversión es contagiosa, porque hasta las tres mujeres que nos acompañan, no paran de reír, como si también jugaran con nosotros.


Rayando casi el medio día, nos anunciaron que debíamos bajar a almorzar, y así lo hicimos. Salimos de la habitacion, recorrimos el largo pasillo y ahí estaban de nuevo las empinadas escaleras, y medio vértigo nada mas verlas, por tan solo recordar como las subí con manos y pies. Una vez reparé en el agarre de Hae en mi brazo exclamé internamente.<¡Ay, mi Dios!, ¡¿será que ahora bajaré de cabeza?!> Para mi fortuna, Hae bajó a un ritmo normal, entretenido por la animada plática que tenía conmigo. Cruzamos un salón, y quedé maravillado viendo ahora, de manera mas relajada, la decoración. Una inmensa lámpara triangular de gotas de cristal, que descolgaba del techo. Esta, asemeja una cascada de piedras preciosas que parecen alumbrar incluso estando apagada. Portarretratos con fotos de la familia; cuadros, en fin, todo es bellísimo.
Al llegar al comedor me impresionó e inquietó dos cosas. La manera en que debo comportarme en la mesa, por la forma en que está arreglada. Cubertería cuidadosamente brillada; al igual que la cristalería, servilletas blancas de tela. Y la otra inquietud es, el tamaño de la mesa, doce puestos. Me pregunto: ¿Tantas personas comerán con Hae y yo? ¿Y quiénes serán?

   —Bueno, mis niños, que disfruten la comida, y buen provecho   —.Me sacó de mis pensamientos la ama de llaves que terminaba de disponer los alimentos en la mesa.

   —Gracias, señora, es usted muy amable.

   —Gracias, nana Kim---repitió, Hae después de mí. —Resurgieron mis anteriores inquietudes. Mi comportamiento en la mesa, que quedó resuelto de manera fácil, imito la manera en Hae se desenvuelve. Es momento de resolver la siguiente inquietud. ¿Porqué nadie más nos acompaña?

   —¿Hae, no es mejor esperar un poco hasta que vengan los demás, y así empezar a comer?

   —¿los demás, a quiénes te refieres, Hyukki?

    —Es que, el tamaño de este comedor es tan grande, y no sé, quizás tus padres o, los empleados nos acompañen a comer.

   —Ah, ya. No, Hyukki, solo somos tú y yo. A los empleados no les es permitido comer aquí ellos tienen su propio comedor, cerca a la cocina, a excepción de la nana Kim  —.Señaló a la mujer detrás de nosotros—, que es autorizada en ciertos casos a acompañarme a comer, por que odio hacerlo solo. Y con respecto a mis padres: papá, se encuentra en Japón, por negocios, y mi madre, aunque está acá en Seúl, ella siempre está..., algo ocupada  —Lo último lo dijo con un dejo de tristeza en sus palabras. Tristeza que me contagió y me hizo lamentar el haber hecho esa pregunta. Así que cambié el tema e hice bromas para hacerlo reír de nuevo.

Al tiempo que comía miraba a Hae, y no pude evitar pensar en lo difícil que debe ser para él, vivir en esta casa tan grande; tan llena de todo y a la vez de nada o más bien de nadie, pese a la compañía de tanta gente, como las tres empleadas que no se nos habían despegado en ningún momento. Pese a eso, sus palabras anteriores me dejaron entrever un sentimiento de tristeza y soledad.
Después de la comida hicimos un recorrido para conocer toda la casa. Cuando terminó de mostrarme la casa como tal, seguimos con el vistoso y bien cuidado jardín; lleno de hermosas plantas florales, árboles frondosos, un césped semejante a una alfombra verde; bancas de madera dispuestas aleatoriamente. Pequeños senderos empedrados, y una fuente de agua tallada en mármol blanco, y compuesta por tres círculos distribuidos de abajo hacía arriba: grande, mediano y pequeño. Desde este último, el agua caía libremente hacía el más grande. No muy lejos se encontraba algo que parecía ser una habitación. Caminamos hasta ella, y Hae muy emocionado buscando algo dentro del bolsillo de su pantalón me dijo.

   —Hyukki, te mostraré, o mejor, te presentaré a mis muñ... —.Detuvo su habla y acción, para luego balbucear algo confuso.

   —¿Qué pasa, pequeño amo Lee?, ¿por qué no le enseñas a tu amigo los...  —.Lo que intento preguntar, la más joven de las tres empleadas, fue interrumpida e ignorada por Hae, quien tiró de mi mano para salir corriendo a otro lugar. No  entendí por qué se arrepintió de no mostrarme lo que me iba a mostrar. Pero él tendrá sus razones, después de todo, es su casa.
Llegamos hasta una gran y hermosa piscina, donde este niño caprichoso, me puso en un serio aprieto.

   —Vamos, Hyukki, vamos a nadar un poco, será divertido. Anda sí, sí, por favor, por favor  —.Sus palabras y su mirada eran de súplica.

Empecé a temblar, y no de frío, sino de miedo por dos razones: una la inmensidad de la piscina, y la otra, yo no sé nadar. Sin embargo, no fui capaz de negarme a sus ruegos. Hae hizo que buscaran un traje de baño para mí y otro para él. Entramos en la piscina, y en cuestión de segundos, me sentí sumergido en el agua hasta el fondo. El tiempo pasaba y el aire empezaba faltarme: movía mis brazos para intentar salir, pero era inútil, me estaba ahogando. Cerré mis ojos con fuerza y empezaron aparecer manchas rojas que se fueron desvaneciendo hasta quedar solo oscuridad. Mi respiración se había ido junto con mi pulso y mi vida. Mi vida... llegó a su fin.

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