Capítulo dos

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— Tienes que comer, Frank.– La enfermera le acercó una charola con comida.
— No.– Sus manos temblaban y su mirada estaba ausente.— No hasta que Gerard regrese.
— Gerard está muerto...
— ¡No! ¡Yo lo vi! ¡Estuvo aquí, conmigo!
— Eso solo producto de tu imaginación, Frank. Todo está en tu mente.
— ¡Mentirosa! ¡Todos ustedes mienten! ¡Gerard está vivo, lo vi!
— Es hora de tu medicina.
— ¡No! ¡No quiero!
— Es por tu bien.
— ¡Estaría bien con Gerard a mi lado!

Como todos los días, la enfermera lo inyectó, sin tomar en cuenta las miles de réplicas que gritaba Frank.

— Gee...– Susurró cuando lo vio parado a su lado.— Viniste, yo sabía que vendrías.

El semblante de Gerard era más alegre que el de antier, y eso lo puso feliz.
Porque si Gerard era feliz, él también lo era.
Después de todo se amaban con locura.

— Te extraño. Deberías venir más seguido, me siento solo en este lugar.– Intentó tocar su brazo, pero su mano lo atravesó.— ¿Qué pasa, Gee? ¿Por qué no puedo tocarte?

"Estoy muerto" Leyó en sus labios, mas él seguía sin creerlo.

— No lo estás, te estoy viendo.– Sonrió con dulzura.— Debe de ser por el efecto de las drogas que me están inyectando, sí, debe de ser por eso.

Intentaba convencerse, pero algo, su parte racional -si es que tenía una- le decía que era verdad, que Gerard estaba muerto.

— Te amo, Gee. Pronto estaremos juntos, lo prometo.

Gerard solo lo miraba, como quien mira una escultura, al igual que Frank, que ahora se sumía de apoco en un profundo sueño.
Frank lo miraba intensamente, temiendo despertar y que él no esté a su lado. Frank lo miraba como quien mira a un Dios, como quien mira a la más bella de las artes, porque para él siempre va a ser el amor de su vida.

De atar; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora