Abrí la puerta corrediza de vidrio para salir al balcón y disfrutar de unos tímidos rayos de sol que comenzaban a asomarse sobre un perfecto cielo azul. El día no podía empezar mejor. Este ambiente, parecía celebrar mi felicidad. Es que la realidad logró superar a mi imaginación, al comparar todo lo que había tenido en mente en días pasados, con los perfectos momentos que experimenté con Hyukki, anoche. Esas sensaciones fueron más alucinantes que aquellas que siento cuando me ocupo de cierta parte íntima de mi cuerpo pensando en él, y lo mejor, Eunhyuki, no puso mucha resistencia. De todos modos, él siempre hará lo que yo quiera y por eso voy a... Unos ruidosos golpes en la puerta detuvieron mis emocionados planes.
—¡Nana por qué llama a la puerta de esa manera tan insistente!
—Buenos días, mi niño Hae. Veo que amaneció bien, al igual que yo. Gracias por preguntar. ¡Ah!, y lo del toque a la puerta, es que, como no contestabas me preocupé —.La nana se adentro en la habitación dirigiéndose al armario. Me sorprendió verla organizando mi uniforme.
—Un momento. ¿Qué hace?
—Dejándole listo su uniforme y todo lo que necesita para cuando termine de ducharse. Y dese prisa, para que baje a desayunar, de lo contrario se le hará tarde.
—Me resulta evidente lo que hace. A lo que me refiero es, ¿por qué usted está haciendo algo que debe hacer Eunhyuki?
—Pues, él me pidió que lo reemplazara en esta labor, porque hoy quiso encargarse de prepararle un exquisito desayuno. Es por eso que le digo que se apresure —Lo dicho por la nana me supo a fresas con crema. Mi Hyukki quería sorprenderme. Eso me indica que comparte la misma felicidad por lo sucedido anoche.
Ya no se me ocurría que más inventar en estos últimos dos días para evitar enfrentar a Hae, mas, sé que debo hacerlo. Lo pienso y lo pienso para hablarle sobre lo ocurrido entre los dos la otra noche.
—Planeta tierra conectando con Hyukki. —Un estruendoso ruido me hizo saltar del susto. Hae había dejado caer a mis pies la pequeña campana que se usa para llamar a algún empleado, y estos vinieron, no porque pensaran que los llamaban, sino preocupados por saber qué había sido ese fuerte sonido. Después de explicarnos entre carcajadas que había tirado el objeto para llamar mi atención, estos, se marcharon.
—Cuándo irás a dejar esa manía de divertirte a mi costa, al sentirte aburrido. Por poco y me causas un infarto.
—Cariño no te enfades conmigo, ya que eres tú quien tiene la culpa. Sabes que me molesta que no me prestes atención, y no sé qué pasa contigo estos días, que siempre estás como en otro planeta. ¿Acaso, me ocultas algo?
—No, no, o bueno, sí, sí.
—Decídete, es no o es sí. Y si es esto último, solo dilo y ya.
—Sí, hay algo que he estado por decirte. Algo, que me cuesta hablarlo, por considerarlo muy delicado. Se trata de lo que hicimos mientras veíamos esa película —Su bello rostro de iluminó con una mirada pícara.
—¡Ah, tú te refieres a esos agradables juegos eróticos —exclamó tan fuerte y emocionado que tuve que taparle la boca para evitar que alguien lo escuchara.
—¡Lee Donghae! ¡Por Dios, trata de ser más prudente! No debes hablar tan a ligera sobre un acto tan incorrecto.
—¡¿Incorrecto, dices?! Si es algo apenas normal, y que tú también disfrutaste. ¿O, vas a negarlo?
—Pues, esto... Bueno, es que ese no es el punto, Hae.
—Y entonces, ¿cuál es?
—Que tú y yo no debemos tener esa clase de juegos, como los llamas. Eso no está bien.
—Y por qué no, si eso es lo que hacen los novios, y nosotros lo somos. Incluso, planeó que vayamos más lejos, sin ninguna restricción, ni límites.
—¡¿Qué?! ¡Acaso te volviste loco! Me niego de forma rotunda a cualquier cosa que tengas en mente.
—¿Y se puede saber cuál es la razón de tu negativa?
—La razón es sencilla. Esos actos son de adultos, y nosotros no tenemos edad para tener ese tipo de comportamientos. Y antes que nada, soy tu hyung, y tengo el deber de cuidarte, respetarte y protegerte.
—¡Pues yo no quiero, y mucho menos necesito un hyung que haga lo que dices! Quiero un novio que comparta conmigo toda clase de experiencias, sin reparos. Además ya no somos unos niños; yo tengo trece, y tú dieciséis años. Siento que estás muy desubicado, si ya hasta mis padres nos imponen deberes casi de adultos. Eso nos deja claro que es cómo si lo fueramos.
—Bien lo has dicho. Cómo si lo fueramos, pero no lo somos. Y una cosa no tiene nada que ver con la otra.
—¡Basta, Soo Eunhyuk!, no voy a continuar con esta tonta discusión. Ya te expresé mis pensamientos y mis deseos, así que, ¡Madura! Y piensa bien como manejarás la situación, por que de mi parte, no planeo cambiar de opinión —dicho esto, se marchó. En realidad no sé si reír o fastidiarme por su atrevimiento. Me parece el colmo. Hae mandándome a madurar cuando él se comporta como un bebé malcriado y caprichoso. Creo que le debo rezar bastante al divino niño para que me perdone por hacer cosas indignas, lo mismo que, me conceda paciencia y mucha voluntad para no ceder ante las exigencias de Hae, y para esto último, sí qué necesito ayuda.
Ya tenía previstas las consecuencias de llevarle la contraria a Hae, pero esta vez fue más insufrible para mí y hasta para el personal de la casa. A ellos les tocó soportarlo más quisquilloso que de costumbre. Lo primero que hizo fue reunirnos para decir, entre otras cosas, que él ya no era un niño y que prohibía que lo trataran de esa forma, empezando por la manera de dirigirse a él. Siendo esta; joven amo Lee y no pequeño amo Lee. Sus palabras dejaron preocupados a los presentes, y no era para menos, Hae estaba usando un tono airado que sonaba a fuerte regaño, tanto así que ni la señora Kim se atrevió a cuestionarle nada de lo que dijo. Claro, todos estaban fuera de contexto, menos yo, que podía entender la razón y a quién iban dirigidas esas indirectas muy directas. Lo siguiente, fue soportar su total indiferencia y malcriadez.
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Irrefrenable Amor
FanficSinopsis: Dicen que el dinero compra todo lo material, pero no, lo inmaterial. Sentimientos como el amor, la ternura, y la dedicación, jamás se compran con dinero. Un niño rico, caprichoso, mimado, y malcriado nos mostrará que es la excepción a la r...